Will I wait a lonely lifetime?
If you want me to, I will.
The Beatles, I will
Jueves, 31 de marzo
de 2005. 2.30 PM. Tienda de Don Juan. Inmediaciones del Parque
Lourdes.
Pablo, algo embriagado, haciendo un
inmenso esfuerzo por derrotar a su habitual fobia escénica,
dirige sus palabras a una desconocida apostada en la mesa contigua,
a sus ojos atractiva y algo enigmática.
-Hola.
-¿Nos conocemos?
-Aún no, supongo. ¿Gustas
de la cerveza?
-A veces.
-¿Qué tantas veces?
-A veces. A veces.
-¿Es esta una de esas veces?.
-Sí. Estoy esperando a alguien
que no llega, con una cerveza.
-Es mejor esperar cuando hay cerveza en
el vaso o botella. Yo también espero a que alguien llegue,
aunque no sé quién sea en realidad el alguien a
quien yo espero. Y ya llevo mucho esperándolo.
-¿Cómo así? ¿Cita
a ciegas?
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-No,
no, no. Las citas a ciegas se me antojan bochornosas, en particular
debido a que soy algo inseguro con mi aspecto. Además este
sería el último lugar como para iniciar un encuentro
de ese tipo. Hablo de la espera. Espera. A veces no sabes qué
habrá de suceder cuando esperas. Pero en realidad no espero
a nadie en concreto. ¿Me hago entender? Espero a que llegue
“cualquier alguien”. Y no “el” alguien.
Supongo te suena extraño. De hecho, tal vez ese alguien nunca
venga. Yo seguiré esperando. Aunque, al final... ¿Para
qué esperar si nadie viene? Fíjate en esto: A veces
he llegado a creer que ese alguien ha llegado, pero resulta ser
que ese alguien no es el alguien a quien yo esperaba y que yo no
soy el alguien a quien ese alguien espera. Es frustrante.
-Hablas como un trabalenguas
y no te entiendo del todo. Además es muy raro ver a alguien
esperando a que llegue alguien de quien no se sabe si va a llegar
o no.
-Creo que se trata de eso
en esencia. He pasado por mi vida esperando que alguien llegue,
pero no sé quién es ese alguien ni sé si ese
alguien exista ni tampoco si llegue hasta mí. A veces me
abruma la tristeza al suponer que ese alguien está muy lejos
de mí, que las posibilidades de verle son mínimas
y que por tanto nunca llegará. O que existió siglos
atrás y ya no podré conocerle porque ya no existe,
o que aún no exista y que, para cuando lo haga ya sea yo
quien haya dejado de existir. Lo pienso todo el tiempo y lo más
doloroso es que, de seguro, aunque fuera a buscarlo hasta Johanesburgo,
Praga, El Cairo, o La Paz, ese alguien nunca llegaría.
-Bien. Me tengo que ir porque,
por mi parte, el alguien a quien espero ya llegó. ¡Chao!
Sigue esperando.
-Eso haré. Sin embargo...
espera. ¿Te volveré a ver otra vez?
-Eso espero.
*Andrés
Ospina es codirector y cofundador de La Silla Eléctrica.
La cerveza, The Beatles, el Quindío y Bogotá se encuentran
entre sus mayores intereses.
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