“…and
i´m atacking myself to a dirty part of town
where all my troubles can´t be found…”
Head on
Jesus and Mary chain
Automatic, 1989
En la K7#65-01 ya no existe la hermosa construcción que
un día contuvo la euforia de miles de almas que se perdieron
en sudoríparas paredes. Pese a que en su paso por la década
de los noventa del pasado siglo -serviría a propósitos
muy distintos a los que le dieron su esencia- la convirtieron
en local de todo tipo de empresas comerciales, institutos mediocres
de educación, campañas políticas que no lograron
su cometido; esa casa emblemática, símbolo de una
época particular de la noche bogotana, se erigía
como valuarte de una generación.
Hoy sólo queda un lote forrado de blanco que servirá
para otra cosa distinta a guardar las notas sublimes de lo mejor
de la música, así como los desesperados intentos
de incontables cabezas que guardan el profundo recuerdo de la
flor.
En
la floristería aprendimos a abrir nuestros oídos,
en una época en que Kurt Cobain y Pearl Jam con su Seattle
sound dominaban la escena. En Colombia el ‘boom’ de
Estados Alterados, de Las Almas, de Los Aterciopelados rockeros.
Bares de rock ( de la onda post-Barbarie, Barbie y Vertigo campoelías
13ª con 34) que no se han vuelto a ver: Transilvania, membrana,
T.V.G, Bolivar, y por supuesto la flor.
La
séptima era un corredor hermoso, lleno de niñas
lindas forradas de negro y de torpes borrachos de camisa de cuadros,
botas industriales o converse vinotinto. La Bogotá de principios
de los noventa no se mostraba agresiva con nosotros los resilentes,
pues a pocos les pasó algo más allá de algunas
lesiones por riña callejera, o de algunos traumas óseos
producto de una golpiza fascista. Era la Bogotá que no
dormía, en la que se podía caminar hasta la casa
(unas veinte o treinta calles) a las 4 a.m sin temor.
Al
llegar, un puesto de perros calientes en la esquina, una entrada
pequeña custodiada por un gorila que algunos decían
había trabajado para uno de los duros de Medellín
de la época. Una boleta a 1000 pesos con derecho a cocktail
con cereza en el fondo, servido por musas hermosas que hoy deben
tener hijos, o por lo menos estar algo arrugadas. Felipe va a
la playa, Felipe y su familia van a la playa; un corazón
salvaje que quemaba la garganta y hacía brotar lágrimas
en medio del afán de no dejar quemar el pitillo.
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Adentro,
en medio de paredes de colores que sudaban, entre cosas que no debían
estar ahí (una nevera rosada, un T.V sin señal suspendiendo
la mente en una eterna estática, un carro rojo que servía
como mesa para un d.j que casi nunca tocaba las canciones que uno
le rogaba poner) se perdían las mejores (y las perores) mentes
de nuestra generación, en el dolor de no ser amados, embriagados
por el baile suave de Sarah, siempre Sarah.
El pogo era tierno, como el de los japoneses, saltitos hacia arriba,
al ritmo de: Talking Heads, Sweet, Spin Doctors, Blur, P.J Harvey,
Dinosaur J.r, R.E.M, Red Hot Chili Peppers, Devo, Kraftwerk, Arrested
Development, Eddie Brickell and the new bohemians; Elvis Costello,
the Police, Robert Palmer, Pixies, Jesús and Mary Chain,
Charlatans U.K, Soup Dragons (se acuerdan de Running Wild?), Beastie
Boys, Sonic Youth, Weezer, Nirvana, Frank Black, Lemonheads, Ministry,
Depeche Mode; Primus, Mano negra, Daisy´s cahinsaw, Love and
Rockets, B 52´s, Mano negra, Caifanes, La Maldita Vecindad,
Harry Belafonte, Morrisey, Breeders, Bjork, House of pain, Billiy
Idol, Dexys Midnight runners, Madness, Black Crowes, The Cars; Al
ritmo de Mambo, de samba; de videos de Beavis and butthead, videos
de una eternidad de buenos grupos.
Sumergidos
en el denso humo de cigarrillos legales e ilegales, víctimas
de la fraternidad alcohólica de quienes frecuentábamos,
se iba la noche y con ella algo de lo mejor en el corto paso por
este cementerio andante. Noches temáticas, de Rap en vivo
con Raza Gangster, de sombreros, de pijamas, de disfraces, de Smiths,
de The Cure, de Pixies (4 de diciembre de 1993), noches donde la
casa se abría o se cerraba.
Al
fin la histeria se acabo y la flor se marchito. Champi se fue, y
nada quedó (pues la última noche regalaron todo lo
que uno pudiese cargar). Pasaron los años, quedamos nosotros,
nuestros recuerdos, una que otra fiesta de remembranza, intentos
de C.D´s homenaje, pero el recuerdo material se derrumbo.
En la K7#65-01, ya no hay un objeto sobre el cual proyectar el deseo
de nuestra memoria, de la esperanza de que los buenos tiempos no
pasen, pues la euforia no volverá a ser igual. No rezará
más en aquellos muros el lema: “la mente es un recurso
natural (while it lasts boy)”.
Sólo
queda formular un epilogo:
“que descanse en paz la flor, con ella yace nuestra histeria”
Bogotá 1992-17 de diciembre de 1993.
*Andrés
Casas es el melancólico encargado de la sección La
Periferia. Este escrito leído al aire el Sábado 24
de Mayo de 2003 está inspirado en un corto texto de 1997
compilado con otros trabajos inéditos del mismo autor en
Escritos Fallidos, en revisión en este momento.
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