Que en Colombia el poder se
transmite por consanguinidad es un hecho.
Que
ha sido una especie de brebaje inaccesible al que sólo
han llegado quienes por herencia o por lambiscona habilidad logran
comprarlo, también lo es.
Que
casi todos aparecemos pasivos, cuando no satisfechos, con ese
cómodo orden de acontecimientos imposible de frenar, de
igual forma lo es.
Y si no es así que lo digan las revistas y espacios televisivos
de farándula o los programas radiales en donde se dibuja
a una Colombia fashion, cosmopolita y bilingüe.
Entonces me pregunto... ¿de qué puede servir repetir
esto que muchos han dicho una y otra y otra y una y una y otra
vez?, ¿por qué?
Tal vez, y la explicación
suena tonta, es porque el sufrimiento parece hacerse más
soportable cuando gritamos o cuando exclamamos algún improperio
a destiempo, si nos hemos, o, como en este caso, nos “han”
golpeado en algún lugar en donde no deja de dolernos, aunque
creamos o queramos creer que no es así.
No mencionaré nombres
porque me parece que la investigación sobre sangres y abolengos
es digna de un afamado genealogista y requeriría una presentación
gráfica atractiva y una serie de explicaciones complejas,
que tal vez algún día hagan parte de un libro, que
confieso espero escribir y que sé no va a a ser publicado.
Al comenzar la semana
que mañana termina y por casualidad tuve conocimiento del
fallo de un concurso de cuentos sobre fútbol al que creo
se bautizó con el no muy inteligente nombre de “El
primer gol del Mundial”. Los promotores eran el noticiero
CM&, la revista Diners, RCN Televisión.
El equipo ensoñación de jurados estaba compuesto
por Juan Gossaín, Germán Santamaría y Yamid
Amat, nombres harto conocidos por la mayoría del país.
Entre los ítems y normas
que regían la competencia estaban:
1. El cuento debe ser
inédito.
2. El cuento debe tener como tema central el fútbol. (Ésta
es la única característica temática obligatoria).
4. Podrán participar todos los colombianos residentes en
el país o en el exterior.
5. Cada autor puede participar con un solo cuento.
6. El autor debe identificarse con su nombre propio y número
de cédula, dirección postal o electrónica
y teléfono.
Sé de dos buenos
amigos que formaron triste parte del grupo de más de 3.000
personajes inscritos en el balompédico--literario certamen,
tal vez con la ilusión de obtener alguna de las tres preseas
prometidas (cinco millones para el campeón –y lo
digo futbolísticamente–, tres para el subcampeón,
y dos para el tercero), y hay qué decirlo, un reconocimiento
especial en la edición de junio de la revista, dedicada
al "deporte rey".
Ya era hora de que las
entidades crediticias retribuyeran con algo todo el dinero obtenido
en muchos casos por descarado agiotaje, haciendo algo por la cultura,
si es que hay algo que pueda ser llamado cultura.
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No
pude creer –y en ello me culpo por mi propia ingenuidad–,
cuando me enteré de quiénes
fueron los ganadores. No lo pude creer porque, aunque se trataba
de un acontecimiento del todo pronosticable, todavía me queda
algo de candidez. Y no me siento orgulloso de ello.
La noticia "positiva"
del fallo
decía, entre otras cosas que...
“Los escritores
colombianos Óscar Collazos y Mario Mendoza compartieron el
primer puesto (...) Germán Santamaría, director de
la revista Diners y uno de los miembros del jurado del concurso,
dijo que los colombianos presentaron casi tres mil cuentos y que
los ganadores se decidieron por unanimidad”. En sus declaraciones
ambos parecían estar sorprendidos con la elección,
mientras que Santamaría recordó que ambos se ganaron
"una platica considerable; unos cinco milloncitos de pesos".
Entonces me visitaron las obvias preguntas
que supongo asaltaron de manera parecida a quienes se inscribieron
en la competencia harto ilusionados, si no escépticos, suponiendo
había alguna opción de ganar:
¿Cómo
puede ser que entre 3.000 obras sean precisamente elegidas las de
Collazos y Mendoza, autores cuya calidad no creo sea el motivo a
discutir aquí porque los hemos visto y leído hasta
la nausea por doquier, pero cuyas viviendas con seguridad deben
estar atiborradas de premios y reconocimientos, así como
sus cuentas bancarias (tal vez con tarjeta Diners incluida) lo deben
estar de ceros y más ceros a la derecha?
De haber sido legítimo el fallo del jurado, situación
que tampoco pienso hacer objeto de polémica aquí (pero
que aclaro no encuentro posible)... ¿no es un absoluto despropósito
el que dos autores de tan reconocida trayectoria hayan enviado sus
cuentos para competir con quienes están buscando hacerse
un nombre en el mundo de las letras por "miserables dos millones
y medio de pesos"?
¿Si había
tres ganadores por qué sólo se dio relevancia a las
dos primeras vedettes? No hay problema: como de justificar
la transparencia del evento se trataba, dispusieron a un segundo
y a un tercero, ambos desconocidos, que cual monigotes (sin que
de ello tengan la culpa) se hicieron al virreinato y el trirreinato,
para dejar en claro que los anónimos sí habían
sido tomados en cuenta.
Pero en ninguna de las noticias
que he visto y oído, aparte
por supuesto de la emisión radial en la que se hizo el anuncio,
se ha hablado de ellos. El segundo, cuyo nombre es Jaime Humberto
Pérez Salazar, está recluido en la cárcel de
Barranquilla (Pabellón A, Celda 14), para efectos dramáticos,
conmovedores y lacrimógenos, y el otro es un “desconocido
de Cartagena” de nombre Francisco Pinot con una obra llamada
“La selección”.
Mala selección fue la que hicieron con aquel primer lugar
en el podio, señores Santamaría, Gossaín y
Amat. ¿Será tal vez que
les asaltó cierto prurito insoportable de culpa ante la perspectiva
de hacer que los célebres Mendoza y Collazos se supieran
perdedores entre la gleba literaria?
Como de poder se
trata, cabe decir además que el Fiscal General de la Nación,
Mario Iguarán, envió un cuento (que se supo llegó
una semana después del cierre de la convocatoria) cuya calidad
no fue suficiente como para hacerse acreedor al pastel de premios,
pero que será publicado, según el mismo Santamaría,
“por tratarse de un esfuerzo de un hombre tan importante y
ocupado como el señor Fiscal”. Pobre de él.
Tan ocupado, tan importante y haciendo cuentos.
Quizá por eso el suyo arribó tan tarde. Es que con
tan poco tiempo...
Añado que Santamaría fue "franco", muy,
muy franco, al afirmar que el Fiscal era mejor fiscal que escritor.
¿Será que no había entre aquellos 2.996 marginados
alguien que fuera mejor escritor que fiscal? ¿O será
que "Gabo" también envió otro para aliviar
un tanto las cargas impositivas que el Estado mexicano debe imponerle
año a año?
Y lo que es peor.
¿Cómo es que una entidad que pretende posar de democrática
falla a favor de quienes no los necesitan, habiendo tanto menesteroso
del cuento en este país, cuando. ellos ya son dueños
vitalicios de columnas en el diario de mayor circulación
en el territorio nacional, cuando ya han visto quemar películas
enteras para hacer largometrajes bien sonados en honor a sus obras,
cuando son los mismos de siempre, los mismos de esa indestronable
genealogía monárquica y omnímoda del poder
en Colombia?
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*Andrés
Ospina es codirector y cofundador del desaparecido espacio radial
La Silla Eléctrica. La cerveza, The Beatles y Bogotá
se encuentran entre sus mayores intereses. De momento es libretista
para el magazín cultural CULTURAMA y corrector de estilo
en alguna publicación conocida.
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