Sintonía
Podría suponerse la existencia
de un elemento aglutinante que definiera a todos los jóvenes
dentro de un mismo esquema de homogeneidad. Sin embargo, la naturaleza
de dicho elemento resulta cuestionable en tanto contradice la
esencia plural que involucra un concepto tan vasto e intangible
como el del término en cuestión.
Prueba de lo anterior es, por ejemplo,
la fallida tendencia a agrupar a la juventud en torno a una manifestación
de cultura en apariencia universal como es el rock. Resulta más
que común encontrar individuos que hoy frisan los cincuenta
años, perpetuando una otredad inexistente en términos
de tiempo al referirse al rock como “la música de
ahora, la música de ustedes, los jóvenes”
para luego rematar con un impertinente “en mis tiempos oíamos
otra cosa” y desconociendo de paso que desde el punto de
vista generacional el rock estaría tan cerca de los adultos
mayores como de los adolescentes.
Merecería examinarse el por qué
–con muy escasas y esporádicas excepciones- desde
los primeros proyectos de radio joven en Colombia hasta el día
de hoy, ésta ha sido ligada a ritmos y patrones de identificación,
comportamiento y consumo foráneos, un tanto elitistas,
fundamentados en la exclusión. Para evitar caer en la trampa
chovinista es más que oportuno decirlo en forma clara:
el rock no tiene la culpa de haber nacido en otro país
ni tampoco de haberse convertido en el sonido de mayoritaria predilección
por gran parte de los jóvenes –y los no tan jóvenes-,
desde los cincuenta hasta hoy.
Resulta interesante analizar el que en
Colombia, desde los sesenta, rock y juventud han permanecido ligados
como dos conceptos análogos. Si bien es más que
discutible el carácter verdaderamente “rockero”
de los artistas más populares de entonces, los conceptos
tienden a diluirse en una sarta de imprecisiones y errores. Es
más que quijotesco el intentar determinar hasta qué
punto las radios oficiales y privadas, de la mano de la exigua
producción local de rock, han conseguido elaborar un discurso
que agrupe a todas las capas de la juventud bogotana dentro del
amplio, indeterminable y heterogéneo espectro que ésta
reviste.
Surge con esto la pregunta acerca
de la verdadera relación entre rock, jóvenes y radio,
así como la deliberada homogeneización de la juventud
dentro de un patrón en esencia clasista y urbano. Después
de todo ha sido muy poca la población rural, e incluso
desplazada a los extramuros de la ciudad, en capacidad o disposición
de acceder a estos “estridentes” nuevos ritmos, o
si quiera de interpretar su discurso.
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Lo
"juvenil" , sigue siendo por tanto, una cualidad amorfa
e indeterminable. Cabe mencionar las distintas formas de estandarizar
el concepto de juventud bien sea como un lapso generacional determinable
en el tiempo, una época de moratoria social en donde aún
no se forma parte de la fuerza laboral o el periodo en donde no
existen responsabilidades del tipo manutención de hogar,
entre otros. Para efectos del presente texto se procurará
abordar el concepto de joven más como un estadio social que
como una condición biológica o cronológica.
Ahora bien. ¿Ha tenido
sentido cultural el hacer rock en Colombia? ¿Ha respondido
la radio joven, desde los tiempos de Radio 15 hasta los días
de la Frecuencia Joven de la Radiodifusora Nacional de Colombia,
o de Vibra 104.9 FM a las necesidades de un grupo tan diverso como
la juventud bogotana? ¿Han sido los jóvenes aprovechados
y luego desechados en eterno retorno como carne de cañón
por los omnipotentes magnates de la industria discográfica,
más interesados en incrementar sus ventas que en la generación
de una verdadera cultura e industria del rock? ¿Existe alguna
herencia musical de rock, si bien desconocida, cuanto menos respetable?
Los resultados parecen demostrar
que el desarrollo de la radio joven y el rock en Colombia han obedecido
a directrices poco claras e intermitentes, muchas de ellas basadas
en los instintos de programadores o promotores del espectáculo
sin mayores intereses o inclinaciones de índole cultural,
del todo volcados hacia la inmediatez comercial, lo que a la postre
ha generado una radio en términos generales poco comprometida
con los jóvenes como agentes sociales, y del todo desligada
de un concepto claro de nación o colombianidad. Nunca falta
quien diga que el compromiso de la radio no va más allá
del simplista, y en la mayoría de los casos más recientes,
vulgar entretenimiento.
Los esfuerzos de la Radiodifusora
Nacional de Colombia en el último decenio, han sido meritorios
y en la medida de los límites de sus posibilidades, acertados.
Pero la comprensión global del concepto de juventud comporta
procesos de desarrollo y consolidación harto complejos. En
el ámbito del rock, no sin algo de oposición, desde
la esfera oficial se ha propuesto a la música como promotora
de cultura. La escasa continuidad de iniciativas de este tipo ha
dado al traste con la posibilidad de una verdadera maduración.
Eventos como Rock al parque, sin embargo, han demostrado una sostenibilidad
inimaginable diez años atrás. Las casas disqueras
han manifestado un muy precario interés en la generación
de una industria del rock sólida, rentable y de calidad.
Estos factores han
sido en parte los causantes de una amnesia colectiva y de una preocupante
carencia de referentes inmediatos y remotos para la juventud y el
pueblo colombianos. La historia por contar es, por lo mismo, fragmentada
e intermitente.
[Continuar a la primera parte
>>]
*Andrés
Ospina es codirector y cofundador de La Silla Eléctrica.
La cerveza, The Beatles, la radio y Bogotá se encuentran
entre sus mayores intereses.
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