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“...
apagué la estufa porque como mijo no llegaba creía
que se había quedado haciendo un trabajo de la universidad
y que llegaba con dolor de cabeza por la noche ... – me
lanzó su mirada de incredulidad haciéndome saber
que me lleva muchos años de ventaja en este mundo –
... después llevaba mi almuerzo al comedor y cuando me
sentaba el televisor seguía prendido, miré el reloj
y como eran más de las 2 esperé a que empezara “la
novela de la familia colombina” - ........... – pero
mijo, no era ésa, empezó una cosa muy extraña
– mi abuela sujeto su rostro con las manos en señal
de desesperación – ya no estaba Danielita y la novela
ahora era protagonizada por Pablito, pero él era malo,
le hacia cosas malas a Charlie, a Fede, a Lili, se vengaba de
todos ellos como si le hubieran hecho algo muy cruel durante muchos
años ...” – apreté fuertemente las manos
de mi abuela entre las mías, evidentemente estaba muy mal,
cómo podía soñar que alguien en el mundo
era capaz de dar solución a más de diez años
de infinitas, repetitivas y consabidas historias, ¡cómo,
si no pudieron hacerlo con Dejémonos de Vainas!, sin embargo
tuve mucha curiosidad, en el sueño de mi abuela ya no estaba
Daniela, ¿cuál sería el final de nuestra
abnegada heroína?, ¿finalmente fue feliz?, ¿lograría
acaso librarse de las garras de Charlie?; me colmé de admiración
porque aquella mujer frente a mí inconscientemente había
resuelto el dilema que ocupó a medio país durante
casi tres lustros, (y contando). Pero había algo aún
más aterrador: “La venganza de Pablito”, de
ser verdad sin duda alguna no estaba dirigida solamente contra
los actores del reparto, también contra mi abuela, contra
mí, y sí, contra usted señor lector. El secreto
a gritos es que la estrategia de contraataque está fundada
en la saturación, en el reencauche, ¿no dicen por
ahí que las segundas partes siempre son mejores?, muchos
ya han cobrado su cruenta venganza, “Pedrito Coral”,
“Betty con su serie animada”, y cómo olvidarlo,
“Pecas” y el despiadado gringo que no conforme con
sus fugaces apariciones junto a “Puchis” nos torturó
a pan y agua con su propia serie para tenernos con vida cuando
dio la estocada final en su gloriosa salida en Protagonistas de
novela, ¡ah, tiempos aquellos!, pero tranquilos, hay mucha
gente que se asegurará de que vuelvan. - Y mi abuela continuó:
“... perdí el apetito y como
atontada di vueltas en el jardín, me quedé pensando
en las telenovelas de antes, en El Divino, en San Tropel, qué
había sido de ese señor Tuta de Romeo y Buseta o
del Chinche y su inseparable socio; no mijo, como que no lo podía
recordar; me sentía como asfixiada y después de
respirar unos minuticos entré de nuevo para buscar mi costura
y mis agujas, de pronto en la televisión presentaron una
nueva telenovela, era de una niña lo más de querida,
pero pobrecita, era gordita...” – en este punto mi
abuela me contó de varias telenovelas que en algún
momento fueron transmitidas por la rapaz y abominable industria
del entretenimiento que lo permeaba todo en ese mundo que ella
creó en su sueño.
Conforme
seguía el relato me iba haciendo a la idea de un paisaje
bastante oscuro caracterizado aparentemente por un “nuevo
melodrama”, en donde todas las telenovelas desesperadamente
y a cualquier precio pretendían divorciarse de la anticuada
división maniqueísta de los personajes entre buenos
y malos, para dar paso a historias y temáticas centrales
encarnadas por protagonistas graciosos y antihéroes con
marcados clichés que recuerdan siempre su función
dentro la estructura de este flamante formato de la telenovela,
cuyos gestores hacen parte de una “nueva y sofisticada”
caracterización de los protagonistas de las telenovelas;
desde Betty, pasando por “el escamoso” y Paco en “La
guerra de las rosas”, hasta el “magazo” culpable
de los siete pecados capitales, quienes despojados de su valor
referencial ahora son los felices poseedores de una extravagante
carga de finísimas formas de hablar, exquisitos gestos
e imperceptibles clichés, propios de aquellos personajes
que dentro de las nuevas telenovelas desempeñan el rol
del individuo chistoso, chabacano y burlesco...
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Ver a mi abuela brutalmente expropiada de muchos de los referentes
de su generación me partió el corazón, así
que espero que entiendan porqué no le di la noticia, el señor
Tuta había muerto, el Chinche y su “fiel escudero”
no eran más que personajes de un historia inventada por un
loco que no quería aceptar la realidad que tenía frente
a sus ojos, la realidad de esa pantalla que opera, para bien o para
mal, como un espejo trizado de las necesidades, los deseos y las
pasiones de los televidentes; esa pantalla que ahora masificaba
la imagen de un ciudadano medio con pelo desmarañado, discurso
poco inteligente y ramplón y cuya principal cualidad son
sus tristes dotes de bailarín... sin embargo había
algo de esperanza... o de desolación, no sé, ¡qué
ambigüedad!; mi abuela podía estar segura de que así
como Betty llegó a ser una reconocida y bella ejecutiva que
le dio para una segunda serie y quizás más, aquella
adorable gordita, a pesar de no ser colombiana, por algún
acto de brujería digno de magazo de telenovela terminará
siendo más flaca que el señor Agudelo en su tristemente
celebre traje de marinerito... -
“...no sé
qué dieron después porque se me estaban cerrando los
ojos mientras cocía, pero cuando me desperté por fin
pude tranquilizarme un poquito y ver televisión, ¡ay
mijo!, ¿sabe qué estaban dando?, El Chavo, créame
que casi me pongo a llorar de felicidad...” – y en ese
momento casi lloro con ella, ¡El Chavo!, era como la luz al
final del túnel, era Chespirito con un reparto libre de realitys
y de operaciones, era Chaparrón con una de sus historias
casi tan locas como este sueño, era el Chavo del Ocho que
alegró a mi abuela por una hora sin querer queriendo y era
el Chapulin a quien tristemente no lo siguieron los buenos, y es
que este hubiera sido un final feliz, pero como se darán
cuenta era sólo la apacible y reconfortante calma que precede
a la tormenta...-
“... en el sueño
ya eran como las seis de la tarde, me calentaba un tintico y con
ese frío pues me ponía el chal en las piernas y me
sentaba en la cama, iba a mirar unas fotos pero ahí mismo,
sin que yo hiciera nada, se prendió el televisor... –
noooooooo - ...era un programa en el que estaban Siguiendo el rastro,
de quién no sé, nunca me quedó claro, desde
el principio hasta el fin mostraban una cantidad de personas todas
locas que terminaban muertas y al final explicaban más o
menos qué había pasado; pero sabe que ahora pensándolo
bien yo creo que fue que entendí mal el programa, que lo
que pasa es que el asesino siempre es el mismo, capítulo
tras capítulo lo que hacen es seguir el rastro de la misma
persona que un día mata a una mujer a tiros, al otro mata
a una familia con veneno y así sucesivamente, ¿o será
que no?,¡ah!, esos sueños de uno sí son la embarrada
mijo...” - definitivamente cada vez me convenzo del talante
tenebroso de su historia, ¡pobre abuela!; pero yo no creo
que en algún país permitan hacer televisión
basados en las historias del periodismo escrito amarillista, no
debería haber espacio para eso si se tiene en cuenta que
hubo intentos por retratar ciertas realidades de una manera más
adecuada y no tan marcadamente tendenciosas (Los Victorinos), creo
que no hay muchos referentes, pensé en Amar y Vivir pero
el fantasma de Charlie me asaltó, pero como esta no es razón
suficiente, cómo explicarle a mi abuela que el Chacho nunca
murió sino que se dedicó a la noble labor de profe
de vedettes, perdón, de futuros y ojalá fugaces protagonistas
de telenovela. – Y llegó el final del sueño
que a estas alturas era evidentemente una pesadilla:
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