Aquella
noche duré media hora metido en el baño arreglándome
el mechón, mi pelo, más ondulado que el de mis amigos,
me impedía arreglármelo tan rápido como ellos,
sin embargo esa noche tardé más de lo esperado;
de pronto porque en el fondo sabía que mi tranquilidad
mental se me iba a complicar por primera vez a mis escasos trece
años.
Salí del baño y me puse la pinta completa: tenis
Converse de tres colores, jeans Pepe rotos, camisa OP, saco ACA
amarrado a la cintura y una chaqueta de bluejean. El mechón
me tapaba completamente un ojo y la muñeca de la mano izquierda
la tenía llena de “cueritos“ porque en la derecha
tenía un enorme Swatch. Así, estaba listo a entrar
por primera vez colado a una miniteca. Me eché mi Colors
y estuve listo para irme.
Entonces,
como era por Niza, mis papás decidieron llevarme. Ya en
el carro mi mama preocupada me dijo que tuviera cuidado con las
pandillas, ya que ella había escuchado en la peluquería
que en la fiesta del hijo de otra señora se habían
entrado unos muchachos, habían sacado navaja y se habían
tirado la fiesta. También me dijo que si la fiesta era
cerca de Unicentro mejor no fuera, ya que en la peluquería
también escuchó a una señora decir que un
amigo de un primo de ella había encontrado a un hombre
desangrándose en la calle, al llevarlo al hospital le había
confesado ser un mafioso y en agradecimiento le había recomendado
no ir a Unicentro ya que allí iba a estallar la bomba más
grande.
Le
dije a mis papás que era dos cuadras antes para evitar
que mis amigos vieran que eran ellos los que me habían
llevado, aunque yo creo que a ellos les pasó lo mismo.
En la esquina del conjunto donde era la fiesta me encontré
a mis amigos. Uno de ellos el que tenía el mechón
mejor peinado, me contó el mismo cuento del mafioso desangrándose,
lo único que cambió es que en este caso no era al
amigo de un primo, sino al primo de un amigo. Yo simplemente me
hice el sorprendido.
“Bueno...
aquí va a haber una cantidad de chinas”- dijo mi
otro amigo el que era el contacto para entrar- “ustedes
entran como si nada, son los trece de una amiga de un amigo. Como
va haber tanta gente nos hacemos los locos y no creo que la nadie
nos pregunte nada”-agregó-. Finalmente entramos,
le dijimos al portero con seguridad a donde íbamos y el
nos dejó seguir al salón comunal, entonces oíamos
como de fondo sonaba la música discotequera de la época:
“Búscame” de Rose y Boom-boom de Paul le Kakis
y entonces vimos que había unas cuarenta personas en la
fiesta. A la dueña la reconocimos rápido, era una
niñita flaca, mona, ojiazul y de brackets, quien lejos
de estar pasándola bien parecía estar viviendo un
martirio, el cual solo se acababa cuando alguna de sus amigas
llegaba, entonces les daba un escandaloso abrazo y después
se secreteaba con ellas. Después entendí que lo
que pasaba era que había un niño del que la dueña
de la fiesta estaba tragada, pero el muchacho no parecía
responder. Aunque habría que decir que la cantidad de colados
iguales a nosotros era un tema que contribuía a la angustia
de esta niña.
En
la fiesta no daban trago pero mi amigo el contacto traía
media botella de aguardiente escondida entre la chaqueta, ese
mismo acto se repetía en casi todos los grupos de invitados
de la fiesta. La verdad es que era poco o nada lo que nosotros
tomábamos, pero esa media daba status. Casi ni la probamos
sin embargo otros asistentes a la fiesta estaban totalmente ebrios,
o aunque sea daba esa impresión haciendo un show bochornoso
que lograba atormentar más a nuestra anfitriona. Después
de Boys de Sabrina llegó la tanda rock en español
cuando empezó a sonar Devuélveme a mi Chica de Hombres
G, aproveché para ir al baño. Cuando salí
de allí empezó el lío de mi vida: Entre las
luces intermitentes del strober, y los reflejos de la bola de
colores, la pude ver. Una hermosa y tierna cara se escondía
detrás de un mechón estilo alf que se notaba había
sido producto de un gran trabajo de secador de más de dos
horas ya que su pelo chuto no dejaba gran capacidad de maniobra.
Su saco Benetton verde y blanco a rayas pasaba desapercibido ante
todo lo que ella emanaba. Parecía aburrida y estaba sola,
entonces sin pensarlo mucho me le acerqué. ¡Hola!
- le dije- . Ella me respondió algo desubicada el saludo,
mirando algo asustada hacia los lados. Para hacerle conversación
indagué sobre sus gustos musicales aprovechando la coyuntura
de lo que estaba sonando. Le pregunte:
|
–
Te gustan los Hombres G?
– “Sssi pero me gusta más Soda Stereo”-
me contestó aún con algo de miedo.
– ¿Qué canción? Trátame Suavemente...
¿te gusta?
– Es mi favorita – me sonrió- Mateos también
me gusta mucho, Atado a un sentimiento me encanta, sí la
has oído?
– Sí. Sí la he oído y me encanta- le
dije emocionado- seguro será un superéxito.
– ... es que a mi el rock en español me encanta, cada
vez que tengo plata me compro algún casette, pero mi hermano
me dice que esa música es una mierda. Que en un año
eso va a ser un fracaso. Yo no creo eso, el rock en español
es una cosa que nunca va a pasar de moda, es más, yo creo
que por ahí en dos años 88 solo va a pasar rock en
español !!
– ¡ El rock en español es una chimba! - le contesté
emocionado. No había duda estaba enamorado. ¿Tienes
pensado ir al concierto que van a hacer en el Campín?
– Sí, qué berraquera, imagínate todos
esos grupos tocando juntos, eso nunca se había hecho en Bogotá.
– Eso se lo tenemos que agradecer al alcalde, es que sí
piensa en los jóvenes - le dije haciendo el análisis
político que podía hacer alguien de trece años
de edad.
Entonces
le cambié el tema y le pregunté con quien había
venido a la fiesta Y ella me dijo “yo vine con mi hermano”,
en ese momento se oyó un grito “¡Carolina!”
entonces ella se volteó y me dijo asustada “hablamos
después, chao”. Y salió corriendo. Sólo
en ese momento me di cuenta que en la fiesta se escuchaba un silencio
sepulcral, y es que los billis del barrio habían llegado
a la fiesta y estaban bailando en la mitad de la pista ante la mirada
atónita y asustada de todos los demás y el llanto
inconsolable de la dueña de la fiesta. Entraron con un bate
hicieron un rato escándalo, quitaron la música que
había y pusieron Iron Maiden, amenazaron a un par de personas
con que los iban a chuzar si se ponían de machos y nos quitaron
la media de aguardiente. Entonces yo, como casi toda la fiesta salimos
despavoridos. Cuando nos íbamos, pude ver de reojo a esta
niña junto con los billis; incluso estaba agarrada con el
que sostenía el bate. Entonces entendí que su hermano
era un billi y que de haberle seguido hablando hubiera terminado
en problemas. El único que jamás se enteró
de lo que pasaba era el borracho que para esas instancias ya se
había vomitado en la mitad del salón comunal y yacía
profundamente dormido ante la mirada jocosa de sus amigos.
– Qué bandera
esos billis- dijo mi amigo del mechón.
– Ustedes los conocen?- pregunté yo
– ¡Claro, es la pandilla de Niza, se han tirado las
últimas cinco fiestas del barrio, mejor vayámonos
antes de que nos chuzen !!- dijo mi amigo el contacto.
– Pero, ¿Ustedes saben quien es esta niña Carolina?
– ¿Cual? ¿Carolina García? O ¿Carolina
Ospina?
– ¿Carolina Contreras? O ¿Carolina Casas ?
– No se, la que llego al final...
– ¿Cual? Yo no vi a nadie.
En medio del afán se acabó la conversación
y seguimos corriendo hasta la casa de el contacto, allí pedimos
un taxi y nos fuimos a nuestras casas.
Al
otro día me volví a encontrar con mis amigos, fuimos
al recién inaugurado Charlie’s de la 116, sitio que
nos gustó mucho ya que pensábamos que el chucito de
la cien era muy chiquito. Después fuimos a unicentro a ver
Duro de Matar, haciendo caso omiso a la historia del mafioso. Más
tarde pasamos al frente de Uniplay mas no entramos, en la puerta
había dos billis parados en cada lado mirando mal a todos
los que pasábamos, especialmente a los niñitos con
pinta de “plays” como nosotros.
Durante
toda la velada sabatina yo sólo pensaba en Carolina, entonces
traté de volver a indagar sobre ella, mis amigos totalmente
desesperados conmigo decidieron dejar de ignorarme y encararme definitivamente,
el que vivía en Niza me dijo:
- Vea, yo no vi a ninguna niña pero en Niza conozco por lo
menos diez Carolinas y por ahí cuatro son hermanas de los
billis, las llevan como mascotas y nadie se les puede acercar.
- Pero ésta no parecía muy contenta, era divina...-
dije convencido y rayando en lo cansón
- Vea -me dijo mi otro amigo mientras se arreglaba el mechón-
no sea huevón, para que se va a meter con la hermana de un
billi, no sea pirobo.
Me
pudo más la cobardía que el amor, así que decidí
hacerles caso y olvidarme de la niña. Me fui para mi casa
y oí Trátame Suavemente unas cuarenta veces. Esa semana
me compre el cassette de Mateos Atado a un Sentimiento; igual tenía
la idea que me la volvería a encontrar en poco tiempo y podría
averiguar mejor de ella.
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*Manuel
Francisco Carreño es el verdadero nombre de Brando Maya,
gestor de innumerables y fallidos proyectos individuales y en colectivo,
entre los que se cuentan El Utensilio, Morgan Records, Paréntesis,
Poliarquía F.C. y Situación Crónica. Hoy es
codirector del espectáculo radial La Silla Eléctrica.
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