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Crónica de una generación trágica
(Cápitulo IV)
1994
Manuel Carreño

“La escuadra de Maturana tiene pinta de campeón, con el Pibe Valderrama, el Tino Asprilla y Rincón, Wilson Pérez y Perea, Oscar Córdoba y Andrés, el Tren Valencia y Herrera, el Barrabás y Leonel, aeaeaeao, Colombia se sobró¡¡¡¡”.

La voz de Diomedes Díaz emanada de los potentísimos parlantes de una Toyota azul, abierta en sus 4 puertas y el baúl, resonaba con fuerza por toda la 116. En el bulevar de la mitad de la calle se encontraba una figura inflable de Max Caimán, aquella mascota que Bavaria decidió sacar para darle suerte a la selección y dividendos a ellos. Por todo el lugar se vendían millones de banderas, gorros, sombreros, pañoletas, manillas, cintas, pelucas del Pibe Valderrama, llaveros de el Tino Asprilla, fotos de Leonel Álvarez, cd,s tropicales con canciones alusivas a la selección o cualquier otra cosa que sirviera para aumentar aquella euforia triunfalista que nos invadía a todos. Estábamos a solo dos días del partido inaugural del mundial de Estados Unidos 94. Colombia se había clasificado invicta a ese mundial, cerrando su participación en septiembre del 93 con un increíble 0-5 en el Monumental de Núñez contra la selección argentina. Después empezaron los partidos amistosos de preparación, y los muchachos de Maturana golearon todos los que se les pasaron al frente, el Parma, el Bayern, el Nápoles: uno por uno caían ante la exquisitez del equipo amarillo. Pelé dijo que éramos candidatos para ser los campeones del mundo, éramos la sensación, el gran equipo, el que se llevaba toda la atención, parecíamos invencibles. Entonces hubo alegría y esa alegría se desbordó y de pronto Colombia amaneció convencida de ser campeona mundial. Para nosotros Rumania, U.S.A. y Suiza solo eran partidos de trámite donde Colombia daría exhibición de su fútbol antes de enfrentarnos a Alemania, Brasil o Italia, y meterles otros cinco, diez o incluso quince si se nos daba la gana. Los colombianos no esperábamos que nos fuera bien en el mundial, los colombianos queríamos saber qué día nos tocaba levantar la copa...

Pero ese triunfalismo no era el único fenómeno que se veía claramente en la 116, de hecho ahí se notaba de donde venia parte del problema, pero en ese momento nadie se dio cuenta , o mas bien nadie quería darse cuenta...

No eran días fáciles para mí, aún no había superado mi gran depresión existencial, y era muy poco lo que me dejaba ver. Tal vez solo me emocionaba la selección Colombia, o quedarme oyendo música y escribiendo en mi cuarto. Mi amigo el pinta decidió ir a ver el partido inaugural conmigo. Una vez se acabo me dijo que fuéramos a la 116.

- No quiero- le dije.
- Camine que allá hay un man que gasta todo y presenta hartas hembras.
- ¡No quiero conocer hembras, no quiero salir!!!!
- Huevón camine y no joda tanto, parece bobo metido aquí en la casa.
Entendí que era mejor sacármelo de encima hoy y así no me volvería a joder en un mes, además tenia ganas de un trago, entonces nos fuimos... ya montados en el carro de él, me dijo que ibamos para una “tienda”, tipo de sitios que pululaban en la época, donde se tomaba aguardiente, se oían vallenatos o rancheras y hasta de pronto uno podía presenciar alguna balacera, yo odiaba esos sitios, pero esta vez no tenia alternativa.

Y entonces llegamos allá, me bajé del carro y sonó Diomedez, y vi aquella Toyota engallada y llena de luces, y vi al dueño de la Toyota, un mancancan de anillos sombrero y gafas negras que tomaba whisky y cantaba duro para que lo oyeran, y vi a los amigos, unos mancancanes iguales a el, y vi a la novia de aquel personaje ... adivinen quien era.

Carolina se recostaba en este personaje (que en adelante llamaremos “el duro”) mientras el la agarraba de su barriga... o de cualquier pedazo que se pudiera. Ella usaba una ombliguera y un pantalón apretado. a pesar de estar en una pinta bastante provocativa, se le notaba acabada, flaca, incluso le alcancé a notar una pequeña hinchazón en un ojo... se daba unos cuasi pornográficos besos con el duro, se le notaba que estaba borracha, tan borracha que casi ni se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor, por eso yo la pude mirar sin que ella notara mi presencia.

Cuando “el duro” vio a mi amigo el pinta, fue a saludarlo, pero primero le dijo a Carolina “súbase mamita al carro que ya nos vamos”. Ella sin chistar accedió. “El duro” saludo eufóricamente a mi amigo y le obligó a que se tomara un whisky, a mí me dio otro. Entonces dijo: “Hermano me tengo que ir pero entre a la tienda que ahí está la otra gente y pida una botella a mi nombre, todo bien.... ah marica y lo espero pasado mañana en mi finca del Peñon para ver el partido, allá van a haber hembritas y trago, no tiene que llevar nada” , me miró y me dijo “lleve a su amigo también”. Se montó en la Toyota, hizo chirrear las llantas dio un reverzaso y salió rápidamente de allí.

Nos metimos rápidamente a la tienda, ahí había una extraña mesa con gente parecida al “duro” mezclada con conocidos míos. Era una prueba fehaciente de cómo aquella cultura del dinero fácil, corroía como un cáncer a toda la sociedad incluso a los “decentísimos” estratos cinco y seis.

Estaba tan consternado con el cuadro que había visto, que ni siquiera me molestaba que toda la tienda estuviera cantando al unísono ”sufrirás, lloraras cuando te acostumbres a perder, después te resignarás cuando ya no me vuelvas a ver”, esa espantosa canción de Darío Gómez, que sonaba a través de una rockola llena de millones de luces. Mi amigo, me preguntó si quería ir al Peñón, sabiendo de antemano que yo le iba a decir que no. No lo podía creer cuando sin alegar le dije que fuéramos.

Era obvio que el no había reconocido a Carolina, de lo contrario, no me habría dejado ir sabiendo el lió en que me iba, y lo iba a meter. Nos tomamos la botella de aguardiente, mi amigo canto "el ahijado" de Diomedes Diaz, se llevó a la parte de atrás a una loba, volvió media hora después y finalmente nos fuimos a la casa.

A los dos días llegábamos al Peñón, después de preguntar llegamos a la casa del duro. No lo podíamos creer, era un mini-palacio de mármol, con un águila de bronce en la entrada. Adentro había una especie de “cueva” ficticia donde se encontraba el sauna, mas allá estaba la cancha de bolos, y el gimnasio personal, después el bar de adentro de la casa, y arriba los seis cuartos. Afuera la mega piscina y el jacussi de colores. Había aproximadamente unas cuarenta personas que consumían sin ningún tipo de reserva las cajas de whisky que se posaban al lado de la piscina. El vallenato sonaba a todo volumen en un impresionante equipo. Había una cantidad de lindas niñas, unas solas y otras no. Mientras mi amigo buscaba victima, yo buscaba a Carolina. Entre a la cocina y en al esquina, detrás de la lechona estaba ella, con los ojos hinchados de estar llorando, totalmente sola y echándose agua a la cara, cuando se volteó nos topamos de frente, y la encaré, la miré a los ojos y la agarré de los brazos.

 

- Quiubo - le dije entre emocionado y consternado.
- Hola, tú eres... que haces aquí?- me dijo en un tono mucho menos retador que el de la última vez que la vi.
- Que chistoso encontrarnos acá, es la cuarta vez que me encuentro contigo, y tu todavía dudas que soy el hombre de tu vida?- le dije en tono de broma pero con intenciones mas serias de lo que parecía la frase
- Y vas a ver el partido aquí? Me dijo riéndose y cambiando el tema.
- Esta es la casa de tu novio.
- Sí, ¿te gusta?
- No, me parece horrible, es la cosa mas loba que he visto en mi vida.
A pesar de la sorpresa que le causó mi comentario, algo en su cara me decía que estaba medio de acuerdo con el concepto.
- ¿Y dónde esta tu novio? le dije.
- No sé, andaba por ahí con una niña, le hice el reclamo y me calló delante de todo el mundo... no se por qué te cuento estas cosas...

Carolina empezó a llorar en mi hombro y me dijo:
- Yo no se el porque es así, si me ve hablando con otra persona me mata, estoy cansada el no me respeta, ya no aguanto mas
- Y porque no le terminas y ya, vámonos para Bogotá, y olvidemos todo...
- La verdad es que lo quiero... el es la única persona que se preocupa por mi.... dijo mientras se secaba las lágrimas.
En ese momento entraron otros amigos míos a la cocina, acto seguido entró el mejor amigo de ”el duro” y miró a Carolina con cierta displicencia, y a mí especialmente mal.
-Carolina, ¡camine que la andan buscando!!
El tipo no pudo constatar si yo estaba hablando con ella porque éramos varios en la cocina, pero le quedó la espinita...

5:30 pm. En la televisión todo tenia que ver con la selección, primero el pibe Valderrama junto a Samper haciendo propaganda política, acto seguido el mismo pibe en otra propaganda diciendo “si es para que haya muertos yo no quiero ser campeón del mundo, si es para que hay fiesta entonces si”. Después el comercial de Bavaria que decía: “numero uno mi selección, rueda la bola toca el balon, porque ellos son porque ellos son, porque ellos son el fútbol colombiano”. William Vinasco CH decía por televisión cosas como “ser colombianos un privilegio que solo tenemos treinta y cinco millones de personas”. Faltaba media hora para el partido, la fiebre de mundial en su punto máximo en algo que nunca más se volvió a vivir en Colombia... ¿y yo? Yo sólo tenia la cabeza en Carolina. Hace media hora se había perdido con el duro a un cuarto de arriba, al principio se oyeron gritos, después nada... de pronto por fin bajaron, agarrados como una garrapata y totalmente amorosos, yo no podía creer...

Después de tanta espera Colombia salió al campo de juego con esa espantosa camisa azul que tan mala suerte nos ha traído, todos los que estábamos en la casa, buscamos puesto y nos preparamos a empezar a ver a través de la pantalla gigante el incontenible paso de la selección Colombia a la final. Yo me senté y trate de olvidarme por noventa minutos de mi eterno tormento y meterme de lleno en la gloriosa selección Colombia.

El partido arranco bien, Valencia y Asprilla llegaban con claridad, pero el arquero rumano estaba inspirado, de pronto alrededor del minuto veinte Radiouciou se saco de encima a Luis Carlos Perea y de potente cañonazo venció a Córdoba. 1-0. Unos 10 minutos después George Hagi vio salido a Córdoba y le mando un tremendo bombazo desde la izquierda. 2-0. Nadie lo podía creer, todos nos agarrábamos la cabeza y mirábamos para todos los lados, entonces la incredulidad del resultado se empezaba a mezclar con la cantidad de trago que habíamos consumido, entonces empezaban los insultos, que es que ese tino es un vago, que el pibe esta borracho, que Rincón es un hp...

A todas estas “el duro” había perdido la paciencia y no quería que nadie le hablara , estaba en un rincón con cara de pocos amigos y cuando Carolina se le trataba de acercar el solo atinaba a decirle “mamita ahorita no me joda” entonces ella bajaba la cabeza y me miraba, para ese momento yo ya no sabia que me causaba mayor desespero, si lo que veía en la televisión, o lo que veía fuera de ella. Antes de que se acabara el primer tiempo el tren Valencia pudo descontar y eso dio un poco de esperanza. Durante el entretiempo reinaba un silencio sepulcral en la casa, no habían vallenatos ni nada, algunos ya estaban dormidos de la borrachera. El silencio se rompió con otro grito de “el duro”: ¡Perra! Carolina una vez mas salió corriendo y subió al segundo piso. El segundo tiempo empezó sin ella en el salón. Con el tercer gol de Radiociou la calma de todos se acabo ¡a esos hijueputas lo que hay es que matarlos! Empezaron a gritar “el duro” y sus amigos. En medio de esa agresividad nadie notó que yo me había subido al otro piso buscando a Carolina, la encontré llorando en un de un cuarto, al lado de un par de borrachos inconscientes. Esa escena reflejaba lo que era su vida, estaba repleta de gente pero estaba totalmente sola. Me miró y me dijo “no me joda ahorita” yo le dije que no venía a eso y simplemente la abracé lo más fuerte que pude, ella hizo lo mismo y así nos quedamos unos diez minutos hasta que un portazo se oyó en el cuarto, era el amigo del duro quien me gritó “ ¿Qué le pasa hijueputa??, deje la hembra quieta”, su grito alertó a toda la fiesta que entró rápidamente al cuarto. Mis amigos evitaron que los secuaces del duro me dieran en la jeta, me llevaron al otro cuarto y me dijeron a mi y a mi amigo “váyanse, váyanse ya, que les van es a pegar un tiro” momentos después el duro subió con un mazo y grito “vamos a ver qué es la vaina de este hijueputa” pero en ese mismo momento las llantas del carro de mi amigo chirreaban y salíamos del Peñon en menos de un minuto. Después supe que el duro dijo “frescos que ni ellos ni sus familias son blindados” . Mi amigo me insultó durante todo el trayecto y no me habló durante un buen tiempo. La escapada fue tan abrupta que no tuve tiempo de saber más de Carolina. Tiempo después me entere que “el duro” había sido asesinado en circunstancias no muy claras, cuando viajaba hacia Venezuela. Colombia jugo su segundo partido del mundial perdiendo 2-1 con E.E.U.U. y siendo el primer equipo del mundial en quedar eliminado. Días después el defensa Andrés Escobar fue asesinado. El fútbol no volvió nunca a ser lo mismo y el fenómeno mafioso en Colombia no desapareció, de hecho se instauró en nuestra cultura más de lo que todos creímos o quisimos creer.

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*Manuel Francisco Carreño es el verdadero nombre de Brando Maya, gestor de innumerables y fallidos proyectos individuales y en colectivo, entre los que se cuentan El Utensilio, Morgan Records, Paréntesis, Poliarquía F.C. y Situación Crónica. Hoy es codirector del espectáculo radial La Silla Eléctrica.

 

 
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