La
Flauta Mágica (Die Zauberflöte), creación de
Wolfgang Amadeus Mozart, con la autoría del libreto, al
menos parcial, de Emmanuel Schikaneder, quien era el director
de la compañía que la presentó originalmente.
Esta obra se montó en Bogotá y fue exhibida en el
teatro Jorge Eliécer Gaitán, con el criterio, un
riesgo calculado, de articular la puesta en escena aunada a un
lenguaje contemporáneo.
Dicho compromiso estuvo a cargo de Rolf Abderhalden, director
y creador de Mapa Teatro, aunque sus hermanas Heide y Elizabeth
pusieron su granito de arena. El vestuario estuvo a cargo de esta
última.
Antes de seguir con la Flauta, creo que puede ser divertido saber
algo de la época y de lo que sucedió en la Viena
de ese entonces.
Viena fue durante mucho tiempo el corazón del Sacro imperio
Romano, lugar donde los Habsburgo tenían su residencia.
Familia que era originaria de Suabia en Alemania, y que tuvo vínculos
hasta con España, cuando Felipe el Hermoso se casa con
Juana de Aragón, hija de los Reyes Católicos, también
conocida con posterioridad como la Loca.
En Austria, la música era algo tan natural como el aire,
pero particularmente los vieneses eran quienes se habían
entregado a los placeres del pensamiento y de los sentidos volviendo
tal actitud casi como una tradición, la cual hacía
parte inherente de sus existencias.
En esa ciudad, la vida
era entendida como un arte, como una actividad sagrada y sin entrar
en contradicción alguna, a la vez la concebían como
un juego, en el cual debía primar el buen gusto tanto para
las artes en general, como para todo lo que tuviera que ver con
la cotidianidad.
Los vieneses valoraron el entorno natural que los envolvía.
De este modo, al río Danubio que baña a Viena y
al bello paisaje que lo enmarca, lo apreciaron a tal punto que
les sirvió de inspiración para sus creaciones y
como espacio donde se inscribieron los bailes, la música.
Otra característica que vale la pena resaltar de ese mundo
de exaltación de los sentidos, es el idioma alemán
que se habla en Viena y sus alrededores, pues allí éste
se pronuncia de un modo más atenuado, suave y dulce, que
en otras partes donde esta lengua es de uso común.
Probablemente parte de
la tradición del amor por las artes y la buena vida provino
de sus mismos gobernantes, pues los reyes austriacos Fernando
III, Leopoldo I, José I y Carlos IV, quienes reinaron entre
1637 y 1740, fueron a su vez consumados compositores e intérpretes.
Al punto que su lema de gobierno fue: la lira es más poderosa
que la espada.
Viena también fue la ciudad donde concluyeron las guerras
que se efectuaron entre cristianos y musulmanes, por lo menos
en territorio europeo.
Recordemos que los turcos ejercían su dominio sobre una
extensa región de los Balcanes y de Grecia. La lucha entre
la religión musulmana y la cristiana, con los ejércitos
del imperio otomano alcanzaron a llegar a las mismas puertas de
la ilustre Viena por última vez en 1683.
La derrota turca se dio gracias a la alianza, rara, por que no
eran gobiernos que fueran muy amigos entre sí, entre Polonia,
Rusia, Austria y Venecia.
Pero los turcos dejaron de todas formas su huella en Viena y en
Europa. La que aun se puede ver hoy en día, pues por ejemplo,
el pan que tiene forma de media luna y que luego llegó
a Francia, proviene de esa cultura. Lo mismo ocurre con los pasteles
decorados con crema batida.
La música también se permeó con el encuentro
bélico entre culturas tan disímiles pues los sonidos
que les parecían exóticos también apasionaron
a los vieneses.
Música cuya puesta en escena en muchas ocasiones tenía
lugar en los cafés cuyo origen también era turco.
Para la muestra, Bach tocó en la cafetería Zimmerman
en Leipzig.
Muchos otros eventos musicales tuvieron lugar en torno al café,
pero también en torno a la cerveza se gestaron las artes,
pues la dorada bebida se expedía en la competencia de éstos,
las tabernas, sitios de reunión multitudinarios.
A Mozart, quien había nacido en 1756, 73 años después
de la última reyerta, se le puede encontrar aun la influencia
del exotismo turco, así como es factible percibirla en
Haydn, en Beethoven y en muchos otros destacados compositores.
Hay que anotar que los platillos y tambores que algunos creadores
le otorgaron a la música turca, no tenían relación
alguna con ésta, pues eran tan sólo producto de
sus fantasías o interpretación personalísima
de lo que consideraban lo exótico.
Circunstancia que la hace aun más interesante, porque hasta
el ensueño, o cómo se percibe el enemigo desde el
imaginario, se inscribieron en las notas musicales de algunos
compositores.
Ya que menciono la fecha de nacimiento de Mozart, quiero agregarle
a la fecha mencionada, otra: 1753. Tres años antes del
nacimiento del importante compositor había sido nombrado
en la Nueva granada el joven Virrey José Solís Folch
de Cardona, el cual provenía de la más alta nobleza
española.
No se sabe a ciencia cierta por qué el ilustre Virrey vino
a estas tierras, pero parece ser que el gran amor que sentía
por los placeres de la carne hizo que su familia prefiriera prevenir
antes de curar.
En este paréntesis, vale la pena mencionar que otro motivo
que se esgrime para que el último de los hijos de la familia
Solís visitara estas tierras, obedeció a una pesada
broma que éste le hizo a su buen amigo Fernando VI, lo
que lo llevó a un destierro decoroso.
En todo caso, el gobierno de Solís, fue uno de los más
recordados en la historia de la colonia, porque siempre fue justo
con los granadinos y siempre pretendió que quienes eran
sus vasallos gozaran con sus determinaciones equitativas.
Pero cerremos la pausa, para continuar con el argumento inicial:
luego del triunfo sobre los turcos, el mundo de habla germánica
y su música tuvieron sus largos quince minutos en Europa.
Baste recordar que en Inglaterra se encontraba Handel y que él
influenció con sus designios musicales, la floreciente
cultura inglesa.
Otro tanto se puede decir de la familia Bach, la cual tuvo una
gran influencia sobre los principados alemanes y sobre muchos
compositores europeos.
Luego de haber paseado por tantas ramas, pasemos ahora sí
al tema que hoy nos interesa: La Flauta Mágica. A esta
opera se la puede considerar como una manifiesta alegoría
del bien y del mal, donde se enfrentan la luz y la oscuridad,
la noche y el día, o la Reina de la Noche y Sarastro, quien
representa el sol.
La filosofía masónica con las ideas antes expuestas,
está implícita en el argumento de la obra, pues
sus autores Mozart y Schikaneder, estaban vinculados con esta
secta, cuyo culto comprendía las ideas de progreso que
revolucionaban la época.
En la obra se puede percibir cierta influencia de Bach, aunque
del mismo modo cierto sentimentalismo cortesano propio de Austria
y sumado al lirismo italiano.
Esta obra fue una de las últimas que escribió Mozart
en su vida como músico. Existencia que estaba signada por
la independencia y la libertad creativa, pues no le gustaba trabajar
para un solo príncipe o un solo patrono.
Lastimosamente no llegó a vivir libre de las servidumbres
que la época le imponía; sin embargo ese afán
de expresión, la más emancipada del momento, se
tradujo en sus creaciones.
Esta opera es en realidad un singspiel o schäffer-spiel,
términos que tienen origen en Alemania. Este género
musical tuvo sus comienzos en el siglo XVIII y se caracteriza
por que alterna partes cantadas con otras habladas; además
fue tan exitosa esta especie musical que se convirtió en
símbolo de identidad germánica.
Ciertas de estas obras tenían un carácter cómico
y algunos de los compositores de este género fueron Johannes
Valentin Meder, Reinhard Keiser, Johann Wolfgang Frank, Johann
Sigismund Kusser, Johann Mattheson, y Georg Friedrich Haendel.
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Como ya se dijo, la Flauta es un singspiel cuya acción tiene
lugar en una época legendaria en Egipto. Esta obra está
dividida en dos actos y tiene como personajes a Tamino quien es
un príncipe admirado por su belleza; a Papageno quien tiene
como profesión la de ser pajarero; la Reina de la Noche,
quien representa el mundo oscuro y por ende la ignorancia; Sarastro,
el cual es el sacerdote de Isis y Osiris, quien además representa
la luz y el sol, la justicia y el saber; la princesa Pamina, hija
de los dos anteriores; Monostatos, cuyo origen es moro, el cual,
a su vez es el criado de Sarastro; y finalizamos el listado de protagonistas
con Papagena.
La obra comienza con la aparición del príncipe Tamino,
el cual es perseguido por una gigantesca serpiente que finalmente
es muerta por tres damas que hacen parte de la corte de la Reina
de la Noche y que admiran la apostura del príncipe.
Tamino se entera de la existencia de Pamina, y sale en su búsqueda
con el fin de liberarla armado con una flauta mágica, acompañado
por Papageno, el pajarero. La hija de la Reina está retenida
por Sarastro.
En la pesquisa, Papageno es quien la encuentra primero, pero no
le puede otorgar la libertad, porque por el contrario, por temor
de de caer en las garras de Monostatos, ambos huyen aunque no logran
escapar.
En el entretanto, Tamino descubre que Sarastro es en realidad el
padre de Pamina y que si la tiene bajo su protección es porque
la quiere proteger de su madre, quien representa el mal y como ya
se dijo todo lo que la ignorancia puede arrastrar consigo.
Tamino
logra superar las pruebas del templo que le fueron impuestas para
aspirar a la mano de la princesa; cuando logra superarlas, no sólo
accede a la princesa como es obvio, sino que desde un aspecto simbólico
derrota el mal.
Hasta aquí el ingenuo argumento, que le sirvió a Mozart
como base para promulgar los ideales masónicos que eran de
avanzada para la época.
Paradójicamente exhibe un relato que resultaba algo anacrónico
para su momento, pues presenta una relación, la del príncipe
con la princesa, que obedece más al amor cortés que
cualquier otra cosa.
La función que tuve la oportunidad de ver, correspondió
al primer montaje completo que se realizó con la Flauta:
es decir, ese día se armó lo que se había ensayado
antes por partes.
Aun cuando todo salió bien, fue un riesgo grande el que corrieron
las directivas de la opera, porque se había dicho que era
el ensayo general y digamos que la presentación para prensa
fue más bien el montaje previo a tal ensayo.
Es comprensible pensar desde la especulación, que se optó
por tal medida porque ya no había tiempo para más,
o los medios económicos los habían estirado hasta
tal punto, que se vieron forzados a correr la aventura que en términos
generales anduvo con buena fortuna.
Rolf Abderhalden creó una escenografía con grandes
telones en los que proyectó diversas imágenes, con
el fin de darle un carácter contemporáneo a la opera.
Mucha de esta iconografía, que por demás era muy bella,
recordaba la obra de René Magritte y para otros, de Dalí.
Aunque la inspiración se basaba en el surrealismo expuesto
por el primero.
Las representaciones pictóricas tenían por objeto
no sólo recrear circunstancias que eran propias de la obra,
sino que además, de un modo didáctico guiaban al público
en los meandros de la obra, sin caer en lo obvio o en lo puramente
decorativo.
Los telones no sólo servían como sustento de las imágenes
que sobre ellos se proyectaban: también hacían las
veces de enormes puertas que le servían de acceso a los protagonistas
de la obra, al palacio de Sarastro.
Como se dijo antes, la Flauta Mágica es un singspiel, lo
que implica que en la obra hay momentos en los cuales no se canta
sino que se dialoga.
Lo que significó una disyuntiva para Abderhalden, pues la
idea era la de hacer más atractiva la obra, entendiéndola
como un todo que no permite que pese más un elemento sobre
otro dentro de la misma obra.
¿Qué se hacía entonces para atraer al público
bogotano? Establecer los diálogos en alemán, o traducirlos
al español. Finalmente optaron por la última solución,
pero de forma novedosa.
Se hizo uso de los medios audiovisuales y se jugó un tanto
con la idea del cómic. Es decir, los diálogos salían
tal y como aparecen en las historietas, literalmente.
Difícil escogencia. Se la jugaron toda a este último
concepto. La idea es muy buena en principio, pues también
introdujo el silencio en una opera, lo que le dio una significación
aun más contemporánea.
Pero, hay un pero, le restó
agilidad a la obra de Mozart. Hablo de cierta continuidad que por
tradición se la otorgan los sonidos.
El vestuario estuvo a cargo de Elizabeth, hermana de Rolf y de Heidi,
quien desde hace siete años está radicada en la India.
Allí fabrica y confecciona sus diseños que posteriormente
vende en otros países.
Todos los vestidos que fueron utilizados por los actores, fueron
plisados por “Liz” como se la conoce coloquialmente,
para generar un aspecto salido de lo corriente y dentro de su interpretación
de lo surreal y por lo mismo, de lo onírico.
No sé si acertó o no. En todo caso, el vestuario en
realidad era muy bello en su exotismo, y para mí, recordaba
más el período barroco, que el clásico o el
surreal.
Todos los vestidos estaban elaborados en sedas que con la ayuda
de las luces aumentaban sus visos y creaban efectos deslumbrantes
que enriquecían la Flauta Mágica.
Sin embargo, personalmente no le noté una diferencia suficientemente
probada entre los seres de la noche frente a los comunes mortales.
Por momentos me sentí confuso, a pesar de los esfuerzos didácticos
que le fueron impresos a la obra, y no me pareció que su
comprensión era suficiente o se facilitaba su lectura.
Las damas de la noche no descienden, ellas provienen de abajo, de
un mundo subterráneo que tiene acceso al mundo de Sarastro
a través de una compuerta que tenía una gran cantidad
de espejos quebrados.
Espejos que podrían sobrar, porque nada tenían que
ver con la estética impuesta, la cual en medio de todo el
barroquismo del vestuario, era discreta.
Claro, que se le puede otorgar un simbolismo que por obvio no sobra:
es el que hace alusión al espejo roto y lo que éste
le representa al mundo contemporáneo; el fraccionamiento
y demás teorías tejidas en su entorno.
Los telones para algunos le quitan mucho a la obra y la vuelven
fría. La verdad, no estoy muy seguro de lo anterior: de todas
formas me imagino que Abderhalden hizo milagros con el presupuesto
que lo supongo exiguo.
Una escenificación de época no sólo resultaría
muy costosa sino extremadamente conservadora. Sin embargo, ya para
cerrar este escrito habría que agregar que no aparece la
flauta, que las niñas de uno de los coros son demasiado desiguales
en estatura y en edades.
Para resaltar, la bella voz de Valeriano Lanchas y su desenvolvimiento
en escena, el vestuario, a pesar de lo dicho antes, el enorme esfuerzo
realizado por volver más patente la época en la que
vivimos, aunque sigo sin encontrar contemporáneo a Magritte
ni al surrealismo (de todas formas el ejercicio creativo fue magnífico),
y el buen desempeño escénico logrado por el cuerpo
de actores o cantantes en general y el riesgo al que acudió
Gloria Zea al llamar a Mapa Teatro para montar la obra.
¿Quién otro que Rolf Abderhalden para crear mundos
que reflejan un lenguaje mucho más actual? Pero bueno, parece
que primó el preciosismo y de pronto el temor de ir más
allá. Quién quita, posiblemente se tuvo demasiado
en cuenta a un público que parece ser de talante conservador
en cuanto a espectáculos se refiere y del cual se presiente
su respuesta.
Si no, ¿por qué aun no se ha montado ninguna opera
contemporánea en todo el sentido de la palabra? ¿Dónde
están los planes de representación de obras japonesas
o latinoamericanas, que las hay?
En cuanto al aspecto musical, hubo varias quejas. La obra tiene
momentos que para muchos son encantadores tal y como son, la misma
obertura o la música relacionada con Papageno, o el aria
de Tamino llamada: “Dies Bildnis ist bezaubernd schön”
o las dos que le atañen a la Reina de la Noche, o las difíciles
arias para bajo de Sarastro y el apoteósico final.
De todas maneras como aun no existe una orquesta que esté
constituida como tal y que le sirva de base a estas presentaciones
operáticas, habrá quejas.
No quiero que lo anterior suene como una descalificación
a lo ejecutado por Abderhalden. De ninguna manera, pues lo que se
desea es que haya más experimentos de ésta índole,
pero muchos más.
*Mauricio
Vásquez Prieto es padre intelectual y mentor de La Silla
Eléctrica. Suele ser tildado de "Monstruo" y "Arequipe"
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