1980-2004
En la escena musical los ritmos se diversifican
como nunca antes. Heavy Metal, Hard Rock, Progresivo, Disco, Punk
y Rap, son sólo una mínima muestra de las muchas
posibilidades sonoras planteadas por los setenta. En los ochenta,
al menos desde el punto de vista comercial, en Colombia el pop
impera.
Al iniciarse la década aparecen iniciativas del tipo Ship,
Traphico o Nash algunas de las muy pocas bandas que por entonces
tuvieron la fortuna de dejar registro grabado de su música.
Muchos de sus trabajos corrieron con la triste fortuna de terminar
relegados a la sección de rebajas de las tiendas de discos.
Con la llegada del FM y el cada vez menos competitivo sonido de
las producciones colombianas de entonces, el rock nacional se
convierte en una excentricidad marginal y olvidada, en el más
reducido sentido de la palabra. La juventud encuentra nuevos espacios
en estaciones radiales con formatos un tanto acartonados, por
causa de las estrictas regulaciones iniciales del Ministerio de
Comunicaciones. Surgen 88.9 Súper Stereo, iniciativa de
Fernando Pava Camelo, uno de los herederos de la empresa familiar
Radio Súper, Stereo 1-95 FM, una prolongación de
la experiencia Radio Fantasía, Todelar Stereo, 103.9, dirigida
en su más decorosa etapa por Daniel Casas C, discípulo
a su vez de Manolo Bellón.
La polarización entre AM y FM señala
de nuevo cierta brecha social entre los oyentes de una y otra
banda. Mientras Tequendama (cuyo slogan en mal inglés rezaba
“somos el six ten A.M. de la capital” y en donde se
efectuaban traducciones guayigoles en español de los éxitos
de moda) se aferraba a un formato algo ecléctico, orientado
hacia lo popular, en se donde podían oír indistintamente
y en la misma franja el dulzón pop de Daniela Romo, los
sonidos duros sobreproducidos de Deff Leppard, la potente voz
varonil de Nino Bravo y las agudas armonías vocales de
Sweet.
El formato FM tendería hacia los
éxitos del rock y el pop internacionales sin dar mucha
cabida al joven músico o locutor. De vez en cuando se organizaban
pequeños festivales, murgas o presentaciones en vivo. Algunos
músicos tocaban de forma esporádica en musicales
televisados como Telectrónico Musical, El Club de la Televisión,
Espectaculares Jes, El Show de Jimmy, o incluso ¡Quién
lo creyera!, en la nada remozada y muy poco afortunada nueva versión
de El Club del Clan que en los ochenta y luego en los noventa
intentaría por segunda y tercera vez, sin éxito,
hacer presencia en la televisión.
Las emisoras anglo se rehusaban a transmitir
éxitos en español. Habría que esperar hasta
el tardío advenimiento del rock “en tu idioma”
para que un nuevo espejismo surgiera para los cultores de éste
en Colombia. Nombres ligados a esta primera etapa de la radio
juvenil FM en el país son el de Carlos Alberto Cadavid,
Chucho Benavides “Show”, César Ramírez,
Leslie Abadi o Hernán Orjuela, un estilo intermedio entre
la solemnidad de la década pasada y la informalidad venidera.
Desde el norte y el sur nos bombardearían
los sonidos de bandas y solistas. A raíz de la guerra de
las Malvinas, el gobierno argentino restringe la transmisión
de temas en inglés, lo que favorece el resurgimiento del
rock local, una música cuya tradición era en el
cono sur, por sí sola, innegable. Hacia 1988 Colombia se
treparía a este tren con representantes del pop como Compañía
Ilimitada, Pasaporte, Distrito Especial, Signos Vitales, Sociedad
Anónima, Alerta Roja, Zona Postal y otros músicos
de la línea más dura, Kronos, Kraken, Darkness y
La Pestilencia, entre ellos. La infraestructura se mantiene incipiente
y el reconocimiento de las bandas colombianas no trasciende las
fronteras locales. El Concierto de Conciertos, de 1988, promovido
en gran parte por la administración distrital del entonces
alcalde Andrés Pastrana, sería, tal vez, el momento
cumbre de este fugaz entusiasmo por el rock local.
El trato recibido por los músicos
colombianos en comparación a sus colegas extranjeros seguía
siendo de segunda clase. Las disqueras parecían manifestar
un renovado interés en sacar provecho del movimiento que,
a la postre, no pasó de ser un nuevo destello pasajero,
sin menores repercusiones en el largo plazo. Por iniciativa de
Hernán Orjuela y AIRE (Asociación Internacional
de Rock en Español) se celebra en 1989 la primera, última
y única edición de los premios Coca Cola Rock y
Pop en Español en donde se reúne a gran parte de
los más famosos músicos extranjeros en el ámbito
local. Con excesivas precauciones, la radio volvería sus
ojos hacia el nuevo rock local y por primera vez desde los lejanos
setenta el idioma castellano volvería a cobrar alguna importancia,
al menos en las “grandes” ciudades.
Pero
si hay algo que debamos agradecerles a los ochenta fue la virtual
(luego un tanto falsa) resurrección del rock colombiano,
aunque ésta no gozara de la continuidad esperada. Algunos
trascendieron tímidamente las fronteras locales y participarían
con discreto éxito en festivales internacionales. Concierto
de Conciertos, encuentros como Calavera Rock y el mal llamado
“rock en tu idioma” son hechos que aún suelen
vincularse al supradicho periodo. Cabe preguntarnos qué
hubiera sido de los artistas nacientes por entonces si hubiesen
contado con plataformas de despegue como el MTV o el decidido
apoyo de los todopoderosos líderes de la industria del
espectáculo.
La radio cobró considerable importancia
dentro de este proceso de apropiación idiomática.
El formato de las estaciones y sus locutores permanecía
algo alambicado y ceremonioso. Medellín había dado
el salto un poco antes gracias a las innovaciones iniciadas por
personajes como Donnie Miranda y Tito López, primero en
estaciones de bajo perfil en AM como Emisoras El Poblado y La
Voz del Cine, hasta el inicio de los programas de la mañana,
calcados de los Morning Zoos norteamericanos y reconstruidos bajo
el nombre de Despiértese con Veracruz, en Veracruz Stereo
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Por
primera vez los llamados Disk Jockeys hacían uso irrestricto
de sus voces, frescas y jóvenes. Fue, según muchos,
una era dorada e irrepetible de la radio juvenil, al menos dentro
de la esfera bogotana. Quienes hoy bordean los 25 años, recuerdan
con afecto a personajes como Carlota o Don Fulgencio, ambos generados
mediante el ingenioso uso de efectos de sonido, dando lugar a un
marketing hoy inimaginable del que la tienda Store 88.9 sería
la encargada: cuadernos, chocolatinas, calcomanías (hoy rebautizadas:
stickers). De hecho Don Fulgencio lanzaría una falsa candidatura
burlesca a la alcaldía de Bogotá, alcanzando una popularidad
que a la fecha no ha sido igualada. Muchos recuerdan con afecto
los nombres de Alejandro Villalobos, hoy director de la muy sintonizada
y poco interesante Mega, Jorge Marín, Andrés Nieto
y Óscar Jaime “Tito” López, quien vendría
importado desde Medellín por la cadena Súper con el
fin de implementar el modelo Veracruz en Bogotá.
Programas como Ruta 88.9,
Disco Nice, Los 20 y los 11 Súper Éxitos, American
Top 40, Metal en Stereo o El Expreso del Rock, llegaron a públicos
de diversa especie y sustancia. 88.9 contó además
con diversas actividades de soporte entre las que se recuerdan las
caravanas anuales por la carrera 15 y programas en simultánea
con la televisión tales como Súper Vídeos y
Los 10 Mejores de la Música, este último presentado
por Lina Botero.
El
muro se cayó. El mundo se abrió y un nuevo orden global
se apoderaba de todo. Cuando los ochenta terminaron la ilusión
también pareció hacerlo. En medio de avances en el
campo de las telecomunicaciones y tras una debacle más, las
bandas colombianas encontraron nuevos espacios de difusión,
no siempre desde el ámbito tradicional, sino, la mayoría
de las veces, desde la marginalidad. Atrás se quedaba el
pop de años anteriores y con él los glamorosos conjuntos
de Hard Rock.
Al final de los ochenta,
las dos grandes cadenas de radio del país, Caracol y RCN
(bastante tarde, en 1994), fijan su atención en la juventud
desde el dial FM. Surgen en su orden Radioactiva y La Mega, 88.9
Súper Stereo se relanza como La Súper Estación,
Todelar Stereo hace lo propio con La X, una emisora orientada en
principio hacia un pop más bailable y luego hacia los éxitos
de los ochenta mezclados con algunos temas actuales programados
por un computador y sin locución alguna (todo un desperdicio,
en el sentido radial de la palabra).
En su etapa inicial Radioactiva
reúne un selecto grupo de hombres y mujeres de radio, la
mayoría de ellos ya para entonces algo alejada de la radio
juvenil, Armando Plata Camacho, Hernán Orjuela Buenaventura
y Camilo Pombo, entre ellos. La programación se mueve entre
el pop y el rock, la salsa y otros ritmos llamados juveniles. Se
trata del primer intento fallido de hacer una programación
que unifique los gustos del joven. La experiencia resulta desafortunada,
lo que hace necesario un virtual relanzamiento de la emisora. No
obstante el inmenso poderío de Caracol, los jóvenes
permanecen fieles a una iniciativa “independiente” del
tipo 88.9
Con la segunda fase de Radioactiva,
menos de seis meses después de su lanzamiento original, aparece
una pugna en donde gran parte de los jóvenes bogotanos polarizan
su predilección en dos bandos: aquel conformado por los oyentes
de 88.9 y su contendor, al que pertenece la audiencia de Radioactiva.
La pugna trasciende lo radial y es así como muchos miembros
de la joven audiencia expresan su descontento al aire para con la
deserción de los miembros de una y otra emisora quienes se
vinculan a la estación rival por causa de mejores condiciones
contractuales, un reflejo más de las implicaciones extraradiales
del fenómeno. Cuenta, por ejemplo Andrés Nieto, que
durante sus primeros días en Radioactiva y a la salida de
un concierto, algunos fanáticos desinflaron los neumáticos
del vehículo de su propiedad a manera de protesta por su
actitud “disidente”.
El Zoológico de la
Mañana encontraría en La Locomotora a su más
fiero competidor. Este, “segundo pionero”, por decirlo
de alguna forma, de los programas radiales de humor y variedades,
atravesó diversas fases. La primera con Hernán Orjuela
y Jorge Marín encarnando a Doña Jesusita, parodia
de la matrona antioqueña. La segunda con un “dream
team de la radio”, por donde desfilaron figuras tales como
Julio Sánchez, Guillermo Díaz Salamanca, Tito López,
Gabriel de las Casas, Juan Manuel Correal, Andrés Nieto,
Deysa Rayo con “A que no me duermo”, show nocturno que
haría historia en las madrugadas capitalinas y Alejandro
Villalobos, entre muchos otros. Por su parte, 88.9 reclutaba nuevos
personajes, Diego FM y Joyce, quien llegó de Barranquilla
con poca fortuna. Radioactiva sería en su mejor etapa, un
sistema con emisoras ubicadas en las principales capitales del país.
Luego, tras muchos errores administrativos, muchas de ellas irían
desapareciendo, una a una.
Esta segunda etapa de La
Locomotora, por cierto, trajo consigo un programa de televisión
del mismo nombre. La tercera, una revolución que recuperaría
las banderas de uno de los programas más interesantes de
la televisión colombiana en los noventa: La Tele, con Martín
de Francisco, Santiago Moure y Alejandro Nieto como voces y personajes.
Curioso es que al inicio de la era internet Radioactiva fuera elegida
junto a la cadena básica de Caracol como una de las dos primeras
estaciones con sitio oficial en la red y como la única frecuencia,
aparte de la cadena básica, con derecho a hacer uso del helicóptero
de la firma, entonces bautizado “Caracol del Aire”.
El experimento de La Tele en radio sería en extremo exitoso
al principio, pero luego se incurriría en la repetición
del esquema, lo que daría al traste con el proyecto, gracias
a la progresivamente menguada audiencia.
Los 20 Superéxitos
a su vez se enfrentarían al Top 40 Radioactiva, en principio
dividido en dos ediciones (una con los éxitos anglo y otra
con los latinos) y luego empaquetado en uno solo.
La fundación de sellos
independientes permitió que toda una nueva generación
de artistas, con propuestas subterráneas, de poco interés
para las grandes disqueras, se fortaleciese. Lo anterior favorecido
por la proliferación de bares y espacios dedicados a la divulgación
de tales propuestas. Los nombres de Bar-barie, La Manzarda, Abott
y Costello y su sucesor Bar-bie, TVG, Vertigo Campoelías,
Transilvania, Florhisteria, Vertigo (en su segunda fase), Music
y otros más pertenecen a la memoria colectiva de miles de
bogotanos. Fue así como surgirían bandas de la talla
de Aterciopelados o Estados Alterados en Bogotá y Medellín,
respectivamente.
Las entidades oficiales
encontraron en el rock y el rap una buena forma de canalizar los
impulsos juveniles de las generaciones desencantadas de los noventa,
con lo que surgieron eventos cuya importancia llegó a ser
reconocida y divulgada en el ámbito internacional. Hablamos
de Rock y Rap al Parque. Por primera vez, una de las instituciones
de la industria mediática, el MTV latino, puso sus ojos en
nuestro país. Grupos del corte de La Pestilencia o Neurosis
aún hoy en día, siguen vendiendo razonables cantidades
de copias de sus trabajos en ciudades tan lejanas como Ámsterdam
o Estocolmo.
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a la segunda parte]
- [Conclusión>]
*Andrés
Ospina es codirector y cofundador de La Silla Eléctrica.
La cerveza, The Beatles, la radio y Bogotá se encuentran
entre sus mayores intereses. |