Las
búsquedas que tienen en su horizonte la idea de la diferencia
usualmente resultan infructuosas. No quiero decir con esto que
estemos inmersos en una realidad dogmática, si se me permite
el término, que no permita pensar lo otro; a lo que quiero
aludir con mi afirmación inicial es a que muchas veces
las búsquedas a las que aquí me refiero, pierden
su esencia y se convierten en un reencontrar o releer de ciertas
ideas o tendencias que ya estaban presentes.
Una de estas relecturas/ reencuentros creo que es el que puede
entreverse en las consideraciones que suelen hacerse sobre el
arte alternativo y, en general, sobre todos aquellos campos del
saber humano que pueden ser calificados con este adjetivo. Al
pensar lo alternativo no se me ocurre más que recurrir
a lo que yo mismo he vivido y experimentado como alternativo:
la música (y el arte en general), y la apariencia desde
lo estético, las ideas y los modos de ser (en) y con el
mundo desde lo intelectual.
Parecería que lo que subyace bajo la idea de lo alternativo
es siempre una búsqueda: por la diferencia, la resistencia
y algún tipo de reivindicación. Lo alternativo plantea
nuevas formas de entender la interacción y de proyectarse
hacia el entorno. Intentaré ser un poco más claro:
desde lo que he podido percibir, lo alternativo, al menos en lo
referente a lo estético y lo ideológico, plantea
una clara tendencia hacia la resistencia y hacia un desvelarse
ante el entorno que pone sobre la mesa el hecho mismo de que se
persigue sentar y establecer los pilares de la diferencia. Piedra
angular de las búsquedas de lo alternativo es la intención
de marcar un cisma con el orden previamente establecido y proponer
nuevos usos y reinterpretaciones de elementos que la tendencia
del sistema ha hecho caer en la mismidad y la repetición.
De este modo me sobrevienen, de nuevo, las preguntas: ¿qué
es lo alternativo? ¿cómo debe ser pensado?
Probablemente una de las maneras de explicar cómo se da
el fenómeno de lo alternativo en el arte es el rock.
Desde sus mismos inicios se proyectó hacia su entorno como
una fuerza diferente, devastadora, incendiaria: como algo
diferente. Es además interesante desde su perspectiva
sociológica porque desde los años cincuenta en adelante,
el rock se ha convertido en una manifestación
estética cuyo consumo ha adquirido dimensiones planetarias
y que se ha propagado a lo largo y ancho del andamiaje social.
Para explicar esto con algún detalle saldré de la
panorámica latinoamericana e iré a la génesis
del fenómeno (y a los cultural studies) para,
de este modo, intentar desentrañar el fenómeno de
lo alternativo desde una perspectiva estética y cultural.
En los inicios mismos del rock hay una búsqueda
de una salida de la marginalidad y de la mismidad a través
de las manifestaciones estéticas y, en medio de esa búsqueda,
hay una propuesta contracultural que arremete contra los estándares
triunfalistas manejados por la sociedad inglesa de la posguerra.
El elemento clave para entender el desenvolvimiento de este proceso
es la idea de la búsqueda de nuevas significaciones. Lo
que busca inconscientemente el naciente movimiento es hacer una
relectura de todo aquello que se daba por descontado en la cotidianidad
y que sólo era visible para las clases burguesas: al obrero
ciertas cosas (la mayoría) le estaban veladas.
Así, dentro de los barrios marginales de ciudades como
Birmingham, Sheffield, Londres y Liverpool se empiezan a dar ciertos
procesos de fractura cultural que habrían de cambiar para
siempre las concepciones estéticas de la tardo modernidad
y la posmodernidad. Por un lado, surgen propuestas como la de
los Beatles, representantes directos de la clase obrera, al menos
en sus épocas de residentes en el Cavern Club. Posteriormente
el panorama inglés se ve multiplicado con bandas que proclaman
el nacimiento de una nueva estética, que trasciende los
límites de lo visual, para convertirse en una forma de
desplegar la propia individualidad; entre ellos están los
Rolling Stones, The Animals y The Who.
Sobre
estas huellas se inventa una nueva manera de concebir
la cultura en el S. XX. Hacia 1968 hay propuestas como la de Black
Sabbath, quienes en búsqueda de nuevas respuestas apuestan
por el oscurantismo y los temas ocultos. El aparente satanismo
es el resultado de una exploración en otros parajes del
sujeto; lugares que hasta ese momento habían permanecido
inexplorados por las culturas populares. Desde el rock
se redefine el lenguaje y las palabras cobran significado en la
medida en que el receptor quiera moldearlas. En ciertos pasajes
de la canción War Pigs (Cerdos de Guerra) de Black Sabbath
puede oírse:
“Politicians hide themselves away / They only started
the war/ Why should they go out to fight?/ They leave their role
to the poor, yeah / Time will tell on their power minds,/ Making
war just for fun/ Treating people just like pawns in chess,/ Wait
'till their judgment day comes, yeah”
Resulta
evidente que es la clase obrera la que habla aquí. Hay
una total desilusión acerca del sistema y acerca de la
política de la Corona. Los cultural studies dan
cuenta de estos fenómenos y buscan acercarse a ellos. El
rock se convierte en la máxima expresión
de las clases de abajo. Por medio del rock la marginalidad
y la mismidad desaparecen paulatinamente. Desaparecen para convertirse
en escándalos. Escándalo que no es otra cosa que
un retrato realista de la sociedad. Cuando este retrato se convierte
en manifestación social nace la cultura del pobre.
Sobre estas nuevas maneras de ver y “dibujar” la realidad,
creo que se puede ver cómo se reformula la cultura popular
y el arte abre a sus consumidores de manera explícita una
nueva posibilidad: la de encontrar la singularidad. Con la entrada
en el mercado la frialdad que inicialmente mostrara el entorno
empieza a desaparecer y un halo de popularidad rodea a quienes
hasta ese entonces habían permanecido en los márgenes.
Los ejes de las prioridades se desplazan y las nuevas propuestas
se catapultan hacia la luz. Las nuevas manifestaciones adquieren
su propio brillo y visibilidad pues buscan hacer nuevas preguntas
y, a la vez, ofrecer nuevas respuestas a partir del empleo de
toda una nueva gramática que involucra el vestido, el cuerpo
y el instrumento.
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Por
supuesto que estas nuevas búsquedas no se hacen sólo
a través de la música. Basta pensar en las Campbell
Soups de Andy Warhol, que se convierten en la resignificación
del objeto, en “el resultado de toda pretensión del
sujeto de interpretar al mundo; son el resultado de la elevación
de la imagen a la figuración pura sin la más mínima
transfiguración” (Baudrillard 1997:26). Todo lo que
alguna vez estuviera perdido en el underground entra a ser protagonista
del nuevo patrimonio simbólico, de la cultura.
Los cultural
studies vuelven su atención hacia procesos culturales
que se gestaban lenta pero sólidamente en medio de la invisibilidad.
En el caso del rock, con el camino abierto en Estados Unidos
por personajes como Chuck Berry y Elvis Presley, los británicos
entran con fuerza en el mundo de la cultura popular. Aunque sean
los cultural studies los que por primera vez hayan tenido estas
manifestaciones populares como objeto de estudio, nunca más
se podrá volver a hablar de rock en términos
británicos: para fines de los setenta será una manifestación
popular de envergadura mundial, que rompía inclusive con
las berreras del lenguaje.
Hecho este excurso por los orígenes y las nuevas significaciones
que planteó el rock en la escena anglo, podemos
intentar pensarlo como un fenómeno global e intentar mapear
sus posibles modos de actuar en un ámbito latino para, de
este modo, intentar descifrar la idea de lo alternativo.
Como lo decía algunas líneas arriba, el rock
se ha convertido en un fenómeno de alcances planetarios:
hoy por hoy se hace rock en muchos idiomas y sus formas
de mostrarse como manifestación estética han sugerido
un sin igual sincretismo entre referentes locales y globales. Latinoamérica
ha sido uno de los campos más prolíficos en lo que
se refiere a estos sincretismos. Países como Argentina y
México han sido pioneros en la producción de rock
en español y, desde la década del noventa, en Colombia
el género se ha masificado. ¿Cómo se incorporan
las dinámicas de lo alternativo en este proceso?
Varias posibilidades:
1. Hay abiertas búsquedas
contraculturales en el contenido de las obras. El resultado mismo
de la manifestación estética es un separarse de lo
establecido y lo hegemónico que da paso a significaciones
y sentidos nuevos dentro de quienes lo consumen.
2. Directamente relacionado con el punto anterior, está la
idea de las actitudes políticas que se asumen por medio del
rock y que, de un modo u otro, determinan el actuar social
del sujeto/ consumidor que resiste al sistema desde lo
estético.
3. En las manifestaciones latinas del rock, lo tradicional
y lo popular cobra nuevos significados y se da una interesante yuxtaposición
de estéticas que determinan un nuevo modo de entender y proyectar
la cultura: un modo alternativo.
Basta pensar
en las recuperaciones que han hecho bandas como Aterciopelados y
Sepultura de sus referentes locales. En el primer caso, por medio
de la imagen de una vocalista se ha logrado una manera casi kitsch
de proyectar el rock, en la cual la Fender Stratocaster
aparece al lado del Divino Niño del 20 de Julio. Sepultura,
por su parte ha integrado el Metal con elementos tradicionales brasileros
y líricas de corte eminentemente político que dan
como resultado un “metal latinizado” que lucha contra
el sistema. El rock se convierte en el nicho de la convergencia
de lo local con lo global y en un fuerte y poderoso dispositivo
de resistencia contra la tradición hegemónica.
Desde estas dos perspectivas
planteadas en el punto 3 puede empezar a comprenderse la idea de
lo alternativo como una especie de ámbito en el que se determinan
nuevos usos y se hacen relecturas (o lecturas alternativas) de elementos
preexistentes.
Me parece entonces, que lo alternativo subyace en la idea que se
tenga del uso del capital simbólico: lo que para cierto tipo
de receptores/ consumidores puede resultar alternativo, para otros
puede no serlo. ¿Qué entra en juego aquí? Las
condiciones de quienes leen y decodifican los mensajes y el sistema
de opiniones que cada uno tiene. Es desde allí, desde los
pre-juicios que cada sujeto podrá juzgar o no si ciertas
prácticas y modos de cultura (espero se me permita este término)
son alternativos o no.
Por ejemplo, y con esto quisiera finalizar, el punk y el
grunge han sido considerados dos hitos de la cultura alternativa
en la medida en que, de algún modo, han puesto sobre la mesa
todos los elementos que hasta aquí he enumerado. Desde una
perspectiva local, el punk sigue siendo parte de la cultura
underground y desde allí continua desempeñando su
rol de dispositivo contracultural. Existen bandas como I.R.A que
llevan 17 años en la escena y son desconocidas para la mayoría
del público. Como ésta hay muchas bandas en Colombia.
Ahora bien, en el panorama anglo parece no suceder lo mismo. las
revoluciones del punk y del grunge son prueba
de ello. La primera, ocurrida a fines de los setenta fue una manifestación
efímera de la lucha de los jóvenes ingleses contra
la intelectualización y ‘decadencia’ del rock
de su época; la segunda una búsqueda desde Seattle
por la esencia del rock, que se había perdido tras
el fashion propio de la década del ochenta. El resultado
fue el mismo: se convirtieron en productos de consumo masivo y sus
protagonistas en superestrellas. ¿Somos alternativos aquí
y allí no?
¿Qué es entonces lo alternativo? Una intuición
del espíritu.
*Sergio
Roncallo Dow es filósofo, músico y escritor. Entre
sus innumerables aportes a la cultura se encuentran Pollito Chicken,
reconocida banda bogotana, Los Gemelos Fantásticos y, más
recientemente, Los Pusilánimes y los Hermanos precarios.
Por si esto fuera poco Sergio es colaborador ad honorem de La Silla
Eléctrica como productor musical, locutor y escritor.
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