En
el principio del mundo todos los seres eran inmortales, por lo
que los hombres no se distinguían de los animales ni los
animales de los hombres. Cuando el tiempo fue el preciso nació
el día gobernado por el rey sol y con estos la noche regida
por la diosa luna. A raíz de los anteriores hechos los
hombres quedaron en un mundo y los animales en otro. Lamentablemente
desde entonces dejaron de ser inmortales, por eso podían
enfermarse y fallecer.
Un día al inicio de los tiempos
el dios sol le dio a una criatura su color, su fuerza y su voz
que se asemejaba a un trueno. Mirando la gran cantidad de hombres
existentes en la tierra eligió a uno de ellos y le proporcionó
los dones de aquel magnifico ser. Al llegar la noche el escogido
se llenó de resplandor y se pudo mover con la agilidad
de los felinos que en este se manifestaba como un hermoso jaguar
amarillo con manchas negras, musculoso y rápido. Avanzaba
sigilosamente por la selva con sus ojos que podían atravesar
la oscuridad y observar lo que ningún otro hombre puede
ver en las noches negras. Sin pensarlo llegó a un poblado
donde se encontraban hombres y mujeres que se asustaron al ver
la impresionante presencia de este ser.
Convertido en un jaguar aquel hombre les
dijo que su misión era cuidarlos y guiarlos en sus pensamientos.
Después de esa noche el elegido volvió a ser humano
de nuevo y los habitantes de aquel sitio lo acogieron como un
guía que los iluminaría por los difíciles
caminos de la selva de sus mentes.
Tiempo después un patriarca anunció
que un día el sol había de reencarnar en el hijo
de una bella doncella, que luego de alumbrarlo continuaría
siendo virgen. Cuando la profecía llegó a los oídos
de las dos hijas del cacique de ese pueblo, las dos desearon con
ardor ser las jóvenes elegidas por el sol. De esta forma
cada día al amanecer las jóvenes salían hasta
un cerro cercano y se detenían allí a esperar la
salida del astro rey para que las acariciara con sus primeros
rayos.
Pasaron los días hasta que a una
de las muchachas empezó a crecerle el vientre y después
de nueve lunas, la bella dio a luz una esmeralda reluciente. Paso
el tiempo y aquella esmeralda se convirtió en un hermoso
y fuerte niño a quien llamaron Goranchacha, que significa
hijo del sol. A sus veinticuatro años y sabiendo su sagrada
procedencia, Goranchacha decidió salir a conocer el territorio
muisca para recibir los honores que su origen le otorgaba. Luego
de su paso por Ramiriquí, Sogamoso y las Peñas de
Paipa, terminó gobernando en el primer sitio por donde
avanzó.
Como gobernante Goranchacha era muy severo
y cruel, tanto que sólo se le podía hablar postrándose
ante él, con la frente tocando el suelo y sin mirarlo a
la cara porque el menor desacato era castigado con absoluto rigor.
Hizo levantar un templo dedicado a su padre el sol, lugar que
visitaba varias veces al año después de una procesión
que duraba alrededor de tres días, mismo tiempo que empleaba
allí orando y honrando a su amado padre.
Cuando los conquistadores llegaron a Santa
Marta, Goranchacha supo que no se detendrían y llegarían
hasta su pueblo. Goranchacha reunió a sus súbditos
y les dijo:
·Un
día que será muy pronto vendrán hombres fuertes,
feroces con poderosas armas que nos humillarán y nos harán
sus esclavos. Esos hombres son crueles, así que cuando
llegue el momento nadie se apiadará de nosotros. Después
de mucho tiempo arribará el día en el que nuestros
descendientes teñirán las aguas con la sangre de
patriotas, ellos lucharán contra sus propios hermanos en
un absurdo conflicto en donde se perderán las vidas de
valientes hombres que serán ejecutados por el grave delito
de pensar en una tierra llena de horror.
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Los
pobladores de estas tierras abandonarán las elementales leyes
del gran Nemequene (padre de la ética) y se dejarán
envolver por la ira ciega de Chibafruime (dios de la guerra y la
destrucción).
La maldad desatada será
tan grande que hasta Chia y Bachué atemorizadas huirán
hacia el templo del sol, mientras Bochica intenta fallidamente acabar
con esa barbarie. Como yo no quiero ver sufrir a este amado pueblo
me iré. Sin embargo un día volveré y los haré
libres. Al terminar su discurso Goranchacha entró en su casa
y desde entonces nadie lo volvió a ver.
Tras el implacable paso del tiempo los conquistadores españoles
saquearon nuestras regiones y exterminaron a nuestros valiosos antepasados.
Luego de la campaña libertadora de Simón Bolivar,
pasando por el movimiento de Manuel Quintín Lame, que buscaba
defender los derechos de los indígenas a poseer sus tierras,
hasta los asesinatos de Jorge Eliécer Gaitán y más
recientemente de Luis Carlos Galán, añadiéndole
la actual violencia producida por los grupos al margen de la ley,
las palabras pronunciadas en el pasado se han convertido en una
realidad latente, Colombia parece estar destinada a la destrucción
total.
El mayor delito que hemos
cometido nosotros como colombianos es el ser cómplices pasivos
de todo el caos que reina en el país. Parece que viviéramos
dentro de una coraza que nos hace ignorar la gran problemática
social del pueblo, nos hacemos los ciegos y los sordos ante las
personas que nos suplican por un pedazo de pan en las calles. Aquellos
relegados son tratados como la escoria de la sociedad, como un desecho
que simplemente refleja las causas y las consecuencias de la injusticia
con la cual hemos sido gobernados desde hace mucho tiempo.
Deberíamos dejar
de alienarnos con el gran opio del pueblo la televisión,
que día tras día destruye la poca inteligencia que
aún nos queda y de una vez por todas hacer frente a esta
catastrófica realidad.
Quizás mientras algunos
se entretengan escuchando el facilismo empleado en la radio y se
vislumbren por la frivolidad de la basura del espectáculo,
otros busquemos llevar a nuestra mente a algún lugar lejos
de la mundanal avalancha del excremento de los medios.
Los únicos que verdaderamente
merecen llevar el título de colombianos son las personas
que pertenecen a todas las comunidades indígenas. Esa gente
siente más que nadie un infinito amor y respeto por nuestra
tierra, ellos únicamente buscan vivir en armonía con
la naturaleza y son nuestro mayor legado cultural. Es triste darse
cuenta que esas comunidades son las primeras víctimas de
las balas de uno u otro bando, cada vez son más los miembros
de algún pueblo indígena grandes damnificados de la
ineptitud el estado para proteger a sus ciudadanos.
Los que ejercen el poder
en Colombia siempre han sido y serán los mismos, a ellos
sólo les interesan sus propias necesidades, son como asquerosos
cerdos que se revuelcan sobre el repugnante lodo de su ambición
jugando de esta forma con las ilusiones de todos los ciudadanos.
No únicamente
los UWA sino la mayoría de la población aborigen del
país esta a merced de cualquier atropello por parte de los
violentos.
Este es de alguna forma u otra un pequeño homenaje a esa
gente, a esa raza que tiene sus raíces muy dentro de las
entrañas de esta nación y que siempre serán
nuestros autóctonos compatriotas.
Todos ellos representan la riqueza y la sabiduría de la que
todos nosotros deberíamos estar orgullosos.
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