Pálido,
famélico, aburrido, asocial, excéntrico, desabrido.
Éstos, y una cantidad aun mayor de epítetos recurrentes,
son clara prueba del descrédito del que el vegetariano
común ha sido objeto desde que el término vegetariano
existe.
Habituados
desde siempre al consumo inveterado de productos cárnicos
–bofe, panza, pelanga, gelatina de pata pepitoria y demás–,
hemos caído, de plano, en la prejuiciosa posición
de concebir a quien no corresponda a los estándares alimentarios
del llamado hombre promedio, como una especie de paria gastronómico.
Basta con ver las caras
de horror de la mayoría de meseros y empleados de restaurantes
corrientes de comidas rápidas al inquirirles sobre la factibilidad
de la elaboración de alguna receta basada en vegetales.
En la dolorosamente mayor parte de los casos sus ojos dormidos
se 'resetean' ante cualquier solicitud de esa clase, y su negativa
a realizar cualquier tipo de permutaciones en las que se canjeen
los filetes por lentejas, y el tocino por brócoli, es parte
del menú diario. La mayoría suele ofrecer pescado,
como si éste creciera en los árboles.
Luego, tras toda suerte
de aburridas explicaciones, entre ellas esa de que los habitantes
del agua no caben en una dieta vegetariana que merezca ser denominada
como tal, y de que hay más que espinacas y ruibarbo en
la dieta del vegetariano, a veces no queda más que desistir.
Tal vez gran parte de
la responsabilidad para tan ligeros análisis corresponda
a los mismísimos restaurantes vegetarianos. No hay nada
más desalentador para quien desee bucear en las honduras
del vegetarianismo que toda la suerte de catálogos y libracos
de baratas ediciones sobre autosuperación, Feng Shui, astrología
y demás ciencias esotéricas ubicada justo al entrar
a casi todos los restaurantes de este tipo. Hasta la peor de las
hambrunas se vería contrarrestada con sólo dar una
mirada a tan poco apetecibles vitrinas. Decir vegetariano no es
decir faquir.
De hecho, y como queda
claro, por ejemplo en el recientemente publicado Cocina vegetariana
con Sandra y Consuelo (Vergara Grupo Zeta 21005), obra maestra
de la bibliografía vegetariana –con el acertado aporte
de expertos nutricionistas y médicos especialistas–
la naturaleza nos ofrece tal variedad de legumbres, cereales,
hortalizas y vegetales, como para no extrañar ni por un
instante el sabor de la carne, y para considerar la posibilidad
de vivir una vida algo más saludable compasiva con nuestros
amigos animales. En una excelente edición Sandra Bedoya
y Consuelo Figueroa, derrumban mediante 500 recetas, la absurda
idea de que la vida del vegetariano es propia de extraterrestres,
y que no hay en el corriente supermercado insumo alguno para sus
'extraños hábitos'.
Pero como no hay nada
más aburrido que el vegetariano recriminador y proselitista
a ultranza, y como de hablar se trata, me permitiré la
posibilidad de responder a algunas de las más socorridas
preguntas que como vegetariano suelo tolerar con resignación
estoica día tras día. Así, tal vez, la próxima
vez que se encuentre con un vegetariano podrá usted verle
como un buen amigo, y un sociable compañero de manteles.
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Las
10 mentiras verdes
1
¿Y entonces usted qué come? ¿Lechuga todo el
día?
No. Hay una cantidad enorme de posibles platos y combinaciones de
muy diversa especie. Pensemos por ejemplo en unos champiñones
stroganoff, en una crepe de hierbas con espárragos y jamón
de vegetales, unos rollos primavera, o una buena arepa de maíz
tierno. Y no todas ellas contienen lechuga.
2
¿Y es que usted cree que las matas no sufren cuando las arrancan
para cocinarlas?
No. No lo creo. Es una verdad científica el que los animales
están en un nivel distinto al de las plantas en la escala
evolutiva y que éstas –a su vez– no disponen
de un sistema nervioso central que les permita distinguir el dolor.
3
Desde la lógica evolucionista el hombre es una criatura carnívora.
Mentira. Charles Darwin, evolucionista consumado y vegetariano se
pronunció, en el sentido de que "la alimentación
normal del hombre es vegetal como la de los antropomorfos y monos,
y, que sus colmillos, menos desarrollados que los de éstos,
no están destinados a competir con las fieras ni animales
carnívoros".
4
Como sé que usted es vegetariano le hice sándwich
de atún. Yo también he sido vegetariano por épocas,
y sólo como carnes blancas.
Esa no es una comida vegetariana. Si nos remitimos al rigor del
término el Diccionario de la Real Academia Española
reza así: 'régimen alimenticio basado principalmente
en el consumo de productos vegetales, pero que admite el uso de
productos del animal vivo, como los huevos, la leche, etc'. Que
se sepa, el atún, bacalao o salmón no están
contemplados en el etcétera.
5
¿Y cuando hay un asado usted qué come?
Mazorca, guacamole, papas, platano o yuca. Las opciones no son tan
pocas si se es inventivo.
6
¿No es la comida vegetariana demasiado insípida?
De ninguna manera. O pruebe usted un ceviche de vegetales o de mango,
un falafel de caraotas negras, unas buenas enchiladas vegetarianas
con chipotles incluidos o las crepes con salsa de manzana.
7
¿Son todos los vegetarianos aburridos y complicados?
No todos. Los ha habido atléticos como el buen Bruce Lee
o Martina Navratilova, talentosos y díscolos como Paul McCartney,
Kurt Cobain y Franz Kafka, geniales como Einstein o DaVinci. Con
ello no quiero decir que todo vegetariano vaya a convertirse en
un George Bernard Shaw, o en una Cameron Diaz o Lisa Simpson. Pero
a todos los anteriores podría espetárseles cualquier
insulto, salvo el de aburridos.
8
¡Uyyy! Yo no sé cómo hace usted para vivir sin
carne. Yo no podría.
Yo sí. Y muchos millones de vegetarianos también,
viven, al parecer más que bastante bien.
9 ¡No sabe de lo que
se pierde!
En la dolorosamente mayoría
de los casos, los vegetarianos han llegado a serlo tras años
de devoción irrestricta a la carne.
10
Sopa sin carne no sabe a nada.
Tal vez no conozca usted de la sustancia procedente de productos
elaborados a base de vegetales como el Caldo Rico de Nestlé.
El ajo, tomillo y laurel también funcionan.
11 Los vegetarianos suelen
ser enjutos y flacuchentos.
No hay ninguna razón para pensar que el vegetariano, por
el simple e inocente hecho de serlo, tenga por qué ser más
delgado, o disponer de una condición física menos
favorable que la de sus compañeros carnívoros. Una
dieta vegetariana, llevada en forma correcta debe proporcionar la
misma cantidad de nutrientes necesarios para una adecuada calidad
de vida, sin mayores traumatismos. También hay, y conozco
muchos, vegetarianos obesos
*Andrés
Ospina es codirector y cofundador de La Silla Eléctrica.
La cerveza, The Beatles, el Qundío y Bogotá se encuentran
entre sus mayores intereses.
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