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Como de telenovela
Parte II
David García

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“... apagué la estufa porque como mijo no llegaba creía que se había quedado haciendo un trabajo de la universidad y que llegaba con dolor de cabeza por la noche ... – me lanzó su mirada de incredulidad haciéndome saber que me lleva muchos años de ventaja en este mundo – ... después llevaba mi almuerzo al comedor y cuando me sentaba el televisor seguía prendido, miré el reloj y como eran más de las 2 esperé a que empezara “la novela de la familia colombina” - ........... – pero mijo, no era ésa, empezó una cosa muy extraña – mi abuela sujeto su rostro con las manos en señal de desesperación – ya no estaba Danielita y la novela ahora era protagonizada por Pablito, pero él era malo, le hacia cosas malas a Charlie, a Fede, a Lili, se vengaba de todos ellos como si le hubieran hecho algo muy cruel durante muchos años ...” – apreté fuertemente las manos de mi abuela entre las mías, evidentemente estaba muy mal, cómo podía soñar que alguien en el mundo era capaz de dar solución a más de diez años de infinitas, repetitivas y consabidas historias, ¡cómo, si no pudieron hacerlo con Dejémonos de Vainas!, sin embargo tuve mucha curiosidad, en el sueño de mi abuela ya no estaba Daniela, ¿cuál sería el final de nuestra abnegada heroína?, ¿finalmente fue feliz?, ¿lograría acaso librarse de las garras de Charlie?; me colmé de admiración porque aquella mujer frente a mí inconscientemente había resuelto el dilema que ocupó a medio país durante casi tres lustros, (y contando). Pero había algo aún más aterrador: “La venganza de Pablito”, de ser verdad sin duda alguna no estaba dirigida solamente contra los actores del reparto, también contra mi abuela, contra mí, y sí, contra usted señor lector. El secreto a gritos es que la estrategia de contraataque está fundada en la saturación, en el reencauche, ¿no dicen por ahí que las segundas partes siempre son mejores?, muchos ya han cobrado su cruenta venganza, “Pedrito Coral”, “Betty con su serie animada”, y cómo olvidarlo, “Pecas” y el despiadado gringo que no conforme con sus fugaces apariciones junto a “Puchis” nos torturó a pan y agua con su propia serie para tenernos con vida cuando dio la estocada final en su gloriosa salida en Protagonistas de novela, ¡ah, tiempos aquellos!, pero tranquilos, hay mucha gente que se asegurará de que vuelvan. - Y mi abuela continuó:

“... perdí el apetito y como atontada di vueltas en el jardín, me quedé pensando en las telenovelas de antes, en El Divino, en San Tropel, qué había sido de ese señor Tuta de Romeo y Buseta o del Chinche y su inseparable socio; no mijo, como que no lo podía recordar; me sentía como asfixiada y después de respirar unos minuticos entré de nuevo para buscar mi costura y mis agujas, de pronto en la televisión presentaron una nueva telenovela, era de una niña lo más de querida, pero pobrecita, era gordita...” – en este punto mi abuela me contó de varias telenovelas que en algún momento fueron transmitidas por la rapaz y abominable industria del entretenimiento que lo permeaba todo en ese mundo que ella creó en su sueño.

Conforme seguía el relato me iba haciendo a la idea de un paisaje bastante oscuro caracterizado aparentemente por un “nuevo melodrama”, en donde todas las telenovelas desesperadamente y a cualquier precio pretendían divorciarse de la anticuada división maniqueísta de los personajes entre buenos y malos, para dar paso a historias y temáticas centrales encarnadas por protagonistas graciosos y antihéroes con marcados clichés que recuerdan siempre su función dentro la estructura de este flamante formato de la telenovela, cuyos gestores hacen parte de una “nueva y sofisticada” caracterización de los protagonistas de las telenovelas; desde Betty, pasando por “el escamoso” y Paco en “La guerra de las rosas”, hasta el “magazo” culpable de los siete pecados capitales, quienes despojados de su valor referencial ahora son los felices poseedores de una extravagante carga de finísimas formas de hablar, exquisitos gestos e imperceptibles clichés, propios de aquellos personajes que dentro de las nuevas telenovelas desempeñan el rol del individuo chistoso, chabacano y burlesco...

Ver a mi abuela brutalmente expropiada de muchos de los referentes de su generación me partió el corazón, así que espero que entiendan porqué no le di la noticia, el señor Tuta había muerto, el Chinche y su “fiel escudero” no eran más que personajes de un historia inventada por un loco que no quería aceptar la realidad que tenía frente a sus ojos, la realidad de esa pantalla que opera, para bien o para mal, como un espejo trizado de las necesidades, los deseos y las pasiones de los televidentes; esa pantalla que ahora masificaba la imagen de un ciudadano medio con pelo desmarañado, discurso poco inteligente y ramplón y cuya principal cualidad son sus tristes dotes de bailarín... sin embargo había algo de esperanza... o de desolación, no sé, ¡qué ambigüedad!; mi abuela podía estar segura de que así como Betty llegó a ser una reconocida y bella ejecutiva que le dio para una segunda serie y quizás más, aquella adorable gordita, a pesar de no ser colombiana, por algún acto de brujería digno de magazo de telenovela terminará siendo más flaca que el señor Agudelo en su tristemente celebre traje de marinerito... -

“...no sé qué dieron después porque se me estaban cerrando los ojos mientras cocía, pero cuando me desperté por fin pude tranquilizarme un poquito y ver televisión, ¡ay mijo!, ¿sabe qué estaban dando?, El Chavo, créame que casi me pongo a llorar de felicidad...” – y en ese momento casi lloro con ella, ¡El Chavo!, era como la luz al final del túnel, era Chespirito con un reparto libre de realitys y de operaciones, era Chaparrón con una de sus historias casi tan locas como este sueño, era el Chavo del Ocho que alegró a mi abuela por una hora sin querer queriendo y era el Chapulin a quien tristemente no lo siguieron los buenos, y es que este hubiera sido un final feliz, pero como se darán cuenta era sólo la apacible y reconfortante calma que precede a la tormenta...-

“... en el sueño ya eran como las seis de la tarde, me calentaba un tintico y con ese frío pues me ponía el chal en las piernas y me sentaba en la cama, iba a mirar unas fotos pero ahí mismo, sin que yo hiciera nada, se prendió el televisor... – noooooooo - ...era un programa en el que estaban Siguiendo el rastro, de quién no sé, nunca me quedó claro, desde el principio hasta el fin mostraban una cantidad de personas todas locas que terminaban muertas y al final explicaban más o menos qué había pasado; pero sabe que ahora pensándolo bien yo creo que fue que entendí mal el programa, que lo que pasa es que el asesino siempre es el mismo, capítulo tras capítulo lo que hacen es seguir el rastro de la misma persona que un día mata a una mujer a tiros, al otro mata a una familia con veneno y así sucesivamente, ¿o será que no?,¡ah!, esos sueños de uno sí son la embarrada mijo...” - definitivamente cada vez me convenzo del talante tenebroso de su historia, ¡pobre abuela!; pero yo no creo que en algún país permitan hacer televisión basados en las historias del periodismo escrito amarillista, no debería haber espacio para eso si se tiene en cuenta que hubo intentos por retratar ciertas realidades de una manera más adecuada y no tan marcadamente tendenciosas (Los Victorinos), creo que no hay muchos referentes, pensé en Amar y Vivir pero el fantasma de Charlie me asaltó, pero como esta no es razón suficiente, cómo explicarle a mi abuela que el Chacho nunca murió sino que se dedicó a la noble labor de profe de vedettes, perdón, de futuros y ojalá fugaces protagonistas de telenovela. – Y llegó el final del sueño que a estas alturas era evidentemente una pesadilla:

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