El
mundo según Mompirry
Difícil
ver programas más representativos que “Pedro El Escamoso”
y “El Mundo según Pirry”, tan cercanos a la
miseria colombiana, no por sus historias, sino por sus realizadores.
Por
Nicolás Samper Camargo
He visto con asiduidad
de beata en misa de 7 de la mañana estas producciones colombianas
para tratar de entender ciertos vericuetos que no dejan de enredar
la cabeza. Uno, (me imagino) de los motivos con los que fue creado
“El Mundo según Pirry”, era poder retratar
la realidad muy cerca, casi protagonizándola, pero sin
tener que vivir en ella. Hasta ahí todo bien, no hay reprimendas
ni querellas pendientes. Lo que no se entiende es la impostergable
intención de hacer ver a Guillermo Prieto como el superhéroe
criollo. Por eso la comparación con Pedro el Escamoso no
es antojadiza.
Pedro Coral Tavera era
un personaje de la imaginación, pero no de la imaginación
colectiva. Me explico. Muchas de las intenciones del personaje
interpretado por Miguel Varoni estaban cimentadas en las costumbres
de miles de colombianos anónimos, que tienen una vida común
y corriente y que se enfrentan a miles de vicisitudes para poder
tener en la vida un colchón sin carangas.
Es cierto que todos los
que vivimos en este país tenemos que sudar la gota gorda
para lograr ciertos beneficios pedestres, pero creo que el colombiano
no es tan indigno como para bailar sin parar “El Pirulino”
de Calixto Ochoa para levantarse a la Mayerly de turno y tampoco
estamos tan predestinados a mentir sistemáticamente para
lograr ciertos objetivos, cosas que hacía Pedrito.
Aquí llega la conexión
mental que tuve una noche de insomnio y Playstation, defendiendo
en FIFA 2.003 los colores de la Real Sociedad: En este país,
que ha estado más pendiente de las miquerías del
pazgüato de ocasión, es fácil ser ídolo.
Solamente se necesita tener una desvergüenza a prueba de
recatadas señoras que toman té en el lobísimo
Yanuba, una porción considerable de testorerona, suficiente
para escalar con las cejas el Fujiyama o para no sufrir una fractura
de tobillo ante el encandilante y cadencioso ritmo de “El
Pirulino” y un mecenas importante que subvencione las estupideces
que hagan falta.
Los dos caen en errores
crasos, lugares comunes que deben ser moldeados para que mejoren
sus performances individuales: hay ciertas diferencias entre ser
divertido y tratar de serlo. Decir “tatsi”, “infetsión”
y “Pirrits”, no produce ningún rasgo de hilaridad
en un ser humano que esté en sus cabales, o que no sea
amigo del (en este artículo) malogrado Prieto. Lo mismo
ocurre con el hombre que ridículamente movía sus
greñas espantosas al aire, o que tenía dichos tan
pauperizantes como “¡Uy mi negro!”, “mompirri”
y “Divino Niño, no me pongas esa papaya”. He
visto grabaciones, he tratado de reírme de estas frases,
pero no he podido. Al contrario, me recluyen en la amargura más
profunda.
Ambos, con sus actitudes
llenas de nobleza, lo único que buscan es lograr que la
vida sea algo más justa y que su capacidad de denuncia
pueda ser oída por todos. Con esa loable intención,
buscan la equidad y la justicia. Sin embargo, su buena voluntad
e intenciones transparentes, pueden llegar a ridiculizar en forma
profunda a los que se supone, serán los beneficiarios de
sus transparentes campañas igualitarias. No por nada me
corto las uñas de los pies y descascajo pistachos a placer
cuando aparece en el programa de Prieto una sección llamada
“El Editorialucho”, que es presentada por Luis Eduardo
Díaz, concejal de Bogotá.
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Aún
me sorprende cómo, sabiendo la escasez protuberante de argumentos
del concejal
embolador, Prieto se solace mostrando una de las partes más
tristes de la política en nuestra actualidad sin recato y
casi dejándolo ante la opinión pública como
un guiñapo, como un cadáver expuesto a los buitres.
No hay que recurrir a la verdad de Perogrullo para recordarles a
los demás lo más o menos mediocres que podemos ser.
Es de muy mal gusto.
Pedro Coral en cambio, quiso
darle una nueva oportunidad a su hijo, un niño que se destacaba
por su poco aseo, sus greñas chuzudas (al contrario de su
padre, que las tenía bastante crespas) y su hablado lento,
como si estuviera afectado por una fuerte dosis de morfina. Después
de varios encuentros lacrimógenos y no pocas discusiones
estúpidas, el hombre ganaba la confianza del niño.
No sé si los derechos del niño tienen entre su legislación
un ítem que haga respetar la condición y respeto para
con ellos, sobre todo en su físico.
Es como si mi padre, que
era calvo cuando yo tenía 6 años, hubiera decidido
peluquearme como Mr T para parecerme a él. Seguramente hubiera
acudido al ICBF para instalar un pleito en su contra. Lo que pasa
es que a los niños, como los viejos, solamente les paran
bolas cuando piden la mica, así que mi reclamo hubiera muerto
entre la incredulidad y burla del resto. Tal vez eso le pasó
a Pedrito Jr.
La compaginación
entre ambos personajes también se acerca a su discurso y
dialéctica. ¿Cómo olvidar las charlas llenas
de extravagancia de Coral, cuando quería llenar de adjetivos
los atributos femeninos de la bella Mayerly o de la recatada Doctora
Paula? O mejor ¿cómo dejar de oír la voz en
off de Prieto cuando, con gran amarillismo y poco recato, traslada
los predicamentos humanos a través de su voz y la música
de Air de fondo?
Para terminar, los dos protagonistas
de este escrito, gracias a su narcisismo, son capaces de regalarnos
una doble dosis de su medicina. Al finalizar la novela de Varoni,
comenzaron las grabaciones de una programa paralelo que duraba media
hora y que tenía formato de seriado. Si no estoy mal esta
realización hace parte del paquete que las programadoras
extranjeras les exigen a las locales. No sé en qué
paró este proyecto. Espero, por mi salud mental, que se haya
quedado en el piloto.
Pirry sí pudo introducir
en la parrilla de programación una especie de “Greatest
Hits”, que recopila sus mejores crónicas. “Pirrix
Recargado” es el nombre y no pudo ser mejor bautizado. Si
el programa es cargante los sábados, es recargante los domingos.
Él, desde el salón de la justicia y acompañado
por una muñeca inflable (¿cuál es la intención
de esto? ¿ser chistoso? ¿cargar la cruz de la irreverencia,
prostituta de estos días?) logran dilucidar los dramas más
mórbidos desde el gran sillón de cuero negro y bajo
la supervisión de Claudia Gurisatti.
Lo único que envidio
de ellos es que estaban rodeados de viejas estupendas. Igual, es
muy poco para ser un héroe legendario. Seguramente su destino
estará en el ostracismo de los paladines, donde compartirán
silla con Acuaman, uno de los superhéroes más aguados
e insulsos de la historia.
*Nicolás
Samper Camargo ha escalado la pirámide laboral en forma inversa.
De codirector de un periódico (Nor Gerper) ha pasado a ser
un prístino lacayo de los medios de comunicación.
Ha pasado por redacciones disímiles (El Tiempo, MeQuedo.com
y Futbolred.com) y aunque goza de la reportería, prefiere
quedarse encerrado en su casa como lo hacía uno de sus ídolos,
Lucas Caballero "Klim".
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