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Pluralidad y similitud
Mauricio Vásquez

Antes de entrar en materia, otro anuncio parroquial con respecto al idioma, pues ya hemos comentado en anteriores programas sobre el horror que implica hablarlo todo en términos políticamente correctos, aclarando de antemano que no se trata de caer en ningún purismo de ninguna índole, pero creo que ya llegamos a un punto en el que el absurdo es manifiesto.

Para anteriores emisiones de La Silla Eléctrica, trajimos algunos dechados de ese uso “aséptico” que se le da a las palabras: cabello por pelo, calzado en vez de zapatos, bolso en lugar de cartera, colocar por poner, embolar por lustrar y tantos otros ejemplos espantosos de estos ideales de lo mediocre proyectado sobre el uso del idioma, que sólo son gazmoñería, afectación, melindre, hipocresía, mojigatería, y disimulo, los cuales limitan, además, la libre expresión.

La abstención al uso con respecto de ciertas palabras, puede esconder el temor reverencial que sienten algunas personas frente a la sexualidad. Por ejemplo, la palabra “pelos”, se haya inmersa en al capacidad evocadora que posee un vocablo, inocente de por sí, pero que por su carácter o capacidad de generar connotaciones, llega raudo a la imaginación y por lo tanto el usuario temeroso, censura la acepción.

Parece que todo se reduce al temor a situarse en un fuera de lugar, que logra, repito, la omisión de la palabra y el trueque por el término edulcorado. Y aun nos preguntamos, ¿cuál es la verdadera sociedad rosa?

También revela la extrema importancia que se le da a la imagen, la que sea, en ese perfil pusilánime que se quiere proyectar y que habita en el alma de nuestra teatral y acartonada sociedad.

Si la palabra ’pelo‘, puede evocar el vello púbico, lo mismo ocurre con la palabra ’embolar‘, pues parece que ella logra recordar una de las posturas que se asumen cuando se realiza el acto sexual.

Siempre que oigo esta prevención con respecto al empleo que se le da al lenguaje, confieso que me afecta en la medida en que me cuestiono por la clase de mundo que estamos construyendo y cuál o cómo es el de quien lo expresa.

Este uso, puede contener un carácter melindroso, porque con su ejecución, se pide a gritos una retribución que implica la aceptación del ser por parte de la persona de quien se espera tal gracia. Gesto que todas formas no va ha tener ocurrencia. Nadie quiere aceptar al otro por la igualdad, porque sospecha de su veracidad y menos por la diferencia, porque es demasiado notoria.

Pero ya qué, ya se dio el lujo de articular de manera bufa la lengua, dentro de esa afanosa búsqueda por esconder lo que se considera que debe permanecer oculto, escondido de mala manera debajo de la alfombra.

Pero hay otros peros, porque también pueden existir usos o modismos que se apartan del modelo antes mencionado, pues tienen que ver con la amabilidad y el buen trato. Al fin y al cabo, no está mal dicho ni mal estructurado, sólo que se abusa del uso exagerado e indiscriminado del diminutivo.

Éste existe, es y será aceptado como forma de comunicar, porque permite que lo enunciado, tenga otra riqueza. Pero, se abusa con el indiscriminado uso que se le da a los diminutivos. Se abusa.

Por este motivo y para contextualizar, les cuento que últimamente he visitado el médico, tema que tan solo a mí me ofrece alguna importancia, pero si lo traigo a colación es porque cada vez que voy a los esterilizados consultorios, las queridas personas que los atienden, lo hacen con diminutivos.

-Espere un minutito, que tengo un pacientico. ¿Quiere otra citica? Venga por la tardecita y no olvide traer la ordencita. Después de eso mi piel, queda radiante: tiene cero espinillas. De algo servirá el asunto, ¿no?

De verdad, creo que el servicio y la atención son inmejorables, o por lo menos he corrido con esa suerte. Pero hablar, dándole a todo una pequeña dimensión es por lo menos risible.

Ostensiblemente, el uso del diminutivo es un gesto de cordialidad, de cercanía con el paciente, pero, es preferible, al menos para mí, que me hablen o digan lo que me tienen que decir, de manera más directa, sin que se pierda el buen trato y por qué no, con uno que otro diminutivo, yo también los uso sin pena, pero sin abusar de la fórmula, con los nenitos o las nenitas.

Me imagino, extendiéndome en el tema y ahora que hago relación con la apariencia que se quiere proyectar con la presentación personal, el afeite tiene su correspondencia con el uso indiscriminado del diminutivo y con el uso edulcorado que se le da a unas palabras.

Aclaro, que contra los afeites que se pusieron en boga de una fecha para acá, que son para mi gusto una moda muy estética e higienizada, no tengo la menor crítica.

Vayan ustedes a un gimnasio, si son hombres, porque en el universo femenino éstas prácticas son usuales de larga data, y notarán que muchos de los usuarios de estos establecimientos se han afeitado las axilas, práctica que se extiende en otros al vello púbico.

Sobre las primeras es a las que me refiero: ¿hasta dónde ver una mata de pelo debajo del brazo tiene la capacidad de evocar la otra mata de pelo, que hoy teóricamente, se esconde debajo de los calzoncillos? Si se usan calzoncillos.
¿Cuál es temor? ¿O será, más bien, la necesidad de borrar en lo posible el paso del tiempo, y lo que se busca es rememorar la pubertad? Porque una consideración estética puede esconder significados que no son ostensibles tan a primera vista.

Sé que en éste punto, tal vez estoy hilando fino, ¿pero qué importa, si lo que vale la pena es mirar de manera despreocupada nuestra existencia y preguntarse sin tapujos lo que se venga a la cabeza?

Ahora sí. El tema que hoy traemos es como ustedes dicen, controversial. Porque tiene muchos más ingredientes de los que uno imagina, y alcanza grados elevados complicación por ser aun un tema tabú: es el del matrimonio entre homosexuales. Como lo alcanzamos a advertir, un sábado, lo más probable era que no tuviera cabida como propuesta en el Congreso y fuera archivado hasta que Piedad Córdoba lo vuelva a resucitar, tal y como sucedió. No era necesario ser adivino.

El tema de las minorías o la manifestación de la diferencia, puede ser entendido desde la literatura en la medida que es posible establecer un paralelo con la aparición de la novela moderna, porque cuando ella se inaugura, se introduce en su argumento, la presencia de la diferencia.

En el Quijote, en particular, por ser la novela en la que se origina la modernidad en la literatura, se separa la locura de la razón, la ficción de la realidad, y aparecen nuevos vínculos, nuevos lenguajes, donde se reformula todo, absolutamente todo.

Con respecto este tema, Foucault dice en Las palabras y las cosas, que:

“Hasta fines del siglo XVI, la semejanza ha desempeñado un papel constructivo en el saber de la cultura occidental. En gran parte, fue ella la que guió la exégesis e interpretación de los textos; la que organizó el juego de los símbolos, permitió el conocimiento de las cosas visibles e invisibles, dirigió el arte de representarlas (…) la tierra repetía el cielo, los rostros se reflejaban en las estrellas.”

En los siglos XV y XVI, se hace patente la existencia de las identidades y las diferencias. La herejía comienza su periplo, al principio tímidamente hasta el día de hoy, cuando vive su plenitud. Entendiendo la herejía como la posibilidad de disentir, de opinar, de decir.

Por eso el Quijote, que era la búsqueda paródica de las similitudes, se convierte en la revelación de la diferencia. O de las diferencias, como ya quedó consignado. Punto.

La homosexualidad puede entenderse igualmente como manifestación de la disparidad. De la diferencia como se asume el género y como opción afectiva. Y es tal vez lo que no se quiere entender porque situarnos en realidades ajenas a la propia, no parece ser el lugar común.

Por esta razón y por lo expuesto por los oyentes el sábado en el que se trató el tema, creo que es necesario y al menos someramente, dilucidar a vuelo de pájaro, algunas inquietudes expresadas por un público del que yo esperaba tuviera más amplitud con respecto a este tema, porque el lineamiento de la emisora presupone una concurrencia diferente a la que oye las radios comerciales.

Y que no suene a regaño, ni más faltaba, sino que más bien, la inquietud que genera éste tema revela una realidad inocultable en la gente joven y no joven, que incluye los temores y el rechazo que aun despierta la homosexualidad.

Fue significativo que en un momento dado, se relacionara la palabra ’aberración‘ con la actitud promiscua, como práctica que se adjudica de modo generalizado a la población homosexual, principalmente masculina. “Aberración”, ya de por sí implica un sesgo, un señalamiento y una forma sencilla para desplazar del centro lo que se puede considerar como conducta incómoda.

Tampoco hay que obviar que estas prácticas, si se hacen, deben de realizarse dentro de los patrones del sexo seguro, sin caer en ningún moralismo, pues el riesgo de contraer otras enfermedades es factible. Agregando que al montar en un bus esto también puede ocurrir...

De todas formas, hay una limitante y es la que aduce, cómo se conoce la intención última de quien habla, y si lo hace invocando una práctica normativa del sexo y del encuentro con el otro.

El equívoco es frecuente y el error también. Por eso se puede decir que el homosexual se gradúa en semiología, porque a cada instante está interpretando los signos que provienen de quien le interesa y que no expresa directamente sus intenciones. Es desde el lenguaje, donde ya encontramos la prisión o los tabiques.

Además, volviendo al caso mencionado, al generalizar las conductas, procuramos otro señalamiento que tapa con la misma cobija a todos los gays, lo que es injusto. Olvidamos que muchas de las actuaciones privadas o públicas, todas prácticamente, se derivan del mundo cultural que nos tocó vivir.

Allí cada quién tiende a manifestarse a su manera y acomodo, a veces con éxito a veces sin él, pero no se puede soslayar que estamos mediados por la cultura.

No es difícil deducir tampoco, dentro de este orden de ideas, que la homosexualidad ha derivado muchos de sus componentes del mundo machista, instaurado en tantos hogares y propiciado por los progenitores o personas ejercen alguna influencia sobre cualquier ser humano que se encuentre bajo su égida.

Hay por demás un ideal puesto en marcha, cuando se anulan todas las mediaciones que dilatan el encuentro sexual con otra persona, es, podemos decirlo, una economía de medios que propicia la facilidad del encuentro.

Encuentro que por otras razones, en algún momento de una historia relativamente reciente, se alcanzó a ver con beneplácito por algunos sectores que valoraban lo que implicaba lo libertario.

Así, los actos recreativos con sexo a bordo, abolían lo reproductivo como fin primero y último del sexo, y de paso destituían la hipocresía que puede estar implícita en la mediación, en una sociedad que no quería admitir otro tipo de encuentro que el ya estatuido.

¿Hoy día estos intelectuales cambiaron su forma de pensar?

Ahora sí, algo de historia.

La homosexualidad es posiblemente tan antigua como la humanidad, pero como podemos deducir, es imposible de comprobar. Se supone que la gaycidad, palabreja que me acabo de inventar, ha existido paralelamente con el lenguaje hetero, pero la división entre una y otra, la conducta heterosexual y la homosexual son algo reciente, aparente y ficticio.

Cuando se habla de este supuesto, es por la probabilidad de que en la prehistoria no existiera nombre o identidad para designar los actos sexuales. De manera tal, que en ese paraíso, las personas podían practicar diferentes tipos de sexo sin que por ello se les otorgara una identidad aparte.

 

 

Lo curioso es que en las sociedades primitivas no se relacionaba el acto sexual con la procreación. La mujer quedaba embarazada sin saber por qué y la paternidad, por sustracción de materia, no era impugnada.

De todas formas, en las sociedades más antiguas ya se conocía la existencia de varios tipos de sexualidad, entre ellas la homosexualidad y el amor que puede emanar de una relación de éstas.

Recordemos como Seth en la mitología egipcia, quiso penetrar a su hermano Horus. Ustedes dirán que es cosa de dioses, pero el mito va más allá porque este último hace que el primero, mediante engaños, se beba su semen y por eso Seth queda embarazado. A él si que le salió el tiro por la culata.

Min, otro dios, viola a su enemigo y también lo deja preñado. De este infeliz o dichoso, sólo el lo supo, nace la sabiduría gracias al embarazo sufrido.

Igualmente, pero en el campo o mejor en una cama muy terrenal, el faraón Pepi II, se la pasaba visitando al general Sisino y no se conoce a qué horas lo hacía, pero lo hacía. Pero con ese nombre, y perdón con el general, era mejor que hubiera escogido otra profesión: sí, sí y no. Después del primer sí, ya no hay tu tía que valga.

Y si damos un salto a la América precolombina, y sin detenerme en ésta lo suficiente, en lo que hoy es Perú, habitaban las culturas moche y vicús, en las cuales se presentaba la penetración anal entre hombres, prácticas que son hoy visibles gracias a las vasijas de barro donde quedaron consignados los hechos.

En la actual Colombia, de igual manera los primeros habitantes escandalizaban a los segundos en llegar al continente, con la libertad de sus costumbres sexuales y el obvio escándalo español. Advirtiendo que muchas de ellas tenían un valor trascendente y no sólo recreativo.

Pero probablemente, la prohibición mayor que penetró nuestro sentir, pudo provenir de la cultura judía, que habitaba muy cerca de las culturas mesopotámicas y egipcias (mucho más libres respecto al tema que tratamos hoy).

Las tribus nómadas hebreas necesitaban como algo vital y esencial para su subsistencia, que la simiente de sus jóvenes varones no refrescara las hirvientes arenas del desierto, sino que quedara dentro de los fértiles vientres de quienes habían dejado de ser doncellas.

Aquí cabe, en esta prohibición, un orden sociopolítico y no necesariamente moral, que abarcaba la masturbación y cualquier otra práctica no reproductiva. El resto de la historia que conocemos, nos permite entender porqué una cuestión aislada en una sociedad también aislada, pasa a ser una norma casi universal, impulsada por los caprichos que nos presenta el desenvolvimiento de las naciones.

Sin embargo la Biblia, que tanto recuerdan algunos oyentes, sí presenta casos de homosexualidad como lo fue el asunto amoroso que tuvo lugar entre Ruth y Noemí o entre David y Jonatan.

Y cuando hoy se menciona la prohibición bíblica, nadie recuerda que Jesús jamás trató el tema, o por lo menos no quedó consignado, si lo hizo. Cuando se trata la cuestión en el histórico libro, se hace indirectamente en las cartas de Pablo.

En todo caso en el Antiguo Testamento de la Biblia es claro el rechazo que existía por los gays, lo que es notorio en el Levítico y el Génesis (la destrucción de Sodoma y Gomorra). Lo curioso es que no se entiende por qué, se rechaza la cuestión homosexual, en un libro que finalmente fue escrito por hombres pertenecientes a una época, y no sucede lo mismo cuando se habla de incesto, el asesinato, y tantas otras, esas sí, rarezas.

A propósito, ¿quién fue la esposa de Caín? ¿Los hijos de Adán y Eva no fueron todos unos incestuosos? ¿Abraham, el hombre virtuoso por excelencia, no se casó con su hermana, Sara? ¿Y qué tal las hijas de Lot, que embriagan a su padre para que éste copule con ellas?

Jacob, es otro caso particular, pues no le bastó con tener una esposa, sino que se engolosinó con su prima Raquel. Tanto prima como mujer, le dan como postre a las dos siervas que los atendían, para que también cubran con menesteres adicionales los apetitos del justo varón.

Otro caso: la nuera de Judá, sale al camino y allí se le entrega al suegro, aduciendo que ella es una prostituta del templo. Y si volvemos con David, encontramos las historias en las cuales se involucra éste con la esposa de uno de sus generales, la bella Bat-saba; pero como el militar no quería soltar prenda, el airado rey manda asesinar a quien fue su aliado militar.

La lista de casos curiosos que provienen de aquellos libros, es grande y puede ameritar otro escrito, pero quiero resaltar cómo en diversas etapas de nuestra cultura, se omiten aquellos casos particulares, pero sí se les da relevancia a otros temas que involucran la homosexualidad desde la perspectiva moral y política: puro valor de uso.

Luego viene en este rápido listado, lo que hoy nos venden como el paraíso Griego, el lugar del jolgorio gay, donde se la pasaban pensando y tirando en una continuidad histórica permanente.
Nada más errado. Sólo en la Grecia Clásica el encuentro entre adultos y púberes se aceptó más ampliamente, pero no había, por lo menos desde una normativa, la posibilidad de la penetración, porque ésta era mal vista, principalmente entre los ciudadanos, es decir, entre los hombres libres.

Claro que existía desde mucho tiempo antes del siglo de oro ateniense el encuentro erótico entre varones, que también implicaba el valor de la camaradería, y la compañía afectiva masculina como impulso vital que acompañaba a los guerreros, para que ellos, entre otros motivos, tuvieran un mejor desempeño bélico.

Lo que nos indica que la amistad y la pederastia tuvieron un papel relevante en la conformación y desarrollo del Estado griego, pues con este encuentro afectivo, se transmitían los valores y las tradiciones, lo que incrementó el renacer continuo de su cultura.

Recordemos en La Ilíada el amor entre Aquiles y Patroclo, o allí mismo la historia de Ganímedes. O en la Odisea, el amor que sentía Ulises por Hermes, o tantos otros encuentros que hallamos en su mitología. ¿Qué tal Zeus, seduciendo a cuanto mozo le gustaba?

El caso de Alejandro Magno es otro de los que vale traer a cuento, no por lo guerrero o saqueador, sino por el profundo amor que sintió por Efestión y a la muerte de éste, el amor que tuvo por el persa Bagoas, que no era una alfombra, pero sí un eunuco.

Safo y su probable alumna Bilitis, ambas escritoras, son ampliamente conocidas por la escogencia de sus afectos en la isla de Lesbos, como para traer a cuento una relación homosexual entre mujeres.

En Roma, ni hablar, porque este tópico era aceptado sin tanto problema, pues se había vuelto lugar común el que algún amo se enamorara de su esclavo, aun cuando había una legislación que trataba este tema puntualmente.
Allí no hubo en principio ninguna normativa que luchara contra la homosexualidad hasta que en el año 390 después de Cristo, las cuales, por razones de índole también puramente políticas, sí se promulgó un estatuto represivo.

Pero luego, en el Imperio Bizantino, lo gay vuelve a tener lugar con los emperadores Constantino V, Miguel III, Basilio II, Constantino VIII y Constantino IX, quienes fueron abiertamente homosexuales.

Olvidaba la Mesopotamia sumeria y la India. En la primera cultura, mucho más antigua que éstas últimas, la prostitución era apoyada por el Estado. Trata, que fuera masculina o femenina era vista con otros ojos, pero allí, a los prostitutos se los respetaba más puntualmente, porque éstos eran tenidos como poseedores de poderes sobrenaturales.

En la India, la segunda mencionada atrás, Vatsayana autor del Kamasutra, le dedica un capítulo al sexo oral que puede realizar un hombre con otro.

En la China, la bisexualidad era practicada por la gente que se encontraba gobernando, sobre todo en la dinastía Zhou oriental. La dinastía Han fue conocida porque durante 150 años, la mayor parte de sus emperadores fueron homosexuales. En éste período el emperador Ai tuvo un romance que puede evocar al que gozó y padeció Adriano con Antinoo en Roma, pues el primero se enamoró de Dong Xian, a quien le hereda el trono a su muerte. La ira no se hizo esperar por parte de los nobles y el muchacho termina suicidándose.

Volviendo a Europa, cuando el Imperio Romano pierde poder, el sistema feudal adquiere relevancia y el mundo que antes giraba en torno a la ciudad, se hace más rural. Las tribus germánicas que terminaron controlando grandes espacios territoriales quisieron abarcar otros, entre ellos la homosexualidad, la cual era mal vista en muchos casos, pero no incluyeron ley alguna que la prohibiera ni la persiguieron.

Los escandinavos, por esa época asociaban la penetración con una actitud de entrega y cobardía, pero en últimas le daban cabida. No ocurrió lo mismo con la no muy amable y visigoda España de ese entonces, pues allí sí se castraba a las personas que eran descubiertas con sus actos descubiertos y homo.

En ésta Alta Edad Media, no se tienen noticias de lo que ocurría con las mujeres, pues ellas seguían teniendo un papel de menor autonomía. Ellas, eran muchas veces el recipiente donde se alijaba la simiente masculina.

Luego, con el tiempo, se llegaría a pensar que como el hombre era el portador del semen, había por ese motivo, sido escogido por Dios para que contribuyera con el Séptimo Día: la propagación de la especie, como una contribución del hombre con la creación, mientras el Todopoderoso descansaba.

La inconformidad con el tema en cuestión, hizo que algunos jerarcas la emprendieran contra la literatura. Por ejemplo, se le debe al papa Gregorio VII, la destrucción de la mayor parte de la creación de Safo y que había sobrevivido casi completa hasta ese momento.

Sin embargo, en la historia hay paradojas muy marcadas, porque se conoce liturgia cristiana que permitía el matrimonio entre homosexuales, hombres y mujeres, así como de la existencia en las altas órdenes religiosas, de vida en común sostenida por mujeres.

¿Qué dirán quienes desconocen estos hechos? ¿Qué pertenecen al pasado y por lo mismo hay que omitirlo?

Tristemente, para la causa gay, aunque en realidad, para toda la humanidad, en el siglo VII en Alejandría y por manos árabes, el fuego consume irreparablemente su biblioteca, que se llevó consigo información valiosísima que podría ser hoy mencionada con respecto a la forma como se asumió el hombre en la antigüedad; obviamente, la homosexualidad cabe como parte de ésta posibilidad.

Ya en los siglos XIII y XIV se persigue la diferencia sexual con más veras. A los herejes se los confunde con los sodomitas y viceversa. La Inquisición tortura y luego consuma el crimen cometido con la horca y la hoguera.

A los Templarios del sur de Francia, por su relevancia social, política y económica son perseguidos por homosexualismo, porque algunos príncipes y reyes feudales se sienten amenazados por aquellos. El papado no se queda atrás con sus prevenciones.

¿Qué pensaran los estudiantes homosexuales de la universidad Santo Tomás, cuando se enteren que Tomás de Aquino en su Summa Teológica, equipara el asunto mencionado, así como el sexo oral y anal con el asesinato?

En el siglo XVI, la cuestión no parece mejorar para los homosexuales, porque se censura lo gay en el arte, y recordemos que estamos en el Renacimiento. Sin embargo en otros países, reyes y escritores abierta o privadamente, practican la homosexualidad.

En Inglaterra Jacobo I, y Guillermo III y quince años después la reina Ana, ambos situados ya en el siglo XVII. En Francia, Enrique II y Luis XIII y más adelante, el hermano de Luis XIV, llamado Felipe de Orleans. Shakespeare y Marlowe, pero como escritores, también en la pérfida Albión.

En el siguiente siglo, los venerables jesuitas destruyen la biblioteca maya, en la cual podría haber un recuento sobre la posible homosexualidad ritual de tan rica cultura.

Como contraste, en el siglo XVIII, comienza el despertar teórico con respecto al carácter gay: la educación sexual fue tema de algunos libros, enfocando el tema cada vez más lejos de la moral y lo político.

Con la Revolución Francesa aparecen los primeros carteles que piden la liberación sexual, así como ya lo habían hecho varios escritores como el Marqués de Sade. El tiempo sigue su curso y la vida también. Bélgica, Holanda, España, Italia, el código penal napoleónico, así como los cantones franceses de Suiza y Bavaria despenalizan la homosexualidad.

Sin embargo la represión no desaparece del todo, tan sólo basta con recordar el triste final del Marqués de Sade, recluido en un manicomio.

*Mauricio Vásquez Prieto es padre intelectual y mentor de La Silla Eléctrica. Suele ser tildado de "Monstruo" y "Arequipe".

 

 
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