Finalmente
me gradué. Ya soy un profesional. Tengo un puesto y cierta
estabilidad. Las crisis ya han pasado y aunque surgen problemas,
los enfrento como cualquier ser humano. Ya no soy un adolescente,
además ya lo asumo, tengo un muy unido grupo de amigos
los cual nos gusta mas bien hacer planes zanahorios, acordes con
nuestro presupuesto y nuestro mood. Hemos encontrado un simpático
bar ubicado en la renaciente calle 82, llamado The Pub, ahí
vamos a oír buena música rockera y a tomarnos unas
buenas cervezas. Y fue ahí donde mi historia, al menos
esta historia llego a su fin...
Un
fin de semana decidimos armar un plan grande llamando a varios
de nuestros conocidos, aprovechando la quincena. Éramos
como quince personas. Un amigo, que estaba recién cuadrado
llego allá con la novia y una amiga de la novia que no
tenia nada que hacer, estaba aburrida y decidió irse con
la pareja. Mi amigo llegó y presento a la novia y a la
amiga: Carolina. Yo solo atine a sonreírme y tomarme una
cerveza. Por primera vez en 14 años ella aparecía
con un conocido, estaba en el mismo plan que yo, e iba a ser mía
durante toda la noche. Cuando me vio atino gritar ¡no puede
ser! Y me abrazó efusivamente. Me dijo que qué rico
verme, que qué más de mi vida, y rápidamente
acomodó la silla al lado mío.
Por
fin sin ningún tipo de presiones externas, novios extraños,
inseguridades mías, o agresividades de ella hablamos durante
toda la noche. Mis amigos que durante ese tiempo pudieron deducir
que esta era la famosa “mujer fantasma” de la que
yo siempre hablaba en mis noches de borrachera, decidieron no
interrumpirme, ni caerle a ella.
Nos
desatrasamos de mas de catorce años de historia, y supe
por fin todo sobre ella. Que era hija de padres que se divorciaron
cuando ella tenía 10 años, que su papá era
medio alcohólico, y la mamá extremadamente depresiva,
que tenía dos hermanos, el que alguna vez fue “billi”
y que hoy en día estudiaba ingeniería de sistemas
y otro que era el que siempre veló por ella hasta que dejó
embarazada a una niña y le toco casarse, entonces a los
15 años quedó casi por su cuenta entonces fue cuando
se enloqueció, empezó a frecuentar todo tipo de
sitios, donde conoció todo tipo de gente que lo único
que hizo fue herirla, pero que ella no era capaz de rechazar por
ese miedo eterno a la soledad. Ahí su historia incluyo
golpizas, drogas, voladas de la casa y me contó con la
voz baja que hasta abortos... tres veces. Me contó que
aquel hippie, un día le dijo que no podían seguir
juntos, pero que el discurso para echarla tuvo que ver con energías
y procesos de liberación que les impedía estar juntos,
sin embargo a la semana se fue con una vendedora de artesanías.
Estuvo muy triste, se deprimió, se entregó a la
noche, a los excesos y al trance. Que estuvo muy mal que incluso
le toco salirse de la universidad, pero que hace como dos años
se empezó a recuperar. Que ya estaba a punto de terminar
diseño en Los Andes y que ya había conseguido trabajo.
Incluso me dijo que no tenia novio que no estaba saliendo con
nadie, que vivía sola y que se sentía bien con ella
misma. Después me miro a los ojos y me dijo: ¿Quiere
que le diga una cosa? En todo este ultimo tiempo no me pregunte
porque pero casi siempre me acordaba de usted... siempre me preguntaba
que hubiera sido de su vida, y esperaba encontrármelo alguna
vez en una rumba como siempre pasaba, para por primera vez en
la vida tratarlo como usted me trató siempre a mi. Y me
sonrió. Yo en ese momento me sentía hablando con
alguien que había vuelto de la guerra, incluso de la muerte.
Estaba bonita, de hecho le había vuelto a crecer el pelo
y se le veía color en la piel, pero le faltaba algo...
no se... le faltaba como brillo en los ojos...
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Seguimos
hablando, yo le conté mi vida a grandes rasgos, empezamos
a hablar de todo tipo de cosas de música, de grupos e incluso
recordamos con jocosidad todos aquellos bares a los que fuimos y
siempre nos encontramos, acordándonos de las respectivas
pintas que teníamos. También nos reímos de
que siempre nos encontráramos a pesar de los años
en todos lados...
En
ese momento ella me hizo la gran pregunta ¿crees en el destino?...
Entonces, al tiempo que me preparaba a responderle pensé
que habíamos llegado a aquella pregunta que todas las personas
en proceso de seducción por medio de métodos pseudointelectualoides
terminan haciendo, esperando oír del interlocutor alguna
interesante teoría que termine de convencerlo de rendírsele
a sus pies. Lo se porque no es la primera vez que me sucede en una
situación como esta, de hecho la mayoría de las veces
el que hacía la pregunta era yo.
La
miré a los ojos y le dije “déjame tomarme un
ron y ya te respondo”.
Ella se rió y en un tono que buscaba complicidad me contesto
“piénsalo, piénsalo que es difícil”,
entonces mientras me servia el ron me acordé de todo lo que
les acabo de contar y todo fue claro para mi: el tal destino no
existía, las personas no están predestinadas a conocerse
y no es que uno llegue al mismo sitio que otra persona por una extraña
y romántica fuerza, simplemente, ella y yo hicimos parte
de una generación que fue de un lado para otro de Chapinero
a Usaquén, de la 93 al Centro, de lo mamerto a lo alterno,
de lo rumbero a lo profundo, de lo pesado a lo suave, solamente
para encontrarnos, y en verdad creo yo que nunca lo hicimos. Fuimos
una generación sándwich entre la de el fin de los
ochenta y el principio de los noventa , y crecimos confundidos despistados,
faltos de ideales, y llenos de dudas. Y en esas dudas entramos nosotros
dos y por eso siempre nos vimos. Da la casualidad que ella siempre
me parecía bonita e inteligente pero hubiera podido ser cualquier
otra. Así que entendí que ella solo había sido
el reflejo de mi generación, con el mismo grado de despiste.
Además
también entendí que ella nunca tubo el valor de enfrentarse,
de abrirse, de aceptar un hombre que no la dominara ni la hiciera
sentir menos, pero que la protegiera. No tiene gracia que ahora
que todo pasó ahora sí esté dispuesta a tener
algo conmigo, porque precisamente el amor es saber superar las adversidades,
y yo me pregunte:¿Qué pasaría si ella volviera
a meterse en líos? Seguramente me dejaría... también
en ese momento mire hacia adentro de mí y de pronto por primera
vez en 14 años sentí que ella no era la mujer de mi
vida...
Entonces
le conteste simplemente: ¿El destino? No creo en él...
su cara de decepción con mi respuesta precedió un
lánguido “bueno cambiemos de tema”.
En noche la lleve a su casa en Chapinero, tuve la oportunidad de
por fin pedirle el teléfono y sin embargo no lo hice. Cuando
la dejé al frente del apartamento se despidió de mi,
me dio un gran abrazo, y en una situación medio forzada nos
dimos un beso. Al terminar me cogió la cara y se sonrió.
Al
bajar del carro, se asomó por la ventana y me dijo “Chao,
me llamas?”
A lo que yo atine a decirle mientras arrancaba “Claro”.
Cuando la miré por el retrovisor noté en su cara de
tristeza que ella tenía claro que no lo haría...
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*Manuel
Francisco Carreño es el verdadero nombre de Brando Maya,
gestor de innumerables y fallidos proyectos individuales y en colectivo,
entre los que se cuentan El Utensilio, Morgan Records, Paréntesis,
Poliarquía F.C. y Situación Crónica. Hoy es
codirector del espectáculo radial La Silla Eléctrica.
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