Adriana
es una hermosa mujer, madre de una niña de 7 años
y prostituta. No por necesidad sino por el gusto de encontrarse
con el vértigo cada noche en tres Whiskerías, o
a la salida después de llegar a un acuerdo con cualquier
cliente que propone una amanecida presta a cualquier desafuero
sexual y a un buen pago.
Nuestra cita fue a las 4:00 p.m. en el
tercer piso de la habitación de un motel ubicado en la
avenida Caracas con 61. Ingreso, la recepcionista me pregunta
sin dejar saludar, ¿Para dónde va? ; yo le doy el
número de habitación y el nombre de Adriana, ella
me indica que debo esperar. Al tiempo, aguanto la ansiedad por
sacar lo mejor de ella. Al cabo de tres minutos, la señora
cuelga un teléfono y le pide a un joven moreno, con el
rostro lleno de acné y una cachucha roja con unas letras
negras que dicen Kiss, que me acompañe hasta la habitación
304. Todo el tapete del recorrido es rojo, me limpio la suela
de las botas sobre un tapete de caucho verde transparente y cuando
levantó la mirada el joven ya no esta a la vista. Yo corro,
lo alcanzo en el segundo piso y al llegar al tercero me indica
la puerta y vuelve a bajar. Golpeo.
Adriana: Ola, usted si es cumplido, no
friegue. Pero siga que me estoy congelando.
Santiago Alfaro: Quiubo mona que más,
¿estaba durmiendo?
A: Uy sí. Ayer me pegue una farra
tenaz. Hubo Whisky, cerveza y perico, de todo. Mm, estuvo bueno.
–Al lado de la mesa de noche veo tres botellas de whisky
sello rojo, dos desocupadas y una por la mitad.
E.M: ¿A qué horas se acostó?.
A: Como a las nueve, eso fue con amanecida
y todo. El tipo estuvo acá. Es de la policía. Con
todo lo que se gasto en Whisky y perico al final me quería
conejear.
E.M: No joda. Usted debe estar muerta
de sueño.
A: Sí. Venga Santiago. Yo me acuesto
y usted se sienta y vamos charlando. – Adriana se quito
la toalla blanca que la cubría desde el pecho hasta las
rodillas, la tiro hacia una esquina y camino unos tres pasos para
llegar a la cama. Se acostó mientras organizaba una sabana
y una cobija para cubrirse, en el acto vi todo su sexo y sus senos
caían hacia los costados. Fue la primera y única
vez que la vi por entero desnuda. Mis ojos se detuvieron en sus
pezones rosados y me llegó a la mente la descripción
de un pezón en forma de fresa que hizo algún escritor
que no podía recordar en segundos. Estuve presto a sentarme
en la cama y no pensar en la entrevista, para una mejor entrevista.
Ella tiró la cobija, sentía calor. Lo note en sus
mejillas, estaban rojas.
E.M: A usted no le da miedo toda esta
vaina. – Percibí un olor a sexo muy fuerte. Me quite
la chaqueta mojada para colgarla en un gancho instalado muy cerca
de la puerta del baño.
A: Noho. Si uno tiene fe en que no le va a pasar nada, no pasa
nada.
E.M: Pero algo te puede pasar, hay clientes
muy agresivos.
A: A mí afortunadamente nunca me
han pegado.
E.M: Adriana, como va la universidad.
– Tiene unos ojos grandes, verdes y muy expresivos, que
observo fijamente y me acuerdo de sus estudios de sicología
en la universidad.
A: Voy en cuarto, pero este semestre aplacé.
Ya estoy haciendo las vueltas.
E.M: ¿Por qué escogiste
esa carrera?
A: Tu sabes. La sicología es importante
para los niños, todos los problemas empiezan desde la infancia
E.M: Cuánto llevas en este cuento.
A: Casi tres años. –Sirve
hasta la mitad whisky en dos vasos largos y me ofrece uno guiñándome
el ojo, yo no me puedo negar, le sonrió y trató
de expresarle ternura.
E.M: ¿Cómo empezaste?
A: Mire mijito, yo no ganaba nada, $240.000
dizque de secretaria ejecutiva en una inmobiliaria y el negocio
iba para abajo. Con una amiga pensamos en trabajar a doble jornada,
en el día el trabajo en la empresa y en la noche en un
sitio de juegos de azar. Pero no nos recibieron. Mi amiga vio
un aviso en el periódico para trabajar de meseras en un
sitio de la 92 con 15, y fuimos. Ahí empece. La primera
noche tome trago con un cliente joven, después de unas
horas me pregunto si yo sabía de esto, yo le dije que sí,
claro. Nos fuimos a la habitación y yo no sabía
que hacer, él me pidió que me desvistiera y yo le
dije “tomémonos un tragito primero”, él
mandó pedir una botella de ron, dos vasos de coca cola
y una caja de Marlboro, yo tome hasta emborracharme y hay si lo
pude hacer. Unos meses después me fui del negocio, porque
en esto todas las viejas son muy envidiosas y a mí me estaba
yendo muy bien. Pase a dos sitios mas de la quince hasta que el
negocio se puso malo por el problema del gobierno pasado y resulte
entre Linares, La Fuente y Chanteclaire. – La lluvia cesó
y a través de la cortina verde había una claridad.
Adriana estiro el cuello hacia atrás, levanto la mano derecha
y cogió el borde de la cortina para mirar el sol. Sonrió,
sus dientes eran perfectos y tenía unos labios rosados
carnosos que hacen un juego perfecto con su piel blanca.- Ya llegó
el mono a visitarme, todas las tardes viene, si ve que me quiere.
– Con un esfuerzo levantó más la cortina para
que yo lo viera, se dio cuenta que la sabana resbalaba y con la
mano izquierda la sostuvo sobre su pecho. Yo mire el sol, aunque
hubiera preferido sus senos, no importaba para eso habría
tiempo, pense, parecía que solo a ella la visitara. Estaba
puesto justo para mirarlo. Sentí el ruido de los buces
de la Avenida Caracas, deje dos libros sobre la cama que sostenía
habiendo perdido la conciencia de que los cargaba y me levante
e incline para mirar. Me di cuenta que afuera había otro
mundo...
E.M: No te sientes muy sola. Trabajando
de noche, y así: en la cama toda la tarde.
A: No. El trabajo es así. A mí
me llaman todos los días mis amigos, ¿Qué
raro, hoy nadie me ha llamado?
E.M: ¿Qué amigos te llaman?
A: Varios, hay un boyaco, jajaaa, pero
bien boyaco que esta por llamarme, me quiere muchísimo.
Quiere que me salga de esto, que vuelva a la universidad y nos
cuadremos en serio. – Recoge una cajetilla de cigarrillos
Mustang y una de fósforos, me ofrece y le hago seña
que no, ella prende un fósforo y enciende su cigarrillo
elegantemente.
E.M: ¿Y tú lo quieres en
serio?
A: Ay. Es buena gente. Él es un
ingeniero, trabaja para un dueño de fincas que tienen piscinas.
Y como ya sabes el trabajo de mi mamá es de venta de insumos
para la conservación de las piscinas, yo se lo mando y
él le da buenos contratos para la conservación del
agua. Estoy esperando que llame para un contrato de un millón
y medio.
E.M: Me resulta difícil pensar
como tienes presente el mundo de afuera con esta oscuridad en
plena tarde. Sabes una pequeña que conocí en El
Palacio del Baco me dijo después de perder un bebe, que
era niña, que en esta vida se aguanta de todo. Ella decía
vivir como las brujítas, que salen de noche hacer diabluras
y en la tarde se guardan para darlo todo en la noche siguiente,
pero bueno... Lo de ella era dramático, un día llegó
de Bucaramanga a Bogotá a trabajar de empleada del servicio,
el niño bonito de la casa se quería aprovechar de
ella un domingo en la cocina mientras sus padres estaban en misa.
Ella que es bajita pero valentona lo corto con el cuchillo de
cortar la carne, sobre el pecho y un brazo. – Le señale
tal como me lo había indicado ‘la pitufa’,
así le decían sus amigas en el oficio. Adriana me
miro con fastidio, seguí- el consentido de la casa salió
gritando a la calle y al tercer día la pitufa ya estaba
en la cárcel del buen pastor gracias a las palancas del
jefe de casa. Allí aprendió a trabajar en esto.
A: En esto se ve de todo. – Ella
se mira al frente, la pared que da a la puerta es un espejo completo,
del que salen líneas en diagonal desde los ángulos,
las líneas se encuentran en cualquier parte del espejo,
me desconcierta mirar esa pared con la adyacente que da a la mano
derecha de Adriana; también cubierta por un espejo donde
se refleja todo el cuarto, como en fragmentos. Recuerdo una novela
de Pär Lagerkvist donde un enano dice que “ A la humanidad
le agrada verse reflejada en espejos enturbiados.” Adriana
después de un letargo me mira con los ojos colorados- Soy
una brujita, ah, pero linda. –Me parece qué esta
agotada pero reanudo.
E.M: ¿Hay algún otro tipo?
A: Sí, lo hubo. Bueno, era un costeño
que me gustaba. Al comienzo casi no me gustaba, pero nos fuimos
entendiendo y poco a poco me iba atrayendo. Pero al final, un
día lo llame y me contesto una señora, yo pregunte
por Carlos Alberto y me preguntaron que para que lo necesitaba.
Yo no lo podía creer, le dije que era personal, y enseguida
me dijo que hablaba con la esposa. Me asombre y le dije espere
un momento, Carlos Alberto es un paisa soltero. Ella me dijo que
no, que este era un costeño y que acababan de tener un
hijo. –Adriana sonrió con picardía, y siguió.-
Yo me despedí muy amablemente y colgué. Al día
siguiente me llamó y de una le dije que no me volviera
a llamar, por dos razones: Porque un hijo jamás se niega
y por mentiroso. ¡Qué tal! - Me mostró una
argolla amarilla brillante con dos esmeraldas incrustadas. La
argolla cubría otro anillo que era de un tejido hecho en
oro en forma de rombo. - Se quedó un instante en silencio,
y me dijo- Esta argolla me la regaló él. Ese día
la tire en este cuarto, al día siguiente la volví
a buscar, estaba ahí –me señalo hacia la columna
que esta cubierta por espejos y ubicada en un extremo, cerca de
la esquina que une las dos paredes de vidrio-, como ella no tiene
la culpa. ¿Cierto qué se me ve linda?
E.M: Sí, preciosa...
A: Ay mire le cuento. Después me
volvió a llamar para decirme que me quería mucho,
que le perdonara, que él a esa vieja no la quería.
Además, que estaba cuidando el bebe y como él sabe
que yo tengo una niña, empezó a contarme que lo
habían dejado sólo y no sabía que hacer con
el bebe, porque lloraba mucho. Yo le dije que le calentara leche
en polvo y que a eso le añadiera unas góticas de
toronjil. Me volvió a llamar al rato y dijo que había
funcionado, bueno eso fue porque ya le había dicho que
si se trataba del niño me podía consultar. Ya me
tiene cansada, llama a cada rato para hacerme preguntas. Yo sé
que es un pretexto. – Adriana tuvo una niña a los
dieciséis años, cuando estaba en décimo grado.
Un año después, termino el bachillerato se caso
con el papá de la niña, pero según ella “eso
no funcionó.” La niña tiene siete años
y vive con los abuelos maternos en el barrio Villa del Prado,
Adriana dice siempre que esta muy bien; yo miro un par de dijes
que le cuelgan del cuello el primero tiene una “J”
y el segundo una “H”.
E.M: ¿Qué significan esas
dos letras, Adriana?
A.: Son las iniciales del papá
de mi hija. Se llama John Henrry.
E.M: ¿Te llevas bien con él?
A: Sí. Yo no lo quiero pero lo
estimo. Él va cada quince días a la casa a recoger
a la niña.
E.M: ¿Pero tú y él?
A: Por hay hablamos, pero poco. La otra
vez un amigo de él me vio en Chanteclaire y le contó,
él me llamó y me pregunto si yo andaba en estas,
yo le dije que no, “usted vera sí me cree, mire mijito
usted me conoció en mi casa, y ahí vera si le cree
a sus amigos o a mí”. – Estira los brazos y
se recoge el cabello, guiña el ojo y me muestra que tiene
calor. Su piel tiene los poros abiertos y es suave; le recorro
los brazos con la mirada, hay algunos lunares pequeños
y cafés que le adornan. Cuando se recoge el cabello con
la mano izquierda le observo unas delgadas trenzas verdes que
combinan muy bien con su ondulado natural amarillo. Tiene las
axilas bien depiladas.
E.M: ¿Ése cabello es verde
natural? - me rió, ella contesta y me regala la sonrisa
que espero.
A: Sí.
E.M: ¿Has pensado en volverte a
casar y tener otro bebé?
A: No que mamera. Aguantarse un tipo todos
los días. Yo no quiero tener más hijos, ¡Qué
tal! Traer mas gente a este mundo... Además a mí
me dijeron que cuando uno tiene muchos hijos los pezones se vuelven
negros, grandes y feos. – Pienso en fresas rosadas, veo
unas ciruelas amargas y negras.
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E.M:
Oiga mona, ¿usted por qué es tan linda? – Vuelve
a sonreír con picardía, me mira de soslayo y habla
entre dientes.
A: Ja, eso fue porque a
mí, “me hicieron con amor”.
E.M: Y así de linda...
¿Por qué esta vida, con este ritmo?
A: Mm. Lo que pasa es que,
a mí me gusta la vida como en las motos; uno va a toda, ja
a mil, avanza y avanza..... hasta que se estrella... pumm. Como
contra un muro, jajaaa, The Wall. Jajaaaa, y después... mira
a ver que hace. – Aspira una gran bocanada de humo y lo suelta
muy suave por la boca mirando hacia los espejos de nuevo.
E.M: Chévere ¿No?
- Se me ocurre Pulp Fiction de Tarantino. Veo una moto. Travolta
va manejando, una cinta negra que sale de su cuello, su camisa blanca
que brilla, y se prende la moto... Fuumm Fumm, siento en mí
cabeza con los tragos de Whisky la canción de la banda sonora
de la película: “Zed’s Dead, Baby.” -Te
viste Pulp Fiction. – Afirmo.
A: Sí. ¡Que
putería! Me gusto artísimo, de lo mejor que he visto.
Cómo una moto, ¡Usted sí me entiende! Sabe,
una vez otro policía me pago y a la una cuando salimos del
sitio me robo una pulsera y salió corriendo en su moto. Yo
cogí un taxi que lo persiguió y cuando lo íbamos
alcanzando le grite que esa pulsera era de fantasía. Ja ja
E.M: ¿Y quién
no te entiende?
A: Ah. Es que aquí
viene mucho bobito que solo quiere tirar y averiguarle la vida a
uno sin mas ni más. –Sacude el vaso de Whisky y se
da cuenta que máximo le aguanta dos sorbos, me va sonriendo,
se va recostando más hasta estirar el brazo izquierdo y saca
una cerveza en lata bajo la cama. Yo la veo toda despernancada.
Me gusta despernancada. Respiro fuerte y adrede; el olor a sexo
y a trago. Me sonríe, se encoge y suelta los hombros dos
veces. Me fascina... Con la mano derecha estira los dedos agarra
la cerveza y el vaso de whisky para oprimir el play de un casete
con la mano izquierda, y la música empieza a sonar. Es ‘Mana’,
a todas les gusta ‘Mana.’ Se sirve -Présteme
el vaso y le sirvo. –Le estiro el vaso y ella se pasa de generosa.
E.M: Mona sabe, usted me
cae muy bien. Cuénteme, porque a todas les gusta Mana. Cuando
eso sonaba en la 58, en la madrugada, ¿Se acuerda?, Todos
salían a bailar.
A: Sí. Lo que pasa
es que en las madrugadas la gente ya tiene un ritmo muy fuerte y
andarse zarandeando a paso de vallenato no funciona, ni porque fuera
“Mágico”, ¡Qué vallenato, eh! La
gente no quiere dormirse. Oiga quiubo de Nando.
E.M: Va bien. – Nando
estudia sicología en Uniandes, con él conocí
a Adriana en Chanteclaire. Después nos fuimos a la 58, Los
Billares, buen sitio, avenida Caracas 58-44. Cuando la policía
deja trabajar hay horario continuo, si no cierran a la una de la
mañana y vuelven a abrir a las 6 a.m. Nando lo llama, ‘mí
segundo hogar’. Él no estudia sicología por
las mismas razones de Adriana. Nando dice que la sicología
sólo sirve para solucionar los problemas de los demás
cuando uno no es capaz de solucionar los propios, y así se
ejerce y se va ganando la vida fácil.
A: Nando es un cuento. Yo
nunca había visto a Sandra llorar por alguien, con el temple
que tiene esa mujer, me sorprendió.
E.M: Sí. Es que Nando
tiene su toque. La enamoro a punta de salidas a ver teatro y rumbas
de salsa. Me acuerdo cuando me contó que se había
llevado a Sandra a ver el estreno de La Orestiada en el Teatro Libre
de Chapinero porque la cultura es para todos, y más si era
para celebrar los 50 años de la universidad, luego me dijo
que enseguida la acompaño a La Fuente para que ella trabajara
mientras él tomaba cerveza.
A: Allá no les venden
cerveza a los clientes.
E.M: Sí. Pero usted
sabe como es Sandra.
A: Es la patada. No entiendo
como dejaba esos tres niños encerrados todo el día
en el cuarto, hasta los fines de semana. Mm y eso armaba unos rumbonones,
aquí en mí habitación, haciendo un desorden...
Por eso peleamos. –Sentía que el rostro de Adriana
se iba entre los espejos mientras empezaba a sonar “Huele
a Tristeza”, siguió – A ella la echaron de Chanteclaire
por andar vendiendo perico, a mí me querían meter
en ese problema, pero el Barman hablo y me dejaron en paz. –Se
detiene el tiempo y escuchamos la música. Le señalo
el baño, ella hace ademán de que sí, me paro
y voy para allá...
Sólo huele a tristeza, huele a soledad
en mis ojos perdidos, sólo hay humedad
siento un grande vacío en mi corazón,
Siento escalofríos de ansiedad. (...)
E.M: Era difícil que ese amor continuara. Nando tiene sus
vainas y su gente, además, a él le gusta andar con
varias mujeres, para él cuando empieza un romance siempre
dice “la mamá de mis hijos” y cuando se cansa
se siente sólo y termina pregonando: Necesito amor.
A: Ustedes como que son
bien perritos.
E.M: Yo no. No sirvo para
eso.
A: Que va, no le creo. Perritooo.
E.M: Creamé, en serio.
No tengo nada a favor ni en contra, es cosa de carácter,
no de fidelidad. –Me desagrada el tema.
A: Todos ustedes son así.
E.M: ¿Ustedes por
qué tienen esa idea?
A: Uno ya los conoce...
E.M: Bueno. No tiene caso.
– Adriana se suelta el cabello y se lo vuelve a coger. Me
acuerdo que a Nando y a mí nos había contado que se
separo de John Henrry porque un día se mandó cortar
el cabello y al esposo no le gusto. Y listo. Se acabo el matrimonio.
Le sonrío y ella con la mano derecha se toma la sabana y
se inclina para coger un libro, lo recuesta en su estomago y abre
una página.
Pegasos, lindos pegasos
caballitos de madera
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yo conocí, siendo niño
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
- Miro una de sus muñecas
llena de esclavas. Hay una muy hermosa.
A: ¡Qué lindo!
Esto esta como para leérselo a mí hija. ¿Esté
libro de dónde es?
E.M: De una biblioteca pública.
Nunca compro libros.
A: Mm. Ya veo. - Miró
la siguiente página.
Poeta ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado
tengo en monedas de cobre
el oro de ayer cambiado.
A: Uy, esto no me gusta, tomé.
E.M: Esa es la vida, linda.
Es Antonio Machado, me gusta.
A: Sí. Yo sé.
E.M: Qué me gusta
Machado.
A: No sea bobo. La vida.
Me esta cogiendo la noche y tengo que ir al salón de belleza,
mire como tengo estas uñas y el cabello. Voy a que me lo
arreglen y sigo para La Fuente, hoy no voy para la 64. Necesito
plata.
E.M: Espere. Esa esclava
tan bonita dónde la consiguió.
A: Ja. Una vez me acosté
con un estudiante de la universidad Javeriana. Me dijo que me pagaba
cuarenta mil pesos, yo no le acepte, pero él insistió
y me llevo a unas residencias estudiantiles. Cuando nos fuimos acostar
el dejo la plata sobre un chifonier y lo hicimos. Después
el se paró, yo vi que cogió la plata y se la llevo
al baño. Me quede callada y cuando me iba se la pedí
y el se negó, diciendo que yo la debía tener. Usted
me conoce. Usted sabe como soy. Se me vino la sangre arriba y le
arme un escándalo. Él se fue asustado a otro cuarto
y me consiguió diez mil pesos. Yo insistí y se quitó
la esclava con rabia, de mala se la acepte.
E.M: Cada joya que tienes
es una historia.
A: Sí. Espere. El
tipo después fue a La Fuente y se me arrodillaba diciéndome
que la pulsera era de la mamá, luego que de la novia y así...
Hasta que me dijo que estaba enamorado de mí y que la pulsera
no le importaba, que quería estar conmigo. Yo tengo una espinita
para esos javerianitos. Mm. Casi no me lo quito de encima. Eso se
me arrodillaba en el centro de la pista, me suplicaba y de todo.
La gente se reía, hasta que se aburrió y se fue.
E.M: Usted siempre es así.
A: No doy puntada sin dedal.
– Se encoge doblando las rodillas e inclina la espalda y aprieta
sus senos entre la sabana y el regazo. Me sonríe y me pica
el ojo derecho.- Yo voy a ritmo de una Suzuki con una cilindrada
bien alta.
E.M: Jajaaaa.
A: Uy una vez andaba muy
mal y una amiga me dijo que fuéramos a trabajar en un restaurante
en Guasca. Yo la acompañe y me toco hasta trapear, nos dieron
comida y dormida y, cuando se acabo el puente festivo, la administradora
que era más mala nos dijo que la estadía era el pago.
Mejor dicho casi no nos da ni para el transporte de vuelta. Como
un mes después volví con un mafioso con guardaespaldas
y todo y pedí de todo. Le dije a Nestor que ofreciera platos
en otras mesas, él me hizo caso... Así lo hicimos.
Al final nos cobraron casi quinientos mil pesos y Nestor se negó.
Llamaron a la administradora y Nestor sino es porque yo lo paro
le manda la botella de Whisky en la cabeza a esa vieja. Ag, esa
señora lloraba de la rabia... Así soy yo, no me dejo
de nadie. A mí quien me toca me toca... Bueno Santiago, yo
me tengo que ir.
- Cojo mis libros, Adriana se toma decidida el último sorbo
de Whisky con Cerveza y yo me voy inclinando hasta darle un beso
en la mejilla. Dejo el vaso en la mesa de noche, recojo mí
chaqueta y le doy media vuelta a la cama mirándome en los
espejos, miró todo lo que hay sobre una mesa que esta detrás
de la columna cubierta de espejos; cepillos, carteras, una maleta,
un par de jeans, ropa interior negra y roja, más espejos
y un paquete que envuelve unas pastillas.
E.M: ¿Éstos
son óvulos?
A: Sí.
E.M: ¿Para qué
sirven? -Adriana se vuelve a despernancar y suspira con fatiga.
A: Después de una
noche me lavó, me los meto y eso me absorbe todo lo que tengo
y luego me vuelvo a bañar y listo.
E.M: Bueno. Así es.
Buena noche linda. Cuando nos volvemos a ver.
A: El próximo año.
No. El próximo siglo, mejor el próximo milenio. Sí.
– Me inclinó pongo mi mano derecha en el pecho y me
despido.
E.M: Ajá. Suerte.
Salgo del cuarto despacio
y me voy caminado desconcertado. Llego al primer piso y me despido
de la recepcionista que me responde. Entonces me doy cuenta de que
es otra y que ya son más de las seis, y hubo cambio de turno.
Al salir volteo para ver el edificio. Es triste. Lo único
que resalta es un aviso de color fucsia y rosado cerca de la esquina
del costado del norte, FREE WOMEN. Pienso que Adriana no ha trabajado
allí, pero ese es el problema: Es demasiado libre. Nando
piensa que lo más importante en la vida es la libertad. ¡Al
diablo! Sacó el walkman del bolsillo de mi chaqueta y escucho
justo ‘Zed’s Dead, Baby’. Un mes después
volví y el botones me dijo que Adriana se había ido.
Busque a Sandra y me contó que Adriana estaba en Aruba mejorando
su situación económica con el turismo y su oficio.
Hasta Adriana se fue...
*
Enrique Martínez es periodista y lliterato.
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