Según el diccionario
(DRAE, 1992), "politiquería" se trata de la acción
y efecto de politiquear, en nuestro caso entendiendo este verbo
en su acepción de "hacer política de intrigas
y bajezas". Siendo politiquería una palabra tan manida,
pero de la cual no se tiene un concepto muy definido, propongo
la siguiente ampliación a la definición arriba citada:
Politiquería
2. Col. Vocablo utilizado para referirse
a cualquier acto impropio realizado por un político, cuando
dicho acto es llevado a cabo por un adversario de quien habla.
Ej: No me contagiaré de la politiquería de mis opositores.
De acuerdo con esta propuesta, el concepto
(que no el ejercicio) de la politiquería solo existe en
el contexto del contenido y el acto del discurso populista, o
como en el caso de estas líneas, del debate en torno a
ese tipo de discurso. De tal manera, la palabra politiquería
abarcaría todos los actos perniciosos de cualquier político,
pero solo cuando son traídos a colación por otro
político durante una arenga, o en una declaración
mediática; así, vemos que siempre se hace referencia
a la politiquería como un acto de otros, ajeno y reprobable.
Para clarificar un poco, veamos algunos ejemplos.
Si el implicado se reune con algunos gamonales
coterráneos para acordar la manera de obtener la mayoría
en una corporación y decidir cómo repartirán
los puestos, se trata de una "reunión para hacer acuerdos
programáticos", pero si
quien hace esa misma reunión es su opositor, se dice que
es una "manguala", uno de los más tradicionales
actos politiqueros.
Si el candidato Fulano es elegido Presidente
de la República con un censo electoral inexacto y poco
fiable, el nuevo presidente no pone ningún problema, porque
"las elecciones reflejaron la voluntad popular". Pero
si con ese mismo censo electoral el referendo que dicho presidente
propone resulta rechazado, entonces es una "situación
intolerable que no permite conocer la realidad de la votación".
Claro, la misma situación ahora sí afecta negativamente
sus intereses, y mantenerla sería hacerle el juego a la
politiquería.
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Cuando
en campaña todavía se tiene la esperanza de derrotar
al otro candidato presidencial, no se duda ni un instante en referirse
a él como "el candidato paramilitar" y a los copartidarios
que se van a las filas de este último se les
increpa con vehemencia, tildándolos de oportunistas, traidores
o vendidos.
Pero, oh sorpresa, cuando ya se perdieron las elecciones contra
esa persona, el antiguo rival acérrimo, que estabatotalmente
en contra de los planteamientos politicos del ganador, tampoco lo
piensa dos veces para aceptar embajadas o representacones internacionales
bajo el mando del otrora "candidato paraco". Si lo hace
otro, es politiquería; si lo hago yo, es "dejar de lado
las diferencias para buscar el bien del país".
Si durante años las entidades de control han estado encabezadas
por personas pertenecientes a uno de los partidos tradicionales
y al mismo tiempo su partido detenta las mayorías en el Concejo
de Bogotá, esa situación nada tenía de raro.
Si, como ahora, ocurre lo mismo pero con un sector político
diferente, entonces salen los que fueron desplazados de esa condición
a decir que "la situación actual plantea serias inquietudes
acerca de la independencia de los organismos de control".
Eso es politiquería,
y si quisiéramos hacer una lista detallada de todas sus expresiones,
el trabajo sería muy largo. Hablar contra la politiquería
en Colombia es el ejercicio predilecto del hipócrita, del
político que está listo a tirar la primera piedra
para señalar a otro político que hace exactamente
las mismas cosas reprobables que él. Claro, esa mano pronta
a lapidar, se esconderá en la medida de lo posible cuando
los vaivenes políticos impongan la necesidad de una "alianza"
con aquel a quien se atacó. Lo que uno no acaba de entender
es, ¿como existe politiquería en el país, cuando
todos los políticos luchan contra ella? La verdad es que
luchan contra la politiquería ajena, porque la propia nunca
es vista como tal, y en ese orden de ideas, se está contra
la politiquería del otro, no por que esté mal, sino
porque le quita espacio y oportunidades a la propia corrupción,
bajo la filosofía de que "si no me lo robo yo, alguien
más se lo robará". Si todas las palabras contra
la politiquería que se han dicho en este país hubieran
sido sinceras, la situación sería diferente.
*Centauro
es uno de esos fieles oyentes que, por curiosa e intelectual aberación
nos honra con el envío de un inteligente escrito del todo
digno de ser publicado.
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