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COLUMNISTA INVITADO
Modelo: Una palabra para prohibir
Ricardo Páez

Realmente todo lo que tiene que ver con la palabra “Modelo” tiene relación con cosas en contra del desarrollo y el progreso de una sociedad. Cuando yo cursaba “Kinder” en el año 1986 leía en el manual: “Modele la siguiente figura en plastilina”, y ¿qué conseguía?, solo una amorfa e inexacta masa que difería totalmente con lo que pretendían enseñarme. No contento con eso, al otro día me encontraba sometido a un cuaderno para realizar planas con la certera frase: “Siga el modelo”. El resultado: Una hoja menos en mi cuaderno que simulaba una carrilera de ferrocarril, pero mi línea férrea se encontraba fuera de control, y con ella el tren se descarrilaba. En fin, mi modelo nunca funcionó.

Esa es solo una muestra de lo que puede hacer esta palabra, de hecho, me imagino que en estos momentos algún niño debe estar atormentado con una situación parecida a la anterior. No solo los niños temen los alcances de esta inútil palabra, ya que existen otras manifestaciones igualmente nefastas.

Una de las definiciones de esta palabra tiene que ver con una profesión, muy lucrativa (en algunos casos, aclaro), que se llama modelaje. Una profesión respetable como cualquier trabajo, pero con el sistema económico como funciona en la actualidad, este trabajo es infinitamente sobrevalorado. Colombia, obviamente, no ha sido ajeno a este fenómeno:
Eran los años 80 y principio de los 90. Los noticieros de televisión duraban lo justo, tenían información más o menos equilibrada, variada y completa, es decir, era un mundo feliz, todo era perfecto.

Llegó la apertura indiscriminada y con ella un alargamiento de los noticieros de televisión, pero infortunadamente con una descarga gigante de información improcedente y con un valor agregado adicional: Unas lindas piernas y una dulce cara presentando las “noticias”. Es claro que estas lindas piernas y la dulce cara no cobrarían el salario mínimo, incluso devengarían más que los presentadores que tendrían que estar en el estudio todo el día y que tendrían que soportar en directo la presentación de los hechos que ocurrían en Colombia y el mundo.

La presencia de esta aumentaría los ratings y opacaría las verdaderas noticias, lo cual llevaría a todos los informativos a incluir una o varias modelos en sus nóminas. Lo más aterrador es que estas niñas se equivocan mucho y se les perdona, mientras que un obrero de construcción (que gana el salario mínimo) no puede cometer el más mínimo error, porque de lo contrario eso podría costar una o varias vidas.

Ahora vemos en cada noticiero un segmento cada vez más largo con estas niñas, y también vemos que el matrimonio de alguna de ellas es causal de un titular en primera página en el diario de mayor circulación en este país, por encima de noticias mucho más importantes.

Otra de sus perversas definiciones tiene que ver con la economía. El “modelo económico” es una de las cosas que siempre nos recomiendan seguir para cubrir algún déficit fiscal, para equilibrar nuestra balanza comercial, o para controlar la inflación. Todos los ministros de hacienda nos hablan del modelo, que hay que seguir el modelo, que la solución está en el modelo, y una cantidad de falacias que ignoran que cada caso es una situación aparte y que no existe una solución única para ningún problema. Como siempre, es más fácil ilustrar con ejemplos:


A principios de los años 90, la economía colombiana era precaria pero con gran crecimiento. (Tal vez en gran parte por negocios ilícitos abundantes en la época.) Poco tiempo después, el presidente de la nación y su ministro de hacienda anunciaron la bienvenida al futuro y nuestra inserción al mundo globalizado por medio de la disminución inusitada de aranceles para una gran cantidad de productos, en lo que se llamó “Apertura económica”.

Una linda intención y una loca ilusión, pero la mediocridad de nuestros empresarios fue tal que no pudieron adaptarse después de décadas de proteccionismo y nuestros mercados en vez de abastecerse de materias primas y bienes intermedios para darle valor agregado a nuestras mercancías, solo fuimos invadidos por productos de baja calidad procedentes del lejano oriente y de una copiosa cantidad de bienes de consumo que incluían chocolates, dulces, cigarrillos y muchos productos parecidos a los de producción nacional, pero con grandes diferencias, como un precio competitivo y nombres que solo veíamos en los canales de las antenas parabólicas.

Las consecuencias de esa apertura desmedida se han venido pagando desde hace varios años, y el gestor de seguir el “modelo” aún escribe muy orondo en los diarios de mayor circulación del país. Cuestión de actitud o cuestión de ineptitud, el hecho es que el modelo aún no ha funcionado.

Como se puede ver, esta palabra es nefasta para casi cualquier fin. Es nociva y genera muchas rabias y reacciones indeseadas. Debería ser un vocablo inútil, pero infortunadamente lo que encierra nos ha ido sometiendo muy rápidamente. Solo queda confiar en que el diario vivir no se nos convierta en un modelo.

*Ricardo no ha sido modelo, ni ha modelado, ha intentado infructuosamente de ser un modelo de conducta, le gustan algunas modelos, conoce los modelos económicos, dista mucho de ser último modelo, y nunca ha estado en la cárcel Modelo.



 
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