“La
escuadra de Maturana tiene pinta de campeón, con el Pibe
Valderrama, el Tino Asprilla y Rincón, Wilson Pérez
y Perea, Oscar Córdoba y Andrés, el Tren Valencia
y Herrera, el Barrabás y Leonel, aeaeaeao, Colombia se
sobró¡¡¡¡”.
La
voz de Diomedes Díaz emanada de los potentísimos
parlantes de una Toyota azul, abierta en sus 4 puertas y el baúl,
resonaba con fuerza por toda la 116. En el bulevar de la mitad
de la calle se encontraba una figura inflable de Max Caimán,
aquella mascota que Bavaria decidió sacar para darle suerte
a la selección y dividendos a ellos. Por todo el lugar
se vendían millones de banderas, gorros, sombreros, pañoletas,
manillas, cintas, pelucas del Pibe Valderrama, llaveros de el
Tino Asprilla, fotos de Leonel Álvarez, cd,s tropicales
con canciones alusivas a la selección o cualquier otra
cosa que sirviera para aumentar aquella euforia triunfalista que
nos invadía a todos. Estábamos a solo dos días
del partido inaugural del mundial de Estados Unidos 94. Colombia
se había clasificado invicta a ese mundial, cerrando su
participación en septiembre del 93 con un increíble
0-5 en el Monumental de Núñez contra la selección
argentina. Después empezaron los partidos amistosos de
preparación, y los muchachos de Maturana golearon todos
los que se les pasaron al frente, el Parma, el Bayern, el Nápoles:
uno por uno caían ante la exquisitez del equipo amarillo.
Pelé dijo que éramos candidatos para ser los campeones
del mundo, éramos la sensación, el gran equipo,
el que se llevaba toda la atención, parecíamos invencibles.
Entonces hubo alegría y esa alegría se desbordó
y de pronto Colombia amaneció convencida de ser campeona
mundial. Para nosotros Rumania, U.S.A. y Suiza solo eran partidos
de trámite donde Colombia daría exhibición
de su fútbol antes de enfrentarnos a Alemania, Brasil o
Italia, y meterles otros cinco, diez o incluso quince si se nos
daba la gana. Los colombianos no esperábamos que nos fuera
bien en el mundial, los colombianos queríamos saber qué
día nos tocaba levantar la copa...
Pero ese triunfalismo no era el único fenómeno que
se veía claramente en la 116, de hecho ahí se notaba
de donde venia parte del problema, pero en ese momento nadie se
dio cuenta , o mas bien nadie quería darse cuenta...
No
eran días fáciles para mí, aún no
había superado mi gran depresión existencial, y
era muy poco lo que me dejaba ver. Tal vez solo me emocionaba
la selección Colombia, o quedarme oyendo música
y escribiendo en mi cuarto. Mi amigo el pinta decidió ir
a ver el partido inaugural conmigo. Una vez se acabo me dijo que
fuéramos a la 116.
-
No quiero- le dije.
- Camine que allá hay un man que gasta todo y presenta
hartas hembras.
- ¡No quiero conocer hembras, no quiero salir!!!!
- Huevón camine y no joda tanto, parece bobo metido aquí
en la casa.
Entendí que era mejor sacármelo de encima hoy y
así no me volvería a joder en un mes, además
tenia ganas de un trago, entonces nos fuimos... ya montados en
el carro de él, me dijo que ibamos para una “tienda”,
tipo de sitios que pululaban en la época, donde se tomaba
aguardiente, se oían vallenatos o rancheras y hasta de
pronto uno podía presenciar alguna balacera, yo odiaba
esos sitios, pero esta vez no tenia alternativa.
Y
entonces llegamos allá, me bajé del carro y sonó
Diomedez, y vi aquella Toyota engallada y llena de luces, y vi
al dueño de la Toyota, un mancancan de anillos sombrero
y gafas negras que tomaba whisky y cantaba duro para que lo oyeran,
y vi a los amigos, unos mancancanes iguales a el, y vi a la novia
de aquel personaje ... adivinen quien era.
Carolina
se recostaba en este personaje (que en adelante llamaremos “el
duro”) mientras el la agarraba de su barriga... o de cualquier
pedazo que se pudiera. Ella usaba una ombliguera y un pantalón
apretado. a pesar de estar en una pinta bastante provocativa,
se le notaba acabada, flaca, incluso le alcancé a notar
una pequeña hinchazón en un ojo... se daba unos
cuasi pornográficos besos con el duro, se le notaba que
estaba borracha, tan borracha que casi ni se daba cuenta de lo
que pasaba a su alrededor, por eso yo la pude mirar sin que ella
notara mi presencia.
Cuando
“el duro” vio a mi amigo el pinta, fue a saludarlo,
pero primero le dijo a Carolina “súbase mamita al
carro que ya nos vamos”. Ella sin chistar accedió.
“El duro” saludo eufóricamente a mi amigo y
le obligó a que se tomara un whisky, a mí me dio
otro. Entonces dijo: “Hermano me tengo que ir pero entre
a la tienda que ahí está la otra gente y pida una
botella a mi nombre, todo bien.... ah marica y lo espero pasado
mañana en mi finca del Peñon para ver el partido,
allá van a haber hembritas y trago, no tiene que llevar
nada” , me miró y me dijo “lleve a su amigo
también”. Se montó en la Toyota, hizo chirrear
las llantas dio un reverzaso y salió rápidamente
de allí.
Nos
metimos rápidamente a la tienda, ahí había
una extraña mesa con gente parecida al “duro”
mezclada con conocidos míos. Era una prueba fehaciente
de cómo aquella cultura del dinero fácil, corroía
como un cáncer a toda la sociedad incluso a los “decentísimos”
estratos cinco y seis.
Estaba
tan consternado con el cuadro que había visto, que ni siquiera
me molestaba que toda la tienda estuviera cantando al unísono
”sufrirás, lloraras cuando te acostumbres a perder,
después te resignarás cuando ya no me vuelvas a
ver”, esa espantosa canción de Darío Gómez,
que sonaba a través de una rockola llena de millones de
luces. Mi amigo, me preguntó si quería ir al Peñón,
sabiendo de antemano que yo le iba a decir que no. No lo podía
creer cuando sin alegar le dije que fuéramos.
Era
obvio que el no había reconocido a Carolina, de lo contrario,
no me habría dejado ir sabiendo el lió en que me
iba, y lo iba a meter. Nos tomamos la botella de aguardiente,
mi amigo canto "el ahijado" de Diomedes Diaz, se llevó
a la parte de atrás a una loba, volvió media hora
después y finalmente nos fuimos a la casa.
A
los dos días llegábamos al Peñón,
después de preguntar llegamos a la casa del duro. No lo
podíamos creer, era un mini-palacio de mármol, con
un águila de bronce en la entrada. Adentro había
una especie de “cueva” ficticia donde se encontraba
el sauna, mas allá estaba la cancha de bolos, y el gimnasio
personal, después el bar de adentro de la casa, y arriba
los seis cuartos. Afuera la mega piscina y el jacussi de colores.
Había aproximadamente unas cuarenta personas que consumían
sin ningún tipo de reserva las cajas de whisky que se posaban
al lado de la piscina. El vallenato sonaba a todo volumen en un
impresionante equipo. Había una cantidad de lindas niñas,
unas solas y otras no. Mientras mi amigo buscaba victima, yo buscaba
a Carolina. Entre a la cocina y en al esquina, detrás de
la lechona estaba ella, con los ojos hinchados de estar llorando,
totalmente sola y echándose agua a la cara, cuando se volteó
nos topamos de frente, y la encaré, la miré a los
ojos y la agarré de los brazos.
|
-
Quiubo - le dije entre emocionado y consternado.
- Hola, tú eres... que haces aquí?- me dijo en un
tono mucho menos retador que el de la última vez que la vi.
- Que chistoso encontrarnos acá, es la cuarta vez que me
encuentro contigo, y tu todavía dudas que soy el hombre de
tu vida?- le dije en tono de broma pero con intenciones mas serias
de lo que parecía la frase
- Y vas a ver el partido aquí? Me dijo riéndose y
cambiando el tema.
- Esta es la casa de tu novio.
- Sí, ¿te gusta?
- No, me parece horrible, es la cosa mas loba que he visto en mi
vida.
A pesar de la sorpresa que le causó mi comentario, algo en
su cara me decía que estaba medio de acuerdo con el concepto.
- ¿Y dónde esta tu novio? le dije.
- No sé, andaba por ahí con una niña, le hice
el reclamo y me calló delante de todo el mundo... no se por
qué te cuento estas cosas...
Carolina
empezó a llorar en mi hombro y me dijo:
- Yo no se el porque es así, si me ve hablando con otra persona
me mata, estoy cansada el no me respeta, ya no aguanto mas
- Y porque no le terminas y ya, vámonos para Bogotá,
y olvidemos todo...
- La verdad es que lo quiero... el es la única persona que
se preocupa por mi.... dijo mientras se secaba las lágrimas.
En ese momento entraron otros amigos míos a la cocina, acto
seguido entró el mejor amigo de ”el duro” y miró
a Carolina con cierta displicencia, y a mí especialmente
mal.
-Carolina, ¡camine que la andan buscando!!
El tipo no pudo constatar si yo estaba hablando con ella porque
éramos varios en la cocina, pero le quedó la espinita...
5:30
pm. En la televisión todo tenia que ver con la selección,
primero el pibe Valderrama junto a Samper haciendo propaganda política,
acto seguido el mismo pibe en otra propaganda diciendo “si
es para que haya muertos yo no quiero ser campeón del mundo,
si es para que hay fiesta entonces si”. Después el
comercial de Bavaria que decía: “numero uno mi selección,
rueda la bola toca el balon, porque ellos son porque ellos son,
porque ellos son el fútbol colombiano”. William Vinasco
CH decía por televisión cosas como “ser colombianos
un privilegio que solo tenemos treinta y cinco millones de personas”.
Faltaba media hora para el partido, la fiebre de mundial en su punto
máximo en algo que nunca más se volvió a vivir
en Colombia... ¿y yo? Yo sólo tenia la cabeza en Carolina.
Hace media hora se había perdido con el duro a un cuarto
de arriba, al principio se oyeron gritos, después nada...
de pronto por fin bajaron, agarrados como una garrapata y totalmente
amorosos, yo no podía creer...
Después
de tanta espera Colombia salió al campo de juego con esa
espantosa camisa azul que tan mala suerte nos ha traído,
todos los que estábamos en la casa, buscamos puesto y nos
preparamos a empezar a ver a través de la pantalla gigante
el incontenible paso de la selección Colombia a la final.
Yo me senté y trate de olvidarme por noventa minutos de mi
eterno tormento y meterme de lleno en la gloriosa selección
Colombia.
El
partido arranco bien, Valencia y Asprilla llegaban con claridad,
pero el arquero rumano estaba inspirado, de pronto alrededor del
minuto veinte Radiouciou se saco de encima a Luis Carlos Perea y
de potente cañonazo venció a Córdoba. 1-0.
Unos 10 minutos después George Hagi vio salido a Córdoba
y le mando un tremendo bombazo desde la izquierda. 2-0. Nadie lo
podía creer, todos nos agarrábamos la cabeza y mirábamos
para todos los lados, entonces la incredulidad del resultado se
empezaba a mezclar con la cantidad de trago que habíamos
consumido, entonces empezaban los insultos, que es que ese tino
es un vago, que el pibe esta borracho, que Rincón es un hp...
A
todas estas “el duro” había perdido la paciencia
y no quería que nadie le hablara , estaba en un rincón
con cara de pocos amigos y cuando Carolina se le trataba de acercar
el solo atinaba a decirle “mamita ahorita no me joda”
entonces ella bajaba la cabeza y me miraba, para ese momento yo
ya no sabia que me causaba mayor desespero, si lo que veía
en la televisión, o lo que veía fuera de ella. Antes
de que se acabara el primer tiempo el tren Valencia pudo descontar
y eso dio un poco de esperanza. Durante el entretiempo reinaba un
silencio sepulcral en la casa, no habían vallenatos ni nada,
algunos ya estaban dormidos de la borrachera. El silencio se rompió
con otro grito de “el duro”: ¡Perra! Carolina
una vez mas salió corriendo y subió al segundo piso.
El segundo tiempo empezó sin ella en el salón. Con
el tercer gol de Radiociou la calma de todos se acabo ¡a esos
hijueputas lo que hay es que matarlos! Empezaron a gritar “el
duro” y sus amigos. En medio de esa agresividad nadie notó
que yo me había subido al otro piso buscando a Carolina,
la encontré llorando en un de un cuarto, al lado de un par
de borrachos inconscientes. Esa escena reflejaba lo que era su vida,
estaba repleta de gente pero estaba totalmente sola. Me miró
y me dijo “no me joda ahorita” yo le dije que no venía
a eso y simplemente la abracé lo más fuerte que pude,
ella hizo lo mismo y así nos quedamos unos diez minutos hasta
que un portazo se oyó en el cuarto, era el amigo del duro
quien me gritó “ ¿Qué le pasa hijueputa??,
deje la hembra quieta”, su grito alertó a toda la fiesta
que entró rápidamente al cuarto. Mis amigos evitaron
que los secuaces del duro me dieran en la jeta, me llevaron al otro
cuarto y me dijeron a mi y a mi amigo “váyanse, váyanse
ya, que les van es a pegar un tiro” momentos después
el duro subió con un mazo y grito “vamos a ver qué
es la vaina de este hijueputa” pero en ese mismo momento las
llantas del carro de mi amigo chirreaban y salíamos del Peñon
en menos de un minuto. Después supe que el duro dijo “frescos
que ni ellos ni sus familias son blindados” . Mi amigo me
insultó durante todo el trayecto y no me habló durante
un buen tiempo. La escapada fue tan abrupta que no tuve tiempo de
saber más de Carolina. Tiempo después me entere que
“el duro” había sido asesinado en circunstancias
no muy claras, cuando viajaba hacia Venezuela. Colombia jugo su
segundo partido del mundial perdiendo 2-1 con E.E.U.U. y siendo
el primer equipo del mundial en quedar eliminado. Días después
el defensa Andrés Escobar fue asesinado. El fútbol
no volvió nunca a ser lo mismo y el fenómeno mafioso
en Colombia no desapareció, de hecho se instauró en
nuestra cultura más de lo que todos creímos o quisimos
creer.
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*Manuel
Francisco Carreño es el verdadero nombre de Brando Maya,
gestor de innumerables y fallidos proyectos individuales y en colectivo,
entre los que se cuentan El Utensilio, Morgan Records, Paréntesis,
Poliarquía F.C. y Situación Crónica. Hoy es
codirector del espectáculo radial La Silla Eléctrica.
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