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Radio juvenil en Bogotá, 1963-2004
¿Una historia fragmentada?
Tercera parte
Andrés Ospina

1980-2004

En la escena musical los ritmos se diversifican como nunca antes. Heavy Metal, Hard Rock, Progresivo, Disco, Punk y Rap, son sólo una mínima muestra de las muchas posibilidades sonoras planteadas por los setenta. En los ochenta, al menos desde el punto de vista comercial, en Colombia el pop impera.

Al iniciarse la década aparecen iniciativas del tipo Ship, Traphico o Nash algunas de las muy pocas bandas que por entonces tuvieron la fortuna de dejar registro grabado de su música. Muchos de sus trabajos corrieron con la triste fortuna de terminar relegados a la sección de rebajas de las tiendas de discos.



Con la llegada del FM y el cada vez menos competitivo sonido de las producciones colombianas de entonces, el rock nacional se convierte en una excentricidad marginal y olvidada, en el más reducido sentido de la palabra. La juventud encuentra nuevos espacios en estaciones radiales con formatos un tanto acartonados, por causa de las estrictas regulaciones iniciales del Ministerio de Comunicaciones. Surgen 88.9 Súper Stereo, iniciativa de Fernando Pava Camelo, uno de los herederos de la empresa familiar Radio Súper, Stereo 1-95 FM, una prolongación de la experiencia Radio Fantasía, Todelar Stereo, 103.9, dirigida en su más decorosa etapa por Daniel Casas C, discípulo a su vez de Manolo Bellón.

La polarización entre AM y FM señala de nuevo cierta brecha social entre los oyentes de una y otra banda. Mientras Tequendama (cuyo slogan en mal inglés rezaba “somos el six ten A.M. de la capital” y en donde se efectuaban traducciones guayigoles en español de los éxitos de moda) se aferraba a un formato algo ecléctico, orientado hacia lo popular, en se donde podían oír indistintamente y en la misma franja el dulzón pop de Daniela Romo, los sonidos duros sobreproducidos de Deff Leppard, la potente voz varonil de Nino Bravo y las agudas armonías vocales de Sweet.

El formato FM tendería hacia los éxitos del rock y el pop internacionales sin dar mucha cabida al joven músico o locutor. De vez en cuando se organizaban pequeños festivales, murgas o presentaciones en vivo. Algunos músicos tocaban de forma esporádica en musicales televisados como Telectrónico Musical, El Club de la Televisión, Espectaculares Jes, El Show de Jimmy, o incluso ¡Quién lo creyera!, en la nada remozada y muy poco afortunada nueva versión de El Club del Clan que en los ochenta y luego en los noventa intentaría por segunda y tercera vez, sin éxito, hacer presencia en la televisión.

Las emisoras anglo se rehusaban a transmitir éxitos en español. Habría que esperar hasta el tardío advenimiento del rock “en tu idioma” para que un nuevo espejismo surgiera para los cultores de éste en Colombia. Nombres ligados a esta primera etapa de la radio juvenil FM en el país son el de Carlos Alberto Cadavid, Chucho Benavides “Show”, César Ramírez, Leslie Abadi o Hernán Orjuela, un estilo intermedio entre la solemnidad de la década pasada y la informalidad venidera.

Desde el norte y el sur nos bombardearían los sonidos de bandas y solistas. A raíz de la guerra de las Malvinas, el gobierno argentino restringe la transmisión de temas en inglés, lo que favorece el resurgimiento del rock local, una música cuya tradición era en el cono sur, por sí sola, innegable. Hacia 1988 Colombia se treparía a este tren con representantes del pop como Compañía Ilimitada, Pasaporte, Distrito Especial, Signos Vitales, Sociedad Anónima, Alerta Roja, Zona Postal y otros músicos de la línea más dura, Kronos, Kraken, Darkness y La Pestilencia, entre ellos. La infraestructura se mantiene incipiente y el reconocimiento de las bandas colombianas no trasciende las fronteras locales. El Concierto de Conciertos, de 1988, promovido en gran parte por la administración distrital del entonces alcalde Andrés Pastrana, sería, tal vez, el momento cumbre de este fugaz entusiasmo por el rock local.

El trato recibido por los músicos colombianos en comparación a sus colegas extranjeros seguía siendo de segunda clase. Las disqueras parecían manifestar un renovado interés en sacar provecho del movimiento que, a la postre, no pasó de ser un nuevo destello pasajero, sin menores repercusiones en el largo plazo. Por iniciativa de Hernán Orjuela y AIRE (Asociación Internacional de Rock en Español) se celebra en 1989 la primera, última y única edición de los premios Coca Cola Rock y Pop en Español en donde se reúne a gran parte de los más famosos músicos extranjeros en el ámbito local. Con excesivas precauciones, la radio volvería sus ojos hacia el nuevo rock local y por primera vez desde los lejanos setenta el idioma castellano volvería a cobrar alguna importancia, al menos en las “grandes” ciudades.

Pero si hay algo que debamos agradecerles a los ochenta fue la virtual (luego un tanto falsa) resurrección del rock colombiano, aunque ésta no gozara de la continuidad esperada. Algunos trascendieron tímidamente las fronteras locales y participarían con discreto éxito en festivales internacionales. Concierto de Conciertos, encuentros como Calavera Rock y el mal llamado “rock en tu idioma” son hechos que aún suelen vincularse al supradicho periodo. Cabe preguntarnos qué hubiera sido de los artistas nacientes por entonces si hubiesen contado con plataformas de despegue como el MTV o el decidido apoyo de los todopoderosos líderes de la industria del espectáculo.

La radio cobró considerable importancia dentro de este proceso de apropiación idiomática. El formato de las estaciones y sus locutores permanecía algo alambicado y ceremonioso. Medellín había dado el salto un poco antes gracias a las innovaciones iniciadas por personajes como Donnie Miranda y Tito López, primero en estaciones de bajo perfil en AM como Emisoras El Poblado y La Voz del Cine, hasta el inicio de los programas de la mañana, calcados de los Morning Zoos norteamericanos y reconstruidos bajo el nombre de Despiértese con Veracruz, en Veracruz Stereo .

 

Por primera vez los llamados Disk Jockeys hacían uso irrestricto de sus voces, frescas y jóvenes. Fue, según muchos, una era dorada e irrepetible de la radio juvenil, al menos dentro de la esfera bogotana. Quienes hoy bordean los 25 años, recuerdan con afecto a personajes como Carlota o Don Fulgencio, ambos generados mediante el ingenioso uso de efectos de sonido, dando lugar a un marketing hoy inimaginable del que la tienda Store 88.9 sería la encargada: cuadernos, chocolatinas, calcomanías (hoy rebautizadas: stickers). De hecho Don Fulgencio lanzaría una falsa candidatura burlesca a la alcaldía de Bogotá, alcanzando una popularidad que a la fecha no ha sido igualada. Muchos recuerdan con afecto los nombres de Alejandro Villalobos, hoy director de la muy sintonizada y poco interesante Mega, Jorge Marín, Andrés Nieto y Óscar Jaime “Tito” López, quien vendría importado desde Medellín por la cadena Súper con el fin de implementar el modelo Veracruz en Bogotá.

Programas como Ruta 88.9, Disco Nice, Los 20 y los 11 Súper Éxitos, American Top 40, Metal en Stereo o El Expreso del Rock, llegaron a públicos de diversa especie y sustancia. 88.9 contó además con diversas actividades de soporte entre las que se recuerdan las caravanas anuales por la carrera 15 y programas en simultánea con la televisión tales como Súper Vídeos y Los 10 Mejores de la Música, este último presentado por Lina Botero.

El muro se cayó. El mundo se abrió y un nuevo orden global se apoderaba de todo. Cuando los ochenta terminaron la ilusión también pareció hacerlo. En medio de avances en el campo de las telecomunicaciones y tras una debacle más, las bandas colombianas encontraron nuevos espacios de difusión, no siempre desde el ámbito tradicional, sino, la mayoría de las veces, desde la marginalidad. Atrás se quedaba el pop de años anteriores y con él los glamorosos conjuntos de Hard Rock.

Al final de los ochenta, las dos grandes cadenas de radio del país, Caracol y RCN (bastante tarde, en 1994), fijan su atención en la juventud desde el dial FM. Surgen en su orden Radioactiva y La Mega, 88.9 Súper Stereo se relanza como La Súper Estación, Todelar Stereo hace lo propio con La X, una emisora orientada en principio hacia un pop más bailable y luego hacia los éxitos de los ochenta mezclados con algunos temas actuales programados por un computador y sin locución alguna (todo un desperdicio, en el sentido radial de la palabra).

En su etapa inicial Radioactiva reúne un selecto grupo de hombres y mujeres de radio, la mayoría de ellos ya para entonces algo alejada de la radio juvenil, Armando Plata Camacho, Hernán Orjuela Buenaventura y Camilo Pombo, entre ellos. La programación se mueve entre el pop y el rock, la salsa y otros ritmos llamados juveniles. Se trata del primer intento fallido de hacer una programación que unifique los gustos del joven. La experiencia resulta desafortunada, lo que hace necesario un virtual relanzamiento de la emisora. No obstante el inmenso poderío de Caracol, los jóvenes permanecen fieles a una iniciativa “independiente” del tipo 88.9

Con la segunda fase de Radioactiva, menos de seis meses después de su lanzamiento original, aparece una pugna en donde gran parte de los jóvenes bogotanos polarizan su predilección en dos bandos: aquel conformado por los oyentes de 88.9 y su contendor, al que pertenece la audiencia de Radioactiva. La pugna trasciende lo radial y es así como muchos miembros de la joven audiencia expresan su descontento al aire para con la deserción de los miembros de una y otra emisora quienes se vinculan a la estación rival por causa de mejores condiciones contractuales, un reflejo más de las implicaciones extraradiales del fenómeno. Cuenta, por ejemplo Andrés Nieto, que durante sus primeros días en Radioactiva y a la salida de un concierto, algunos fanáticos desinflaron los neumáticos del vehículo de su propiedad a manera de protesta por su actitud “disidente”.

El Zoológico de la Mañana encontraría en La Locomotora a su más fiero competidor. Este, “segundo pionero”, por decirlo de alguna forma, de los programas radiales de humor y variedades, atravesó diversas fases. La primera con Hernán Orjuela y Jorge Marín encarnando a Doña Jesusita, parodia de la matrona antioqueña. La segunda con un “dream team de la radio”, por donde desfilaron figuras tales como Julio Sánchez, Guillermo Díaz Salamanca, Tito López, Gabriel de las Casas, Juan Manuel Correal, Andrés Nieto, Deysa Rayo con “A que no me duermo”, show nocturno que haría historia en las madrugadas capitalinas y Alejandro Villalobos, entre muchos otros. Por su parte, 88.9 reclutaba nuevos personajes, Diego FM y Joyce, quien llegó de Barranquilla con poca fortuna. Radioactiva sería en su mejor etapa, un sistema con emisoras ubicadas en las principales capitales del país. Luego, tras muchos errores administrativos, muchas de ellas irían desapareciendo, una a una.

Esta segunda etapa de La Locomotora, por cierto, trajo consigo un programa de televisión del mismo nombre. La tercera, una revolución que recuperaría las banderas de uno de los programas más interesantes de la televisión colombiana en los noventa: La Tele, con Martín de Francisco, Santiago Moure y Alejandro Nieto como voces y personajes. Curioso es que al inicio de la era internet Radioactiva fuera elegida junto a la cadena básica de Caracol como una de las dos primeras estaciones con sitio oficial en la red y como la única frecuencia, aparte de la cadena básica, con derecho a hacer uso del helicóptero de la firma, entonces bautizado “Caracol del Aire”. El experimento de La Tele en radio sería en extremo exitoso al principio, pero luego se incurriría en la repetición del esquema, lo que daría al traste con el proyecto, gracias a la progresivamente menguada audiencia.

Los 20 Superéxitos a su vez se enfrentarían al Top 40 Radioactiva, en principio dividido en dos ediciones (una con los éxitos anglo y otra con los latinos) y luego empaquetado en uno solo.

La fundación de sellos independientes permitió que toda una nueva generación de artistas, con propuestas subterráneas, de poco interés para las grandes disqueras, se fortaleciese. Lo anterior favorecido por la proliferación de bares y espacios dedicados a la divulgación de tales propuestas. Los nombres de Bar-barie, La Manzarda, Abott y Costello y su sucesor Bar-bie, TVG, Vertigo Campoelías, Transilvania, Florhisteria, Vertigo (en su segunda fase), Music y otros más pertenecen a la memoria colectiva de miles de bogotanos. Fue así como surgirían bandas de la talla de Aterciopelados o Estados Alterados en Bogotá y Medellín, respectivamente.

Las entidades oficiales encontraron en el rock y el rap una buena forma de canalizar los impulsos juveniles de las generaciones desencantadas de los noventa, con lo que surgieron eventos cuya importancia llegó a ser reconocida y divulgada en el ámbito internacional. Hablamos de Rock y Rap al Parque. Por primera vez, una de las instituciones de la industria mediática, el MTV latino, puso sus ojos en nuestro país. Grupos del corte de La Pestilencia o Neurosis aún hoy en día, siguen vendiendo razonables cantidades de copias de sus trabajos en ciudades tan lejanas como Ámsterdam o Estocolmo.

 

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*Andrés Ospina es codirector y cofundador de La Silla Eléctrica. La cerveza, The Beatles, la radio y Bogotá se encuentran entre sus mayores intereses.

 
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