Miedo,
Es lo que debe tener la vida,
Será enfrentada
Por los presos y los brujos solitarios
Por las animas de niños enjuiciados.
Caifanes. Miedo.
Recuerdo que una vez prometí que
nunca iba a tener miedo.
Lo hice, estaba seguro de que nuca iba
a temerle a nada. Recuerdo que era fuerte, que siempre me vi a
mí mismo como una suerte de armadura indestructible, como
un ser recubierto por una inexpugnable coraza, un ser incapaz
de temer.
Hoy el miedo tocó a mi puerta e
instintivamente desconfié de mi recuerdo, después
de todo, las imágenes y los sonidos que atesoramos en la
mente son efímeros y tendenciosos, van y vienen. Recordé
a Platón, siempre me acompaña. ¿Lo recordé?
Vino el miedo, me siento débil, vulnerable y mortal, como
nunca me había sentido. La recta razón me ha dejado
solo y ahora temo.
¿A qué le temo? Hoy a todo.
A la soledad, a la indiferencia, a los instantes que pasan lentamente
y se van sin dejar huella. Le temo al error, a mis decisiones,
a lo que creía y ahora veo con dificultad. Le temo a la
inexactitud de mis instintos y a mi torpeza para comprender lo
que me rodea. Temo no poder descifrar. El miedo llega en el peor
momento, cuando se es más vulnerable, de lo contrario la
armadura que antes me recubría no se envanecería.
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Miro
en derredor y veo ciertas efigies de locura; intento travestir mi
realidad en imágenes de video. Lento, así es el trasegar
cuando se teme. Lento, pesado, ácido. Siento en mí
cómo mi piel se hace áspera y mi garganta se seca,
con seguridad son los síntomas del miedo. ¿Recordaré
el miedo del mismo modo como recordaba la reconfortante seguridad
de mi recta razón? Espero que se diluya. La cabeza duele,
el corazón se rinde y se desvanece la ilusión. Eso
es lo más difícil y tenebroso del miedo, la pérdida
de la ilusión, el desaparecer nauseabundo de lo bello trasmutado
en su doble horripilante.
Quizás el miedo es
ignorancia y, al final, es sólo una consecuencia más
del apoyo ingenuo en la recta razón que se revela en mí
como inexistente. Quizás mi condición es mucho más
espuria de lo que yo puedo llegar a comprender. No comprendo. Tengo
miedo. Tengo miedo. Tengo miedo.
Hoy le temo al existir,
le temo al movimiento de mis brazos, a los torpes ruidos que abandonan
mi boca. Temo no ser lo que creía ser, temo decepcionar,
temo desvelarme como una farsa oculta tras un mascara que de la
que ni siquiera tengo yo mismo certeza. No comprendo: de nuevo aparece
la incomprensión, la esencia del miedo. Atado, el miedo me
ata y me doblega, soy un ciervo que se rinde ante un perdigón
que no puede ubicar, me desangro por una herida que no logro ver
y que no alcanzo a sentir. Desangrar, incomprender: miedo.
Recuerdo que una vez
prometí que nunca iba a tener miedo.
*Sergio
Roncallo Dow es filósofo, músico y escritor. Entre
sus innumerables aportes a la cultura se encuentran Pollito Chicken,
reconocida banda bogotana, Los Gemelos Fantásticos y, más
recientemente, Los Pusilánimes y los Hermanos precarios.
Por si esto fuera poco Sergio es colaborador ad honorem de La Silla
Eléctrica como productor musical, locutor y escritor. Ahora,
radicado en algún lugar de La Florida, en los Estados Unidos
de América se convierte en algo parecido a un corresponsal
internacional eventual.
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