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¿Otro tiempo, otra galaxia?
Freddy Castellanos

“Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana"

Seguro que al leer esta frase o al escucharla en cualquier lugar, de inmediato llegará a su mente un universo legendario lleno de aventuras espaciales, caballeros de la justicia armados con sables de neón que enfrentan a misteriosos enemigos, princesas con exóticos trajes, extrañas criaturas multiformes que habitan en planetas desérticos o helados, y un largo etcétera de elementos que caracterizan a la que es denominada como la mayor leyenda de la época actual: “LA GUERRA DE LAS GALAXIAS”.

De igual forma habrá escuchado decir que esta serie de películas no es más que un collage de efectos especiales, muchas peleas y un argumento bastante repetitivo que siempre se inicia con un ataque de las fuerzas del mal contra las del bien, seguido de la huida y posterior reorganización de estas. Finalmente, un singular duelo entre el caballero Jedi de turno y un oscuro señor del Sith, mientras que a poca distancia se libra una feroz batalla de naves espaciales y algunos ejércitos terrestres, donde siempre los buenos salen ganando.

Otros dirán que se trata de simples películas comerciales, destinadas a ser productos de consumo y que en lugar de fines artísticos lo que persiguen es la mayor ganancia económica. Puede ser cierto: al fin y al cabo cuando se realiza una inversión lo primero que se busca es recuperarla y luego obtener utilidades, no hay que olvidar que el cine, donde quiera que se realice, es una industria que para sobrevivir necesita por lo menos evitar las perdidas.

Esto no debe quitarle merito a la producción, el hecho de ser comercial (y no del denominado cine-arte) no significa que sea de mala calidad, ni que deje de prestarse a la reflexión y al análisis. Al contrario, si usted observa con detenimiento cada uno de los episodios que hasta ahora componen la saga se dará cuenta de que George Lucas ha puesto en pantalla más que la tradicional lucha entre el bien y el mal. En primer lugar, porque “Star Wars” se presenta como un rescate de las leyendas y cuentos de la antigüedad donde se combina formidablemente la alta tecnología cibernética con la fantasía y el instinto aventurero propio de los cuentos infantiles de antaño.

En esta leyenda de la modernidad se ha transformado el “Erase una vez, en un reino...” por un “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana...”; los dragones son “Estrellas de la muerte”, terribles armas capaces de destruir planetas enteros, los guerreros que batallaban a lomo de briosos caballos y con pesadas espadas se convierten en caballeros de la orden Jedi que luchan a bordo de naves supersónicas y con livianísimos sables de luz, mientras que sus escuderos son simpáticos robots de pequeña estatura que protegen a princesas que salen de los castillos para unirse al combate.

Y a pesar de tanta sofisticación, se siguen conservando íntegros los elementos que componen la trama de un cuento de hadas: la lucha entre el bien y el mal donde un plebeyo de origen desconocido pelea por la libertad, la justicia y el amor de una hermosa princesa. Lucha que está santificada por valores como el honor, la amistad, la lealtad y, sin saberlo, el amor fraterno.

 

Así como los antiguos mitos eran un reflejo de la realidad de las culturas que los creaban, la saga retoma ciertos elementos característicos de la historia humana. La República Galáctica bien puede semejar a la antigua Roma o a la Francia revolucionaria, naciones donde la autoridad residía en un senado conformado por hombres probos y respetables, que poco a poco fue perdiendo prestigio hasta que algunos líderes con poder militar se adueñaron del gobierno, haciéndose llamar emperadores y transformando la antigua república en un poderoso imperio que con el pasar del tiempo se corrompió y fue destruido.

Los Caballeros Jedis, igual que sus contrapartes los oscuros Señores del Sith, asemejan a las ordenes iniciáticas de caballeros guerreros que decían luchar por nobles ideales y por su monarca (los señores de la Mesa Redonda, samuráis, templarios, mosqueteros, caballeros cruzados) o aquellas sociedades no tan hidalgas de fines menos loables (el Ku Kux Klan, las S.S.), que se sentían impulsados por una “Fuerza” sobrenatural.

Si a lo largo de los últimos 20 siglos, la mayor parte de las guerras se han producido por razones que mezclan lo económico, político y por sobre todo lo religioso, el conflicto que la saga presenta a lo largo de sus (casi) seis episodios tiene exactamente estos mismos elementos. Bajo la fachada de un conflicto comercial y de dominio político, se esconde la rivalidad entre dos facciones de una creencia seudo-religiosa, cada una atribuyéndose la posesión de la verdad y provocando un escalofriante derramamiento de sangre en nombre de unas creencias que en teoría buscan todo lo contrario. ¿Será que las guerras reales no han tenido motivaciones similares?, el hombre suele matar en nombre de la religión, una ideología o un partido político, aunque lo que busca realmente es aumentar su poder a costa de lo que sea, incluso de la vida de sus congeneres.

Finalmente, el tópico más característico en toda historia de ciencia-ficción: la automatización, que ni en la leyenda ni en la realidad resulta ser muy romántica. No es casualidad que el malvado sea mitad humano y mitad máquina y que sólo cuando se ha quitado la máscara recupere tanto su humanidad como su bondad. No puede existir una metáfora más clara sobre los peligros de la automatización: Darth Vader es la máquina fría y calculadora, mientras Anakín Skywalker es el ser humano bondadoso y espiritual.

Mac Luhan había sostenido que las tecnologías eran extensiones del cuerpo y el cerebro del hombre, pero al observar qué tipo de personajes protagonizan esta historia no sería arriesgado pensar que estas ya no son unas “extensiones”, sino que al contrario, se han convertido en el hombre mismo y lo empiezan a reemplazar. La tecnología actual permite fabricar “repuestos” del cuerpo humano y dentro de poco no será extraño encontrar maquinas que puedan pasar perfectamente por hombres de carne y hueso. El mayor problema está en si serán iguales al sencillo humano Anakin o a la terrible maquina de Darth Vader.

Ayer eran las leyendas y los cuentos de tradición oral los que nos emocionaban y asustaban, hoy son las imágenes del celuloide que al pretender divertirnos, explican el modo de ser del hombre. Más allá de vender juguetes, afiches, camisetas, discos o cualquier otro producto de merchandise, lo que se nos termina dando es una forma de interpretar la realidad, que ya aceptemos o no, hace parte de nuestra identidad como habitantes de este cercano planeta.

Si analizamos la saga de esta forma, Lucas tiene sobrados méritos al crear una galaxia que no es tan lejana como aparenta. No sólo por marcar un hito importante dentro del género de la ciencia-ficción, servir de comparación a guerras más reales en los años 80’s (Ronald Reagan) o al enfrentamiento entre Coca-Cola y Pepsi (Daniel Sámper P.). Su obra, muy difícil de superar, nos envía un mensaje de esperanza a los habitantes de esta cercana galaxia cada vez que nos repite: “... que la fuerza te acompañe”.



 

 
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