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Crónica de una generación trágica
(Cápitulo I)
1988
Manuel Carreño

Aquella noche duré media hora metido en el baño arreglándome el mechón, mi pelo, más ondulado que el de mis amigos, me impedía arreglármelo tan rápido como ellos, sin embargo esa noche tardé más de lo esperado; de pronto porque en el fondo sabía que mi tranquilidad mental se me iba a complicar por primera vez a mis escasos trece años.

Salí del baño y me puse la pinta completa: tenis Converse de tres colores, jeans Pepe rotos, camisa OP, saco ACA amarrado a la cintura y una chaqueta de bluejean. El mechón me tapaba completamente un ojo y la muñeca de la mano izquierda la tenía llena de “cueritos“ porque en la derecha tenía un enorme Swatch. Así, estaba listo a entrar por primera vez colado a una miniteca. Me eché mi Colors y estuve listo para irme.

Entonces, como era por Niza, mis papás decidieron llevarme. Ya en el carro mi mama preocupada me dijo que tuviera cuidado con las pandillas, ya que ella había escuchado en la peluquería que en la fiesta del hijo de otra señora se habían entrado unos muchachos, habían sacado navaja y se habían tirado la fiesta. También me dijo que si la fiesta era cerca de Unicentro mejor no fuera, ya que en la peluquería también escuchó a una señora decir que un amigo de un primo de ella había encontrado a un hombre desangrándose en la calle, al llevarlo al hospital le había confesado ser un mafioso y en agradecimiento le había recomendado no ir a Unicentro ya que allí iba a estallar la bomba más grande.

Le dije a mis papás que era dos cuadras antes para evitar que mis amigos vieran que eran ellos los que me habían llevado, aunque yo creo que a ellos les pasó lo mismo. En la esquina del conjunto donde era la fiesta me encontré a mis amigos. Uno de ellos el que tenía el mechón mejor peinado, me contó el mismo cuento del mafioso desangrándose, lo único que cambió es que en este caso no era al amigo de un primo, sino al primo de un amigo. Yo simplemente me hice el sorprendido.

“Bueno... aquí va a haber una cantidad de chinas”- dijo mi otro amigo el que era el contacto para entrar- “ustedes entran como si nada, son los trece de una amiga de un amigo. Como va haber tanta gente nos hacemos los locos y no creo que la nadie nos pregunte nada”-agregó-. Finalmente entramos, le dijimos al portero con seguridad a donde íbamos y el nos dejó seguir al salón comunal, entonces oíamos como de fondo sonaba la música discotequera de la época: “Búscame” de Rose y Boom-boom de Paul le Kakis y entonces vimos que había unas cuarenta personas en la fiesta. A la dueña la reconocimos rápido, era una niñita flaca, mona, ojiazul y de brackets, quien lejos de estar pasándola bien parecía estar viviendo un martirio, el cual solo se acababa cuando alguna de sus amigas llegaba, entonces les daba un escandaloso abrazo y después se secreteaba con ellas. Después entendí que lo que pasaba era que había un niño del que la dueña de la fiesta estaba tragada, pero el muchacho no parecía responder. Aunque habría que decir que la cantidad de colados iguales a nosotros era un tema que contribuía a la angustia de esta niña.

En la fiesta no daban trago pero mi amigo el contacto traía media botella de aguardiente escondida entre la chaqueta, ese mismo acto se repetía en casi todos los grupos de invitados de la fiesta. La verdad es que era poco o nada lo que nosotros tomábamos, pero esa media daba status. Casi ni la probamos sin embargo otros asistentes a la fiesta estaban totalmente ebrios, o aunque sea daba esa impresión haciendo un show bochornoso que lograba atormentar más a nuestra anfitriona. Después de Boys de Sabrina llegó la tanda rock en español cuando empezó a sonar Devuélveme a mi Chica de Hombres G, aproveché para ir al baño. Cuando salí de allí empezó el lío de mi vida: Entre las luces intermitentes del strober, y los reflejos de la bola de colores, la pude ver. Una hermosa y tierna cara se escondía detrás de un mechón estilo alf que se notaba había sido producto de un gran trabajo de secador de más de dos horas ya que su pelo chuto no dejaba gran capacidad de maniobra. Su saco Benetton verde y blanco a rayas pasaba desapercibido ante todo lo que ella emanaba. Parecía aburrida y estaba sola, entonces sin pensarlo mucho me le acerqué. ¡Hola! - le dije- . Ella me respondió algo desubicada el saludo, mirando algo asustada hacia los lados. Para hacerle conversación indagué sobre sus gustos musicales aprovechando la coyuntura de lo que estaba sonando. Le pregunte:


– Te gustan los Hombres G?
– “Sssi pero me gusta más Soda Stereo”- me contestó aún con algo de miedo.
– ¿Qué canción? Trátame Suavemente... ¿te gusta?
– Es mi favorita – me sonrió- Mateos también me gusta mucho, Atado a un sentimiento me encanta, sí la has oído?
– Sí. Sí la he oído y me encanta- le dije emocionado- seguro será un superéxito.
– ... es que a mi el rock en español me encanta, cada vez que tengo plata me compro algún casette, pero mi hermano me dice que esa música es una mierda. Que en un año eso va a ser un fracaso. Yo no creo eso, el rock en español es una cosa que nunca va a pasar de moda, es más, yo creo que por ahí en dos años 88 solo va a pasar rock en español !!
– ¡ El rock en español es una chimba! - le contesté emocionado. No había duda estaba enamorado. ¿Tienes pensado ir al concierto que van a hacer en el Campín?
– Sí, qué berraquera, imagínate todos esos grupos tocando juntos, eso nunca se había hecho en Bogotá.
– Eso se lo tenemos que agradecer al alcalde, es que sí piensa en los jóvenes - le dije haciendo el análisis político que podía hacer alguien de trece años de edad.

Entonces le cambié el tema y le pregunté con quien había venido a la fiesta Y ella me dijo “yo vine con mi hermano”, en ese momento se oyó un grito “¡Carolina!” entonces ella se volteó y me dijo asustada “hablamos después, chao”. Y salió corriendo. Sólo en ese momento me di cuenta que en la fiesta se escuchaba un silencio sepulcral, y es que los billis del barrio habían llegado a la fiesta y estaban bailando en la mitad de la pista ante la mirada atónita y asustada de todos los demás y el llanto inconsolable de la dueña de la fiesta. Entraron con un bate hicieron un rato escándalo, quitaron la música que había y pusieron Iron Maiden, amenazaron a un par de personas con que los iban a chuzar si se ponían de machos y nos quitaron la media de aguardiente. Entonces yo, como casi toda la fiesta salimos despavoridos. Cuando nos íbamos, pude ver de reojo a esta niña junto con los billis; incluso estaba agarrada con el que sostenía el bate. Entonces entendí que su hermano era un billi y que de haberle seguido hablando hubiera terminado en problemas. El único que jamás se enteró de lo que pasaba era el borracho que para esas instancias ya se había vomitado en la mitad del salón comunal y yacía profundamente dormido ante la mirada jocosa de sus amigos.

– Qué bandera esos billis- dijo mi amigo del mechón.
– Ustedes los conocen?- pregunté yo
– ¡Claro, es la pandilla de Niza, se han tirado las últimas cinco fiestas del barrio, mejor vayámonos antes de que nos chuzen !!- dijo mi amigo el contacto.
– Pero, ¿Ustedes saben quien es esta niña Carolina?
– ¿Cual? ¿Carolina García? O ¿Carolina Ospina?
– ¿Carolina Contreras? O ¿Carolina Casas ?
– No se, la que llego al final...
– ¿Cual? Yo no vi a nadie.
En medio del afán se acabó la conversación y seguimos corriendo hasta la casa de el contacto, allí pedimos un taxi y nos fuimos a nuestras casas.

Al otro día me volví a encontrar con mis amigos, fuimos al recién inaugurado Charlie’s de la 116, sitio que nos gustó mucho ya que pensábamos que el chucito de la cien era muy chiquito. Después fuimos a unicentro a ver Duro de Matar, haciendo caso omiso a la historia del mafioso. Más tarde pasamos al frente de Uniplay mas no entramos, en la puerta había dos billis parados en cada lado mirando mal a todos los que pasábamos, especialmente a los niñitos con pinta de “plays” como nosotros.

Durante toda la velada sabatina yo sólo pensaba en Carolina, entonces traté de volver a indagar sobre ella, mis amigos totalmente desesperados conmigo decidieron dejar de ignorarme y encararme definitivamente, el que vivía en Niza me dijo:
- Vea, yo no vi a ninguna niña pero en Niza conozco por lo menos diez Carolinas y por ahí cuatro son hermanas de los billis, las llevan como mascotas y nadie se les puede acercar.
- Pero ésta no parecía muy contenta, era divina...- dije convencido y rayando en lo cansón
- Vea -me dijo mi otro amigo mientras se arreglaba el mechón- no sea huevón, para que se va a meter con la hermana de un billi, no sea pirobo.

Me pudo más la cobardía que el amor, así que decidí hacerles caso y olvidarme de la niña. Me fui para mi casa y oí Trátame Suavemente unas cuarenta veces. Esa semana me compre el cassette de Mateos Atado a un Sentimiento; igual tenía la idea que me la volvería a encontrar en poco tiempo y podría averiguar mejor de ella.

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*Manuel Francisco Carreño es el verdadero nombre de Brando Maya, gestor de innumerables y fallidos proyectos individuales y en colectivo, entre los que se cuentan El Utensilio, Morgan Records, Paréntesis, Poliarquía F.C. y Situación Crónica. Hoy es codirector del espectáculo radial La Silla Eléctrica.

 

 
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