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El cuentazo del príncipe azul
Lady Heather

Sólo para mujeres
(Y por ende espero que muchos hombres lo lean)

- ¿Y la quinta cabaña?
- Ésas son las bellas durmientes
- ¿Como las del cuento?
- Sí, más o menos… son románticas, convencionales, apegadas a lo cotidiano; todavía creen que un día despertaran con un beso y todo amanecerá diferente por arte de magia, y que ellas no tienen ninguna responsabilidad en dicha transformación: serán felices por mandato divino. En buenas cuentas, esperan ser resucitadas por el beso del Príncipe Azul –contesta Toña mientras abre una caja de polvos de arroz y comienza a aplicárselos en el rostro.
- ¡El príncipe azul! –exclama Angelita- ¿todavía no se les destiñe? Yo ya lo tengo en celeste bien clarito…

(Marcela Serrano, “el albergue de las mujeres tristes”)

¡MUJERES! Es hora ya de que dejemos las historias y los sueños del príncipe azul; yo mejor que nadie sé que es bien difícil, al género femenino lo han educado toda la vida con los cuentos infantiles, que son los mas rosas imaginables y con las canciones de plancha, cuya única temática es “il amour” (como diría Pepe, el zorrillo… no tengo ni idea de cómo se escribe el apellido de ese animalito). Está comprobado que en el 90% de los casos los príncipes azules no sirven para nada, pero no por ello estoy diciéndoos que “mejor es ésta porquería que nada” ya que una cosa es no exagerar la nota y otra –bien distinta- es no ser unas conformistas.

Por ejemplo, en los cuentos de hadas:

Hay un cuento, que pueden leer en el libro “cuentos para siempre” (de esos que prestan en el Transmilenio) que se llama “la princesa y la arveja” en el cual el príncipe es un sujeto al cual solo le interesa casarse “con una princesa, pero había de ser una verdadera princesa”, como quien dice, uno de estos gomelitos a quienes solo les interesa andar con una vieja de su misma posición social… alta, se sobreentiende.

¿Qué tienen en común el príncipe de la cenicienta, el de la bella durmiente y el de Rumpelstizchen?

Que todos eran unos superficiales dispuestos a casarse con una “hermosa mujer” a la que nunca en su vida habían visto y no conocían, de quien poco o nada les importaban sus ideas, su pasado o lo que fuera de ellas: eran bonitas, las vieron, se enamoraron y se casaron. Y ya. Y eso que no voy a entrar en casos patológicos, como el del necrofílico ese de Blancanieves que ¡¡¡deseaba cargar con un cadáver!!!

Me hace recordar lo que decía una de mis sufridas amigas (que es psicóloga…, pero imagino que en casa de herrero azadón de palo: ha dado con unos tipos que ni les cuento) “lo mejor que les pudo pasar a Romeo y Julieta fue haberse muerto”, ya que según su opinión, les vendría perfecto ese verso de la canción “llueve sobre mojado” de Fito Páez “ayer Julieta denunciaba a Romeo, por malos tratos en el juzgado”, y miren que tiene mucha razón: todas las historias de amor en la literatura, por lo menos esas que se consideran “bellísimas, hermosísimas, preciosísimas” son aquellas en las que uno (o ambos) de los protagonistas terminan sus relaciones bajo tierra: desde Dante & Beatriz, hasta Oliver & Jennifer (los protagonistas de Love History… y confieso que el libro me hizo llorar), pasando por Pablo & virginia, Fernando & Celina (los protagonistas de “mientras llueve”), Tristán e Isolda, Don Juan & Doña Ana, Merlín & Ninivé, &, &, &,…, los únicos que no, al menos que yo recuerde, y claro, que sean de libros conocidos, son Lady Constanza Chatterlay y Jhon Thomas, pero ésta se voló con el guardabosques: ni ella fue capaz de soportar a su aristocrático e inválido marido, lo cual da un punto mas a la confirmación de mi teoría.

De verdad niñas. Todas hemos pasado y/o conocido el caso de una chica que anda con un hombre que nosotras consideramos “maravilloso”, del que decimos “es un verdadero príncipe azul” pero que al poquito tiempo las deja en la estacada… ¿por qué? Pues porque es un príncipe azul y adolece de todos los defectos que dichos seres suelen tener, y si me van a responder que no todos son así… recuerden que solo estoy hablando del 90%, y si les parece que solo hablo de príncipes muy, muy antiguos, ¿qué decir de Encantador? Un calzonazos prendido a la falda de su madre(la de él), el Hada Madrina, perfectamente incapaz de solucionar sus propios problemas, que todavía pedía en los restaurantes “cajita medieval feliz”… a mí un sujeto así me da mucho que pensar… y todo es malo.

Imagino que aún queda un argumento más: estoy hablando de príncipes de ficción; pero si me meto con los de la vida real, ahí si que se me termina la tinta… apuesto que a ninguna de nosotras le hubiera gustado ser la Princesa Masako del Japón, o estar casadas con Carlos de Inglaterra, o ser la feliz esposa del príncipe Ernest de Hannover (príncipe sin título de la monarquía Teutona… y alcohólico) o estar casada con un tipo llamado Hans Adán II… ahí está el príncipe Felipe de España, quien parece ser un buen partido, (a propósito, ¿por qué la frase “un buen partido? ¿será por la “media naranja”? ¿es muy difícil encontrar un “buen completo”?, qué horror de mundo, donde ya nada está entero) pero en primer lugar, el tiempo lo dirá y en segundo, las excepciones confirman la regla.

Además del aburrimiento de ser princesa, de que todo el mundo meta la nariz en tus asuntos y te juzgue y catalogue, y te debas dedicar a actividades sociales que suelen importarnos mas bien poco, y que los hijos no sean personas normales, y que siempre serás la reina (y vean que en este país es mejor ser “ex reina” de lo que venga, aunque sea del tomate chonto) y no tendrás opción de mandato salvo en pendejadas sin importancia (y no es que la situación de los príncipes esté mucho mejor: el rey reina, pero no gobierna, en su mayoría de los casos es una figura netamente decorativa, y si así le va al rey, imagínate a su heredero… cuando al fin reinan, con esa longevidad de los reyes, ya está uno a un paso de la tumba) y que para colmo tu “adorada suegrita” sea ¡su majestad!, convirtiéndose uno automáticamente en una de sus súbditas (si así no mas es complicado llevarse bien con ellas… imagínense una suegra en esa posición…) mejor dicho, problemitas a cada pasito. Y conste que no me estoy metiendo con problemas del pasado… por ejemplo, todo el mundo dice que lo de lady Di fue “un verdadero cuento de hadas” (lo cual confirma sobradamente mi teoría), pero pocos saben que ella tenía un título nobiliario por familia y por derecho propio, (era condesa de yo-no-se-qué vaina) que si no, el tipejo este nunca la hubiera volteado a mirar… Pobre lady Di… las cachas, asi que en el pasado, o eras noble o te fregabas, pero bueno… ahora todo ha evolucionado… y aun no se sabe si para mejor o para peor.

Y tampoco puede pasarse uno la vida como la chica de un antiguo comercial de cerveza, besuqueando cuanto sapo se le atraviese a una por delante a ver cual resulta ser un príncipe.

Retomando con lo de los cuentos, miren que los seres masculinos que sirven de algo no son precisamente príncipes, son hombres como el leñador de Caperucita, que la menos la rescató del lobo (lo de si la rescató o la interrumpió, está sujeto a discusión, así como la pregunta de qué cobró por el favor ), o si a eso vamos Shrek, que le hizo el favor a Fiona (de rescatarla, mal pensadas) porque Lord Faarquad (otro desgraciado noble) no fue capaz .

En resumen, todo este carretazo es para deciros, queridas niñas, que debemos agradecer por los corrientes plebeyos con quienes tenemos la fortuna de andar (con la restricción que aclaré en el primer párrafo), esos sacrificados muchachos que rebañan sus ahorros para llevarnos a cine, y que sueñan con un castillo pequeño donde seremos emperatrices de su corazón… lo admito, me estoy poniendo ultra romántica, pero después de soportar lo único peor que un príncipe azul (un montón de villanos con complejo de príncipes), definitivamente me quedo con los muchachos que lo único que tienen de “real” (entiéndase el término como proveniente de la palabra “realeza”), es que pertenecen a la vulgar vida real, no va y sea que termine como Madame Bovary, quien se quedó sin el pan y sin el queso, envenenada y tres metros bajo tierra por soñadora y exigente.

Prefiero atenerme al consejo de la revista Cosmopolitan, en que dice “si no encuentras tu príncipe azul, fabrícatelo”, en el sentido de ver las buenas prendas individuales de cada persona, dejándonos así de pendejadas y logrando así convertirnos en la “princesa rosada” (si los príncipes son azules, las princesas debemos ser rosas ¿no?) de algún afortunado muchacho (por haber logrado esa conquista ), y así tener la boda de ensueño que aparece al final de todos los cuentos.

Y por el momento, no es más.

Amor, salud y billete

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