"Arisco, aguantador o
farolero,
bohemio, bonaerense o centralista,
dirás: ¡Presente!, con el cuerpo entero
cuando el chivo san Pedro pase lista".
EL HINCHA
Julián Centeya
Siempre
han existido los seguidores del juego de la pelota; desde el protofútbol,
hace unos 5000 años, hasta la fundación de la primera
asociación de fútbol en la famosa “Freemason
Tavern” en Great Queen Street de Londres, el 26 de octubre
de 1863. Sin embargo, hasta principios del presente siglo a estos
adeptos los hemos identificado con un vocablo. En Brasil torcedor,
en Francia supporter, en Italia tifosi, en Inglaterra football
fanatic o supporter y, primero en Uruguay, luego en el resto de
países de habla hispánica: Hincha.
Éste surgió en Montevideo
con los partidos que disputaba el club Nacional en el estadio
“El Centenario”. Allí un seguidor, Prudencio
Miguel Reyes, de profesiones talabartero e inflador de pelotas
de su club añorado, animaba a su equipo desde las gradas
gritando con sus fuertes pulmones, producto de su segunda profesión,
¡Arriba Nacial! ¡Arriba Nacial! ¡Arriba Nacial!......
En una ocasión otro espectador preguntó en las gradas
quién era aquel que gritaba tanto.
- Es Reyes, el hinchador de pelotas.
Así; quien hinchaba los balones
dio origen a hinchar, de allí surgió el término
hincha, luego generalizaron toda la grada de espectadores como
la hinchada. Ya no eran los seguidores pacíficos y entusiastas,
de comienzos del siglo pasado, que apoyaban su equipo y recibían
al contrario con ánimo de reafirmar relaciones amistosas
entre los clubes y sus regiones. En Europa los jugadores y sus
amigos, el día anterior al partido, iban a la estación
ferroviaria a recibir al equipo contrario con bombos y platillos,
para luego conducirlos al hotel donde se realizaban banquetes
y pregonaban discursos en torno a la solidaridad y la fraternidad.
Después del partido, los jugadores eran conducidos a la
estación y despedidos con los gestos más sentidos.
Luego el fútbol fue invadido por intereses políticos
y económicos anexos a los deportivos y se transformó
en un espacio para la protesta violenta.
|
El
fútbol se convirtió en un fenómeno social capaz
de generar la construcción de identidades colectivas que
buscan un mismo ideal: La victoria de su equipo, dentro de un imaginario
democrático donde gana el que mejor juegue o tenga mejor
suerte. Este escenario le da la posibilidad a los espectadores de
exteriorizar su comportamiento con símbolos y ritos, según
la procedencia regional que tengan para convertir el espacio en
una fiesta cultural a la que todos queremos acceder. Ahora hay quienes
pretenden quitarle protagonismo al espacio del terreno de juego,
para llevarlo todo a las gradas y a la salida de los estadios, con
la violencia.
Ellos son los famosos hooligans,
al principio un ritual escocés, que al ganarle al final de
la década del sesenta a la selección inglesa se transformó
en delincuencia y, por los orígenes ligados en Gran Bretaña
a la clase obrera se masificó rápidamente y fue llevado
a ser un mecanismo de protesta colectiva para buscar reconocimiento
de aquellos que no tenían posibilidades de progresar en un
estado democrático. Hoy los hooligans no son mas que desadaptados
sociales que tienen como único fin la agresión. Este
fenómeno se ha expandido en muchas partes del mundo. En Argentina
son las barras bravas y en España a principios de los ochenta
se crearon grupos violentos como los Ultra Sur y los Boixos Nois
que han generado varias tragedias.
Esos no son los únicos
países donde el fenómeno ha surgido y ahora amenaza
con proliferar vertiginosamente. Es importante entrar a estudiarlo,
por lo menos desde la academia, para que los investigadores de varias
disciplinas diserten desde su saber y entender para luego concertar
y entregar una solución a los entes que administran el fútbol.
No podemos pasar por alto este problema. El fútbol no es
sólo un juego de veintidós personas detrás
de una pelota, como decía Jorge Luis Borges. Este es practicado
según Jean-Francois Nys, profesor de la Universidad de Limones,
Francia, por 162.346.388 millones de personas en el mundo a la fecha
de 1997 (1). ¿Entonces, cuántos seremos
sus seguidores?
La violencia en el fútbol
tomó tanta fuerza que el término hincha según
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
ya no es únicamente el de “partidario entusiasta de
un equipo deportivo” sino que antepone los conceptos “odio,
encono y enemistad”. Los hinchas ya están marcados
como un fenómeno social de interés. Estamos a tiempo
de estudiar el problema, pese a que el fenómeno ya paso las
fronteras de los discursos en nuestra golpeada Colombia; cuando
nuestro premio nobel en una discusión sobre el comportamiento
de la opinión pública frente a los principales asuntos
nacionales dijo, “El problema en Colombia es que no tiene
opinión pública sino hinchas (2).”
*
Enrique Martínez es periodista y lliterato.
(1)
Ver Nys, Jean-Francois. Una apuesta económica. En FÚTBOL
Y PASIONES POLÍTICAS. Edición a cargo de Santiago
Segurola. Editorial Debate, S.A. Madrid, España, primera
edición, marzo de 1999. Páginas 69-79.
(2)Ver
Pombo, Roberto. Un país de fanáticos. En Revista CAMBIO
16, No. 8. Santa Fe de Bogotá, Colombia, Septiembre 6 de
1999. Página 8.
|