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Cuatro cosas que todo bogotano debería saber
Andrés Ospina

En tiempos de Transmilenios, ciclorutas, bolardos y demás novedades de la parafernalia metropolitana en esta Bogotá de principios de siglo, cabe retrotraer algunas cápsulas memorísticas, representativas de nuestra historia y hoy ignoradas por muchos. Esto se justifica en parte, ya que gracias a “sabias decisiones” ninguno de los lugares a continuación mencionados existe en la actualidad:

1. El Lago Gaitán: En las inmediaciones de donde hoy se erige uno de los más prósperos centros comerciales en Panoramica del imponente Lago Gaitánmaterias computacionales, mercado persa de software pirata y demás aberraciones cibernéticas, puede contemplarse con facilidad un fenómeno topográfico que sin duda no deja de sorprender –y hasta aterrar–. La mayor parte de edificios que rodean la Carrera 15, entre las calles 75 y 82, sufren una curiosa inclinación que los hace aparecer a nuestros ojos como “al borde de las ruinas”.

La verdad es que hasta hace unos 50 años, este lugar era la sede de un inmenso lago, circundado por un parque de diversiones, propiedad –entre otros– del precursor de la cinematografía en Colombia, Alfonso Acevedo Bernal.

El llamado Lago Gaitán era uno de los lugares de esparcimiento preferidos por los cachacos por allá en los 30 y 40. Entre sus atracciones se contaban una rueda de Chicago, paseos en bote y económicos recorridos en monomotores. Por alguna razón no queda vestigio alguno de su existencia, algo triste si tenemos en cuenta que algunos representantes de la más pura raigambre bogotana lo equipararían al “Conny Island” newyorquino.

Su desaparición aún es digna de lamentarse y de seguro debe haber culpables de tal depredación urbanística. Pero esa es otra historia.

2. Tal vez somos más jóvenes: Para efectos oficiales, la fundación española de Bogotá no tuvo lugar el 6 de agosto de 1538, como solemos pensar, sino el 27 de Abril de 1539.

Piedra sustraída de la Capilla del HumilladeroEs cierto que en 1538 Don Gonzalo Jiménez de Quesada erigió doce ranchos alrededor de una iglesia en lo que hoy es el centro de la ciudad (más un asentamiento militar que una fundación, en el sentido estricto de la palabra). No fue sino hasta abril del 39 que se trazaron los límites, se adjudicaron solares y se nombraron alcaldes y regidores.

A diferencia de la primera fundación, la segunda sí parece haber contado con la solemnidad que la ocasión ameritaba. En cuanto a los lugares exactos de cada uno de estos emplazamientos hay opiniones encontradas. El ritual religioso que antecedió a la primera fundación pudo haberse oficiado en una desaparecida capilla, unos metros al sur de la actual Catedral. Algunos afirman que la liturgia se efectuó en la Capilla del Humilladero en la esquina noroccidental del Parque Santander (antes conocido como Plaza de las Yerbas), justo al frente del edificio Avianca, capilla demolida en 1877 para efectos de “mejoramiento urbano”. Otros la sitúan en la plaza hoy llamada Chorro de Quevedo en donde de paso se encuentra una réplica de la mencionada capilla.

En lo que respecta al lugar de la segunda Plaza Mayor, parece no caber duda que es el lugar exacto de la actual Plaza de Bolívar. El caso es que no se trata de una sola fundación sino de dos, buena excusa para celebrar dos veces.

3. ¿Por qué Chapinero?
A principios del siglo XIX Don Antón Hero Cepeda, natural del puerto de Cádiz casado con una india de Usaquén se hizo famoso por la fabricación de un tipo de calzado de gruesa suela de corcho con el que las santafereñas aparentaban mayor estatura y se protegían del lodo y la suciedad.

La modesta casa del ChapineroDenominados “Chapines”, estos zapatos adquirieron gran popularidad entre la aristocracia bogotana de entonces. El nombre parece tener orígenes onomatopéyicos, provenientes tal vez del sonido provocado por las suelas al tocar el piso. Si un fabricante de zapatos debía llamarse zapatero, uno de chapines haría lo propio llamándose “Chapinero”.

La "pequeña vivienda" y la fábrica de Don Antón ocupaban un área de unas 150 fanegadas, bastante más amplia que cualquier residencia corriente en la actualidad, a unos cinco kilómetros de la vieja Bogotá. El sitio exacto de la casa se hallaba en la actual Calle 59 con Carrera Séptima, justo en donde hoy encontramos una estación de gasolina, y, un poco más abajo, el famoso parque de la 60, epicentro del hippismo criollo en los años sesentas, hoy remozado, con muy escasa fortuna, por nuestro señor alcalde Antanas Mockus.Así pues, cuando vayamos a Chapinero, merece ser recordado el nombre de don Antón y sus otrora famosos zapatos.


4. El Parque de la Independencia.
Aunque hoy se conserva parcialmente, el Parque de la Independencia, ubicado en el costado oriental de la intersección entre la Carrera Séptima y la Calle 26, no es ni la sombra de lo que alguna vez fuera.

Vista del Pabellón Egipcio en el Parque de la IndependenciaLa historia nos cuenta que, con motivo de la celebración del primer centenario de la independencia nacional, se realizaron en la capital diversos eventos de relativa majestuosidad. Entre ellos se encuentra la erección de uno de los más espectaculares parques de cuantos Bogotá ha visto.

La idea era la de construir un conjunto de edificios en los que se representaran cada uno de los logros de la humanidad en toda su historia. En ese orden de ideas se erigieron distintos pabellones. Cada uno de ellos, como es de suponerse, hacía gala del más acendrado gusto arquitectónico.

El Pabellón de las Artes, El Pabellón de las Máquinas, El Pabellón Egipcio y un estanque, son conceptos que no dan más que una vaga idea de la grandeza del parque, demolido para dar paso a la “modernidad”. De entonces sólo queda el "kiosco de la luz”, construcción circular en muy precarias y desaseadas condiciones, que no obstante da testimonio de la belleza antañona.

*Andrés Ospina es codirector y cofundador de La Silla Eléctrica. La cerveza, The Beatles y Bogotá se encuentran entre sus mayores intereses.

 
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