Totalmente
convencido de lo inoficioso del tema que voy a tratar, ofrezco
de antemano excusas a quien por error o por falta de algo mejor
que hacer, se haya encontrado con este patético relato,
cuya duración debo reconocer con humildad es inversamente
proporcional a su calidad literaria.
Y es que el tema que traigo
a discusión, entiendo, es uno de aquellos que logran como
pocos, originar posiciones tan encontradas como hipócritas
(característica ancestral de nuestro noble pueblo, que
data desde los inmemoriales inicios de nuestra nada noble estirpe
tropical).
Como habrán podido
adivinar (espero que no) el tema de esta vez es Padres e hijos,
ese delicioso seriado del medio-día (ahora entiendo por
qué cada vez más posicionado en el horario “prime
time” de tres de la tarde).
Pero lo más sorprendente
de este vano relato, es que no se trata de uno de aquellos repetitivos
y aburridos discursos caracterizados por esa innumerable sarta
de insultos e improperios proferidos en contra de tan loable proyecto
que la gente suele hacer en público, como táctica
de pseudo-intelectualidad, con propósitos de seducción,
o simplemente por hacer conversación. No, nada de eso,
Lo que en esta ocasión me trae aquí es la necesidad
de defender a todo honor, la importancia que este seriado ha tenido
en el desarrollo personal de miles colombianos, que sin duda alguna
(aunque a viva voz no hagan sino renegar de él) han tomado
como propias las bellas enseñanzas que día tras
día, al final de cada emisión nos presenta, en la
dulce voz de alguno de estos nobles personajes.
Mi situación actual,
saturada con aburridas y mal-pagas obligaciones laborales y algunos
compromisos académicos, ha logrado lo que no pudo hacer
durante muchos años la crítica de TV especializada:
alejarme de Padres e hijos. Esto me obliga a mirar atrás
y redescubrir lo olvidado. He aquí mi incompleta retrospectiva:
Creo que fue durante las postrimerías de 1993, época
en la que mis padres ejercían aún de forma infructuosa
llamados al orden para poder conducirme por el camino del bien
y de la religión, a uno de tantos cursos libres famosos
en el municipio donde solía tener residencia (guitarra,
violín, flauta, natación, niños exploradores;
LÉASE VOI ESCAUS; infancia misionera, etc...) actividades
que con más pena que gloria jamás pude concluir
o rechacé de forma tajante;
Sí. Fue en ese
tiempo cuando tuve mi primer acercamiento con la luz. De aquella
época recuerdo de forma errática los deliciosos
berrinches de una patoja Daniela, la frondosa cabellera de un
pragmático Carlos Alberto, la rebeldía sin causa
de un Federico (cuyo intérprete es merecedor de varios
volúmenes de improductiva y mordaz crítica) y la
figura perdida en el tiempo de una autoritaria Ana María.
Durante esos años
creo que varios conceptos del programa trataron de ser replicados
en la cotidianeidad por este novato adolescente, con resultados
que aun sigo sin explicarme porque, terminaban siempre en los
más rotundos fracasos.
Mi personaje favorito
(creo que por ser cronológicamente algo contemporáneo
con mi situación) siempre fue Daniela. Aún saboreo
con nostalgia la época de sus primeros amores con Marcos,
aquel galancete de establo, que en uno de aquellos innumerables
paseos a tierra caliente que tan pujante empresa familiar solía
llevar a cabo, haciendo gala de su innegable aire montés,
flechó a nuestra esbelta jovenzuela, llevándola
por un infinito de situaciones que francamente superaban lo para
mí comprensible en aquella época.
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De
Marcos (desconozco el nombre que suele llevar en su tragicomedia
real) debo decir, que al parecer lidera en la actualidad un proyecto
musical que ejerce sobre mi organismo inmediatos efectos vomitivos
tan solo al escucharlo, y que además lleva por nombre ZIP.
Espero que tal nombre surta sobre los integrantes de este “power
trío” los mismos efectos que su cuasi-homólogo
de la informática (WIN-ZIP) ejerce sobre nuestros preciosos
archivos, solo que esta vez tal efecto ojalá logre no la
compresión parcial, sino la extinción total de este
inquietante platillo musical.
La llegada al final de la
educación secundaria de Dani y su posterior incertidumbre
a la hora de elegir su destino profesional, coincidieron con mis
dudas y mis cuestionamientos acerca del futuro, sólo que
en esa ocasión ella me falló, pues las alternativas
que tenía en cuenta para su futuro profesional (Diseño
de modas, dramaturgia) se alejaban de forma dramática de
mis intereses elegidos (El Agro Sí, el Agro).
Siguieron la adultez, o
pre-adultez y con ella la inversión los modelos de estética
femenina que Dani siempre ha podido ejercer sobre el contingente
de varones de la serie, que inexplicablemente en ocasiones originó
que alguno de ellos, llegara al extremo de preferir a Dani, por
encima de una voluptuosa y pícara Catalina Maya.
Pero nada que hacer, Dani
me ganó, con varios matrimonios encima, diversidad de oficios
(todos ellos exitosos) dejó por el piso mi honor superándome
en todos los campos de la vida.
Siguiendo con esta cronología
televisiva, es imposible dejar pasar, algunos de los momentos memorables:
Aún recuerdo con
delirio la partida de Fede a España, sus efímeros
regresos (alguna vez como Papá Noel); La llegada de mi segundo
favorito (Pablito, quien merece su propia serie), la muerte de la
Matriarca del medio-día (Ana María), (muerte que llegó
a conmoverme más que la de varias tías-abuelas de
la época). La llegada de Manolo, que digo, de nuestro Manolo
Cardona, a una carrera que lo conduciría a los más
altos niveles de sintonía en posteriores producciones.
Y una perla final, para
aquellos que aun soportan este martirio literario, el moderno grupo
adolescente de serie ostenta el record mundial de salidas victoriosas
de secuestros sucesivos (mas de 9 calculo), captores que han pasado
desde los grupos de extrema izquierda y derecha, hampones de baja
monta, hasta gamonales-mafiosos de pueblo.
¡Qué tristeza!
en este momento exacto, me encantaría enfrentarme a la agradable
descarga catódica de la tarde ofrecida por Padres e hijos,
mientras acompaño este delicioso platillo preparado a base
del más adiposo marrano de la región que tuve a bien
consumir por efecto de mi trabajo, en un perdido paraje de nuestra
magna geografía sabanera Pero es imposible, los buenos tiempos
se han marchado y por más que intente no podré conocer
de primera mano los detalles que acompañan el desenlace del
reality que actualmente se desarrolla en la serie (según
versiones de mis amigos en desgracia).
¿¿Ganarán
Yuri y Caliche??
¿¿Retornarán Esteban y Charlie a la casa estudio??
Creo que nunca lo sabré.
*Por
una grata equivocación, Miguel Andrés Amado arribó
al sitio internet de La Silla Eléctrica. Su mala suerte lo
llevó, incluso, a leer la totalidad de la Crónica
de una generación despistada, a oír el programa....
y lo que es más.... a enviar esta invaluable colaboración.
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