Realmente
todo lo que tiene que ver con la palabra “Modelo”
tiene relación con cosas en contra del desarrollo y el
progreso de una sociedad. Cuando yo cursaba “Kinder”
en el año 1986 leía en el manual: “Modele
la siguiente figura en plastilina”, y ¿qué
conseguía?, solo una amorfa e inexacta masa que difería
totalmente con lo que pretendían enseñarme. No contento
con eso, al otro día me encontraba sometido a un cuaderno
para realizar planas con la certera frase: “Siga el modelo”.
El resultado: Una hoja menos en mi cuaderno que simulaba una carrilera
de ferrocarril, pero mi línea férrea se encontraba
fuera de control, y con ella el tren se descarrilaba. En fin,
mi modelo nunca funcionó.
Esa es solo una muestra de lo que puede hacer esta palabra, de
hecho, me imagino que en estos momentos algún niño
debe estar atormentado con una situación parecida a la
anterior. No solo los niños temen los alcances de esta
inútil palabra, ya que existen otras manifestaciones igualmente
nefastas.
Una de las definiciones de esta palabra tiene que ver con una
profesión, muy lucrativa (en algunos casos, aclaro), que
se llama modelaje. Una profesión respetable como cualquier
trabajo, pero con el sistema económico como funciona en
la actualidad, este trabajo es infinitamente sobrevalorado. Colombia,
obviamente, no ha sido ajeno a este fenómeno:
Eran los años 80 y principio de los 90. Los noticieros
de televisión duraban lo justo, tenían información
más o menos equilibrada, variada y completa, es decir,
era un mundo feliz, todo era perfecto.
Llegó la apertura indiscriminada y con ella un alargamiento
de los noticieros de televisión, pero infortunadamente
con una descarga gigante de información improcedente y
con un valor agregado adicional: Unas lindas piernas y una dulce
cara presentando las “noticias”. Es claro que estas
lindas piernas y la dulce cara no cobrarían el salario
mínimo, incluso devengarían más que los presentadores
que tendrían que estar en el estudio todo el día
y que tendrían que soportar en directo la presentación
de los hechos que ocurrían en Colombia y el mundo.
La presencia de esta aumentaría los ratings y opacaría
las verdaderas noticias, lo cual llevaría a todos los informativos
a incluir una o varias modelos en sus nóminas. Lo más
aterrador es que estas niñas se equivocan mucho y se les
perdona, mientras que un obrero de construcción (que gana
el salario mínimo) no puede cometer el más mínimo
error, porque de lo contrario eso podría costar una o varias
vidas.
Ahora vemos en cada noticiero un segmento cada vez más
largo con estas niñas, y también vemos que el matrimonio
de alguna de ellas es causal de un titular en primera página
en el diario de mayor circulación en este país,
por encima de noticias mucho más importantes.
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Otra
de sus perversas definiciones tiene que ver con la economía.
El “modelo económico” es una de las cosas que
siempre nos recomiendan seguir para cubrir algún déficit
fiscal, para equilibrar nuestra balanza comercial, o para controlar
la inflación. Todos los ministros de hacienda nos hablan
del modelo, que hay que seguir el modelo, que la solución
está en el modelo, y una cantidad de falacias que ignoran
que cada caso es una situación aparte y que no existe una
solución única para ningún problema. Como siempre,
es más fácil ilustrar con ejemplos:
A principios de los años 90, la economía colombiana
era precaria pero con gran crecimiento. (Tal vez en gran parte por
negocios ilícitos abundantes en la época.) Poco tiempo
después, el presidente de la nación y su ministro
de hacienda anunciaron la bienvenida al futuro y nuestra inserción
al mundo globalizado por medio de la disminución inusitada
de aranceles para una gran cantidad de productos, en lo que se llamó
“Apertura económica”.
Una linda intención y una loca ilusión, pero la mediocridad
de nuestros empresarios fue tal que no pudieron adaptarse después
de décadas de proteccionismo y nuestros mercados en vez de
abastecerse de materias primas y bienes intermedios para darle valor
agregado a nuestras mercancías, solo fuimos invadidos por
productos de baja calidad procedentes del lejano oriente y de una
copiosa cantidad de bienes de consumo que incluían chocolates,
dulces, cigarrillos y muchos productos parecidos a los de producción
nacional, pero con grandes diferencias, como un precio competitivo
y nombres que solo veíamos en los canales de las antenas
parabólicas.
Las consecuencias de esa apertura desmedida se han venido pagando
desde hace varios años, y el gestor de seguir el “modelo”
aún escribe muy orondo en los diarios de mayor circulación
del país. Cuestión de actitud o cuestión de
ineptitud, el hecho es que el modelo aún no ha funcionado.
Como se puede ver, esta palabra es nefasta para casi cualquier fin.
Es nociva y genera muchas rabias y reacciones indeseadas. Debería
ser un vocablo inútil, pero infortunadamente lo que encierra
nos ha ido sometiendo muy rápidamente. Solo queda confiar
en que el diario vivir no se nos convierta en un modelo.
*Ricardo
no ha sido modelo, ni ha modelado, ha intentado infructuosamente
de ser un modelo de conducta, le gustan algunas modelos, conoce
los modelos económicos, dista mucho de ser último
modelo, y nunca ha estado en la cárcel Modelo.
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