Antes
de entrar en materia, otro anuncio parroquial con respecto al
idioma, pues ya hemos comentado en anteriores programas sobre
el horror que implica hablarlo todo en términos políticamente
correctos, aclarando de antemano que no se trata de caer en ningún
purismo de ninguna índole, pero creo que ya llegamos a
un punto en el que el absurdo es manifiesto.
Para anteriores emisiones de La Silla Eléctrica, trajimos
algunos dechados de ese uso “aséptico” que
se le da a las palabras: cabello por pelo, calzado en vez de zapatos,
bolso en lugar de cartera, colocar por poner, embolar por lustrar
y tantos otros ejemplos espantosos de estos ideales de lo mediocre
proyectado sobre el uso del idioma, que sólo son gazmoñería,
afectación, melindre, hipocresía, mojigatería,
y disimulo, los cuales limitan, además, la libre expresión.
La abstención al uso con respecto de ciertas palabras,
puede esconder el temor reverencial que sienten algunas personas
frente a la sexualidad. Por ejemplo, la palabra “pelos”,
se haya inmersa en al capacidad evocadora que posee un vocablo,
inocente de por sí, pero que por su carácter o capacidad
de generar connotaciones, llega raudo a la imaginación
y por lo tanto el usuario temeroso, censura la acepción.
Parece que todo se reduce al temor a situarse en un fuera de lugar,
que logra, repito, la omisión de la palabra y el trueque
por el término edulcorado. Y aun nos preguntamos, ¿cuál
es la verdadera sociedad rosa?
También revela la extrema importancia que se le da a la
imagen, la que sea, en ese perfil pusilánime que se quiere
proyectar y que habita en el alma de nuestra teatral y acartonada
sociedad.
Si la palabra ’pelo‘, puede evocar el vello púbico,
lo mismo ocurre con la palabra ’embolar‘, pues parece
que ella logra recordar una de las posturas que se asumen cuando
se realiza el acto sexual.
Siempre que oigo esta prevención con respecto al empleo
que se le da al lenguaje, confieso que me afecta en la medida
en que me cuestiono por la clase de mundo que estamos construyendo
y cuál o cómo es el de quien lo expresa.
Este uso, puede contener un carácter melindroso, porque
con su ejecución, se pide a gritos una retribución
que implica la aceptación del ser por parte de la persona
de quien se espera tal gracia. Gesto que todas formas no va ha
tener ocurrencia. Nadie quiere aceptar al otro por la igualdad,
porque sospecha de su veracidad y menos por la diferencia, porque
es demasiado notoria.
Pero ya qué, ya se dio el lujo de articular de manera bufa
la lengua, dentro de esa afanosa búsqueda por esconder
lo que se considera que debe permanecer oculto, escondido de mala
manera debajo de la alfombra.
Pero hay otros peros, porque también pueden existir usos
o modismos que se apartan del modelo antes mencionado, pues tienen
que ver con la amabilidad y el buen trato. Al fin y al cabo, no
está mal dicho ni mal estructurado, sólo que se
abusa del uso exagerado e indiscriminado del diminutivo.
Éste existe, es y será aceptado como forma de comunicar,
porque permite que lo enunciado, tenga otra riqueza. Pero, se
abusa con el indiscriminado uso que se le da a los diminutivos.
Se abusa.
Por este motivo y para contextualizar, les cuento que últimamente
he visitado el médico, tema que tan solo a mí me
ofrece alguna importancia, pero si lo traigo a colación
es porque cada vez que voy a los esterilizados consultorios, las
queridas personas que los atienden, lo hacen con diminutivos.
-Espere
un minutito, que tengo un pacientico. ¿Quiere otra citica?
Venga por la tardecita y no olvide traer la ordencita. Después
de eso mi piel, queda radiante: tiene cero espinillas. De algo
servirá el asunto, ¿no?
De verdad, creo que el servicio y la atención son inmejorables,
o por lo menos he corrido con esa suerte. Pero hablar, dándole
a todo una pequeña dimensión es por lo menos risible.
Ostensiblemente, el uso del diminutivo es un gesto de cordialidad,
de cercanía con el paciente, pero, es preferible, al menos
para mí, que me hablen o digan lo que me tienen que decir,
de manera más directa, sin que se pierda el buen trato
y por qué no, con uno que otro diminutivo, yo también
los uso sin pena, pero sin abusar de la fórmula, con los
nenitos o las nenitas.
Me imagino, extendiéndome en el tema y ahora que hago relación
con la apariencia que se quiere proyectar con la presentación
personal, el afeite tiene su correspondencia con el uso indiscriminado
del diminutivo y con el uso edulcorado que se le da a unas palabras.
Aclaro, que contra los afeites que se pusieron en boga de una
fecha para acá, que son para mi gusto una moda muy estética
e higienizada, no tengo la menor crítica.
Vayan ustedes a un gimnasio, si son hombres, porque en el universo
femenino éstas prácticas son usuales de larga data,
y notarán que muchos de los usuarios de estos establecimientos
se han afeitado las axilas, práctica que se extiende en
otros al vello púbico.
Sobre las primeras es a las que me refiero: ¿hasta dónde
ver una mata de pelo debajo del brazo tiene la capacidad de evocar
la otra mata de pelo, que hoy teóricamente, se esconde
debajo de los calzoncillos? Si se usan calzoncillos.
¿Cuál es temor? ¿O será, más
bien, la necesidad de borrar en lo posible el paso del tiempo,
y lo que se busca es rememorar la pubertad? Porque una consideración
estética puede esconder significados que no son ostensibles
tan a primera vista.
Sé que en éste punto, tal vez estoy hilando fino,
¿pero qué importa, si lo que vale la pena es mirar
de manera despreocupada nuestra existencia y preguntarse sin tapujos
lo que se venga a la cabeza?
Ahora sí. El tema que hoy traemos es como ustedes dicen,
controversial. Porque tiene muchos más ingredientes de
los que uno imagina, y alcanza grados elevados complicación
por ser aun un tema tabú: es el del matrimonio entre homosexuales.
Como lo alcanzamos a advertir, un sábado, lo más
probable era que no tuviera cabida como propuesta en el Congreso
y fuera archivado hasta que Piedad Córdoba lo vuelva a
resucitar, tal y como sucedió. No era necesario ser adivino.
El tema de las minorías o la manifestación de la
diferencia, puede ser entendido desde la literatura en la medida
que es posible establecer un paralelo con la aparición
de la novela moderna, porque cuando ella se inaugura, se introduce
en su argumento, la presencia de la diferencia.
En el Quijote, en particular, por ser la novela en la que se origina
la modernidad en la literatura, se separa la locura de la razón,
la ficción de la realidad, y aparecen nuevos vínculos,
nuevos lenguajes, donde se reformula todo, absolutamente todo.
Con respecto este tema, Foucault dice en Las palabras y las cosas,
que:
“Hasta fines del siglo XVI, la semejanza ha desempeñado
un papel constructivo en el saber de la cultura occidental. En
gran parte, fue ella la que guió la exégesis e interpretación
de los textos; la que organizó el juego de los símbolos,
permitió el conocimiento de las cosas visibles e invisibles,
dirigió el arte de representarlas (…) la tierra repetía
el cielo, los rostros se reflejaban en las estrellas.”
En los siglos XV y XVI,
se hace patente la existencia de las identidades y las diferencias.
La herejía comienza su periplo, al principio tímidamente
hasta el día de hoy, cuando vive su plenitud. Entendiendo
la herejía como la posibilidad de disentir, de opinar,
de decir.
Por eso el Quijote, que era la búsqueda paródica
de las similitudes, se convierte en la revelación de la
diferencia. O de las diferencias, como ya quedó consignado.
Punto.
La homosexualidad puede entenderse igualmente como manifestación
de la disparidad. De la diferencia como se asume el género
y como opción afectiva. Y es tal vez lo que no se quiere
entender porque situarnos en realidades ajenas a la propia, no
parece ser el lugar común.
Por esta razón y por lo expuesto por los oyentes el sábado
en el que se trató el tema, creo que es necesario y al
menos someramente, dilucidar a vuelo de pájaro, algunas
inquietudes expresadas por un público del que yo esperaba
tuviera más amplitud con respecto a este tema, porque el
lineamiento de la emisora presupone una concurrencia diferente
a la que oye las radios comerciales.
Y que no suene a regaño, ni más faltaba, sino que
más bien, la inquietud que genera éste tema revela
una realidad inocultable en la gente joven y no joven, que incluye
los temores y el rechazo que aun despierta la homosexualidad.
Fue significativo que en un momento dado, se relacionara la palabra
’aberración‘ con la actitud promiscua, como
práctica que se adjudica de modo generalizado a la población
homosexual, principalmente masculina. “Aberración”,
ya de por sí implica un sesgo, un señalamiento y
una forma sencilla para desplazar del centro lo que se puede considerar
como conducta incómoda.
Tampoco hay que obviar que estas prácticas, si se hacen,
deben de realizarse dentro de los patrones del sexo seguro, sin
caer en ningún moralismo, pues el riesgo de contraer otras
enfermedades es factible. Agregando que al montar en un bus esto
también puede ocurrir...
De todas formas, hay una limitante y es la que aduce, cómo
se conoce la intención última de quien habla, y
si lo hace invocando una práctica normativa del sexo y
del encuentro con el otro.
El equívoco es frecuente y el error también. Por
eso se puede decir que el homosexual se gradúa en semiología,
porque a cada instante está interpretando los signos que
provienen de quien le interesa y que no expresa directamente sus
intenciones. Es desde el lenguaje, donde ya encontramos la prisión
o los tabiques.
Además, volviendo al caso mencionado, al generalizar las
conductas, procuramos otro señalamiento que tapa con la
misma cobija a todos los gays, lo que es injusto. Olvidamos que
muchas de las actuaciones privadas o públicas, todas prácticamente,
se derivan del mundo cultural que nos tocó vivir.
Allí cada quién tiende a manifestarse a su manera
y acomodo, a veces con éxito a veces sin él, pero
no se puede soslayar que estamos mediados por la cultura.
No es difícil deducir tampoco, dentro de este orden de
ideas, que la homosexualidad ha derivado muchos de sus componentes
del mundo machista, instaurado en tantos hogares y propiciado
por los progenitores o personas ejercen alguna influencia sobre
cualquier ser humano que se encuentre bajo su égida.
Hay por demás un ideal puesto en marcha, cuando se anulan
todas las mediaciones que dilatan el encuentro sexual con otra
persona, es, podemos decirlo, una economía de medios que
propicia la facilidad del encuentro.
Encuentro que por otras razones, en algún momento de una
historia relativamente reciente, se alcanzó a ver con beneplácito
por algunos sectores que valoraban lo que implicaba lo libertario.
Así, los actos recreativos con sexo a bordo, abolían
lo reproductivo como fin primero y último del sexo, y de
paso destituían la hipocresía que puede estar implícita
en la mediación, en una sociedad que no quería admitir
otro tipo de encuentro que el ya estatuido.
¿Hoy día estos intelectuales cambiaron su forma
de pensar?
Ahora sí, algo de historia.
La homosexualidad es posiblemente tan antigua como la humanidad,
pero como podemos deducir, es imposible de comprobar. Se supone
que la gaycidad, palabreja que me acabo de inventar, ha existido
paralelamente con el lenguaje hetero, pero la división
entre una y otra, la conducta heterosexual y la homosexual son
algo reciente, aparente y ficticio.
Cuando se habla de este supuesto, es por la probabilidad de que
en la prehistoria no existiera nombre o identidad para designar
los actos sexuales. De manera tal, que en ese paraíso,
las personas podían practicar diferentes tipos de sexo
sin que por ello se les otorgara una identidad aparte.
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Lo curioso es que en las sociedades primitivas no se relacionaba
el acto sexual con la procreación. La mujer quedaba embarazada
sin saber por qué y la paternidad, por sustracción
de materia, no era impugnada.
De todas formas, en las sociedades más antiguas ya se conocía
la existencia de varios tipos de sexualidad, entre ellas la homosexualidad
y el amor que puede emanar de una relación de éstas.
Recordemos como Seth en la mitología egipcia, quiso penetrar
a su hermano Horus. Ustedes dirán que es cosa de dioses,
pero el mito va más allá porque este último
hace que el primero, mediante engaños, se beba su semen y
por eso Seth queda embarazado. A él si que le salió
el tiro por la culata.
Min, otro dios, viola a su enemigo y también lo deja preñado.
De este infeliz o dichoso, sólo el lo supo, nace la sabiduría
gracias al embarazo sufrido.
Igualmente,
pero en el campo o mejor en una cama muy terrenal, el faraón
Pepi II, se la pasaba visitando al general Sisino y no se conoce
a qué horas lo hacía, pero lo hacía. Pero con
ese nombre, y perdón con el general, era mejor que hubiera
escogido otra profesión: sí, sí y no. Después
del primer sí, ya no hay tu tía que valga.
Y si damos un salto a la América precolombina, y sin detenerme
en ésta lo suficiente, en lo que hoy es Perú, habitaban
las culturas moche y vicús, en las cuales se presentaba la
penetración anal entre hombres, prácticas que son
hoy visibles gracias a las vasijas de barro donde quedaron consignados
los hechos.
En la actual Colombia, de igual manera los primeros habitantes escandalizaban
a los segundos en llegar al continente, con la libertad de sus costumbres
sexuales y el obvio escándalo español. Advirtiendo
que muchas de ellas tenían un valor trascendente y no sólo
recreativo.
Pero probablemente, la prohibición mayor que penetró
nuestro sentir, pudo provenir de la cultura judía, que habitaba
muy cerca de las culturas mesopotámicas y egipcias (mucho
más libres respecto al tema que tratamos hoy).
Las tribus nómadas hebreas necesitaban como algo vital y
esencial para su subsistencia, que la simiente de sus jóvenes
varones no refrescara las hirvientes arenas del desierto, sino que
quedara dentro de los fértiles vientres de quienes habían
dejado de ser doncellas.
Aquí cabe, en esta prohibición, un orden sociopolítico
y no necesariamente moral, que abarcaba la masturbación y
cualquier otra práctica no reproductiva. El resto de la historia
que conocemos, nos permite entender porqué una cuestión
aislada en una sociedad también aislada, pasa a ser una norma
casi universal, impulsada por los caprichos que nos presenta el
desenvolvimiento de las naciones.
Sin embargo la Biblia, que tanto recuerdan algunos oyentes, sí
presenta casos de homosexualidad como lo fue el asunto amoroso que
tuvo lugar entre Ruth y Noemí o entre David y Jonatan.
Y cuando hoy se menciona la prohibición bíblica, nadie
recuerda que Jesús jamás trató el tema, o por
lo menos no quedó consignado, si lo hizo. Cuando se trata
la cuestión en el histórico libro, se hace indirectamente
en las cartas de Pablo.
En todo caso en el Antiguo Testamento de la Biblia es claro el rechazo
que existía por los gays, lo que es notorio en el Levítico
y el Génesis (la destrucción de Sodoma y Gomorra).
Lo curioso es que no se entiende por qué, se rechaza la cuestión
homosexual, en un libro que finalmente fue escrito por hombres pertenecientes
a una época, y no sucede lo mismo cuando se habla de incesto,
el asesinato, y tantas otras, esas sí, rarezas.
A propósito, ¿quién fue la esposa de Caín?
¿Los hijos de Adán y Eva no fueron todos unos incestuosos?
¿Abraham, el hombre virtuoso por excelencia, no se casó
con su hermana, Sara? ¿Y qué tal las hijas de Lot,
que embriagan a su padre para que éste copule con ellas?
Jacob, es otro caso particular, pues no le bastó con tener
una esposa, sino que se engolosinó con su prima Raquel. Tanto
prima como mujer, le dan como postre a las dos siervas que los atendían,
para que también cubran con menesteres adicionales los apetitos
del justo varón.
Otro caso: la nuera de Judá, sale al camino y allí
se le entrega al suegro, aduciendo que ella es una prostituta del
templo. Y si volvemos con David, encontramos las historias en las
cuales se involucra éste con la esposa de uno de sus generales,
la bella Bat-saba; pero como el militar no quería soltar
prenda, el airado rey manda asesinar a quien fue su aliado militar.
La lista de casos curiosos que provienen de aquellos libros, es
grande y puede ameritar otro escrito, pero quiero resaltar cómo
en diversas etapas de nuestra cultura, se omiten aquellos casos
particulares, pero sí se les da relevancia a otros temas
que involucran la homosexualidad desde la perspectiva moral y política:
puro valor de uso.
Luego viene en este rápido listado, lo que hoy nos venden
como el paraíso Griego, el lugar del jolgorio gay, donde
se la pasaban pensando y tirando en una continuidad histórica
permanente.
Nada más errado. Sólo en la Grecia Clásica
el encuentro entre adultos y púberes se aceptó más
ampliamente, pero no había, por lo menos desde una normativa,
la posibilidad de la penetración, porque ésta era
mal vista, principalmente entre los ciudadanos, es decir, entre
los hombres libres.
Claro que existía desde mucho tiempo antes del siglo de oro
ateniense el encuentro erótico entre varones, que también
implicaba el valor de la camaradería, y la compañía
afectiva masculina como impulso vital que acompañaba a los
guerreros, para que ellos, entre otros motivos, tuvieran un mejor
desempeño bélico.
Lo que nos indica que la amistad y la pederastia tuvieron un papel
relevante en la conformación y desarrollo del Estado griego,
pues con este encuentro afectivo, se transmitían los valores
y las tradiciones, lo que incrementó el renacer continuo
de su cultura.
Recordemos en La Ilíada el amor entre Aquiles y Patroclo,
o allí mismo la historia de Ganímedes. O en la Odisea,
el amor que sentía Ulises por Hermes, o tantos otros encuentros
que hallamos en su mitología. ¿Qué tal Zeus,
seduciendo a cuanto mozo le gustaba?
El caso de Alejandro Magno es otro de los que vale traer a cuento,
no por lo guerrero o saqueador, sino por el profundo amor que sintió
por Efestión y a la muerte de éste, el amor que tuvo
por el persa Bagoas, que no era una alfombra, pero sí un
eunuco.
Safo y su probable alumna Bilitis, ambas escritoras, son ampliamente
conocidas por la escogencia de sus afectos en la isla de Lesbos,
como para traer a cuento una relación homosexual entre mujeres.
En Roma, ni hablar, porque este tópico era aceptado sin tanto
problema, pues se había vuelto lugar común el que
algún amo se enamorara de su esclavo, aun cuando había
una legislación que trataba este tema puntualmente.
Allí no hubo en principio ninguna normativa que luchara contra
la homosexualidad hasta que en el año 390 después
de Cristo, las cuales, por razones de índole también
puramente políticas, sí se promulgó un estatuto
represivo.
Pero luego, en el Imperio Bizantino, lo gay vuelve a tener lugar
con los emperadores Constantino V, Miguel III, Basilio II, Constantino
VIII y Constantino IX, quienes fueron abiertamente homosexuales.
Olvidaba la Mesopotamia sumeria y la India. En la primera cultura,
mucho más antigua que éstas últimas, la prostitución
era apoyada por el Estado. Trata, que fuera masculina o femenina
era vista con otros ojos, pero allí, a los prostitutos se
los respetaba más puntualmente, porque éstos eran
tenidos como poseedores de poderes sobrenaturales.
En la India, la segunda mencionada atrás, Vatsayana autor
del Kamasutra, le dedica un capítulo al sexo oral que puede
realizar un hombre con otro.
En la China, la bisexualidad era practicada por la gente que se
encontraba gobernando, sobre todo en la dinastía Zhou oriental.
La dinastía Han fue conocida porque durante 150 años,
la mayor parte de sus emperadores fueron homosexuales. En éste
período el emperador Ai tuvo un romance que puede evocar
al que gozó y padeció Adriano con Antinoo en Roma,
pues el primero se enamoró de Dong Xian, a quien le hereda
el trono a su muerte. La ira no se hizo esperar por parte de los
nobles y el muchacho termina suicidándose.
Volviendo a Europa, cuando el Imperio Romano pierde poder, el sistema
feudal adquiere relevancia y el mundo que antes giraba en torno
a la ciudad, se hace más rural. Las tribus germánicas
que terminaron controlando grandes espacios territoriales quisieron
abarcar otros, entre ellos la homosexualidad, la cual era mal vista
en muchos casos, pero no incluyeron ley alguna que la prohibiera
ni la persiguieron.
Los escandinavos, por esa época asociaban la penetración
con una actitud de entrega y cobardía, pero en últimas
le daban cabida. No ocurrió lo mismo con la no muy amable
y visigoda España de ese entonces, pues allí sí
se castraba a las personas que eran descubiertas con sus actos descubiertos
y homo.
En ésta Alta Edad Media, no se tienen noticias de lo que
ocurría con las mujeres, pues ellas seguían teniendo
un papel de menor autonomía. Ellas, eran muchas veces el
recipiente donde se alijaba la simiente masculina.
Luego, con el tiempo, se llegaría a pensar que como el hombre
era el portador del semen, había por ese motivo, sido escogido
por Dios para que contribuyera con el Séptimo Día:
la propagación de la especie, como una contribución
del hombre con la creación, mientras el Todopoderoso descansaba.
La inconformidad con el tema en cuestión, hizo que algunos
jerarcas la emprendieran contra la literatura. Por ejemplo, se le
debe al papa Gregorio VII, la destrucción de la mayor parte
de la creación de Safo y que había sobrevivido casi
completa hasta ese momento.
Sin embargo, en la historia hay paradojas muy marcadas, porque se
conoce liturgia cristiana que permitía el matrimonio entre
homosexuales, hombres y mujeres, así como de la existencia
en las altas órdenes religiosas, de vida en común
sostenida por mujeres.
¿Qué dirán quienes desconocen estos hechos?
¿Qué pertenecen al pasado y por lo mismo hay que omitirlo?
Tristemente, para la causa gay, aunque en realidad, para toda la
humanidad, en el siglo VII en Alejandría y por manos árabes,
el fuego consume irreparablemente su biblioteca, que se llevó
consigo información valiosísima que podría
ser hoy mencionada con respecto a la forma como se asumió
el hombre en la antigüedad; obviamente, la homosexualidad cabe
como parte de ésta posibilidad.
Ya en los siglos XIII y XIV se persigue la diferencia sexual con
más veras. A los herejes se los confunde con los sodomitas
y viceversa. La Inquisición tortura y luego consuma el crimen
cometido con la horca y la hoguera.
A los Templarios del sur de Francia, por su relevancia social, política
y económica son perseguidos por homosexualismo, porque algunos
príncipes y reyes feudales se sienten amenazados por aquellos.
El papado no se queda atrás con sus prevenciones.
¿Qué pensaran los estudiantes homosexuales de la universidad
Santo Tomás, cuando se enteren que Tomás de Aquino
en su Summa Teológica, equipara el asunto mencionado, así
como el sexo oral y anal con el asesinato?
En el siglo XVI, la cuestión no parece mejorar para los homosexuales,
porque se censura lo gay en el arte, y recordemos que estamos en
el Renacimiento. Sin embargo en otros países, reyes y escritores
abierta o privadamente, practican la homosexualidad.
En Inglaterra Jacobo I, y Guillermo III y quince años después
la reina Ana, ambos situados ya en el siglo XVII. En Francia, Enrique
II y Luis XIII y más adelante, el hermano de Luis XIV, llamado
Felipe de Orleans. Shakespeare y Marlowe, pero como escritores,
también en la pérfida Albión.
En el siguiente siglo, los venerables jesuitas destruyen la biblioteca
maya, en la cual podría haber un recuento sobre la posible
homosexualidad ritual de tan rica cultura.
Como contraste, en el siglo XVIII, comienza el despertar teórico
con respecto al carácter gay: la educación sexual
fue tema de algunos libros, enfocando el tema cada vez más
lejos de la moral y lo político.
Con la Revolución Francesa aparecen los primeros carteles
que piden la liberación sexual, así como ya lo habían
hecho varios escritores como el Marqués de Sade. El tiempo
sigue su curso y la vida también. Bélgica, Holanda,
España, Italia, el código penal napoleónico,
así como los cantones franceses de Suiza y Bavaria despenalizan
la homosexualidad.
Sin embargo la represión no desaparece del todo, tan sólo
basta con recordar el triste final del Marqués de Sade, recluido
en un manicomio.
*Mauricio
Vásquez Prieto es padre intelectual y mentor de La Silla
Eléctrica. Suele ser tildado de "Monstruo" y "Arequipe".
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